"Amame como lo haces con ella".
- Hannah, regreso dentro de un rato. Cualquier cosa me llamas. – Eso fue lo último que dijo Simon antes de salir. La castaña se encontraba mirando por la ventana, cuando lo vio subirse al auto e irse con la persona que amaba. Apenas él se fue, vio el cielo y lo notó gris. Pasaron las horas y sentía que su cielo lloraba. Cuanto deseaba ella estar junto a él, como pedía a gritos estar en su brazos. Sólo el calor de él podía darle color a su vida, alejar el dolor de su pobre corazón que lo ama con certeza... Solo lágrimas llenaban aquella habitación.
Se limpió con rabia las lágrimas de su rostro y con una actitud de decisión, tomó su abrigo. Lista para salir y tomar un poco de aire.
-¿Mami? – Katie vio a su madre antes de salir.
-Cariño. – se agachó, hasta ponerse a la altura de la niña. – Mamá va a salir un rato. Así que te dejaré con el tío Blake y la tía Dani. – Katie bajó la mirada y se abrazó a la pierna de su madre. – Princesa, solo será por 2 horas. Necesito este tiempo. Te prometo que saldremos luego tú y yo. – A Hannah se le partía el alma ver a su hija así.
-¿Lo prometes mami? – cada que vez que ella veía los ojos azulados de Katie, le hacían recordar a la mirada que Simon siempre ponía cuando quería algo. Era inevitable verla y no acordarse de él.
-Lo prometo. Ven vamos.
Hannah habló con su hermano y después de unos minutos dejó a Katie en su casa. Su hermano no le preguntó a donde se iba, pero sabía perfectamente que ella no la estaba pasando bien, y de eso, él se iba a encargar de descubrirlo...
***
Había manejado por horas apareciendo en un campo. Un sitio que estaba fuera de la ciudad de Londres. Se bajó del auto, respirando y sintiendo un aire puro. Fue caminando lentamente, abrió como una niña los brazos y comenzó a dar vueltas como si no hubiera final. Quería descargarse, gritar, saltar, golpear. Algo que no había hecho hace tiempo. Después de haber descargado todo lo que llevaba por dentro, decidió recostarse sobre el verdoso pasto y lentamente fue cerrando sus ojos. Se dejó llevar por el sonido de las plantas que hacían cada vez que el viento golpeaba contra ellas. El sonido del aire cantándole al oído y el sonido de su corazón que le latía a mil por horas. Ella sabía la razón de sus latidos. Aquellos que le daban vida, alegría, ilusión, y al mismo tiempo, tristeza, depresión, etc. Pero al fin y acabo, así se disfrazó el amor para ella.
Desde pequeña solía decir que el cielo era su vida. Le encantaba verlo. No importaba que hora, pero ella lo veía. Su madre le decía que a veces, parecía estar enamorada del cielo, y cada vez que escuchaba eso sonreía. Pero cuando creció y empezó a salir con Simon, se dio cuenta que la cosa que ella más amaba desde niña, lo podía ver en los ojos azulados de él. Simon era su cielo. Pero al volver a recordar eso, se obligó a borrar eso de su mente y dejar lo malo por un momento.
Necesitaba tomarse un respiro largo. Aquel lugar le daba confianza y libertad. ¿Por qué a ella le tocaba vivir así? Se preguntaba como siempre. Tal vez y ese era su destino y no había nada que hacerle. – volvió a decirse así mísma.
***
Eran aproximadamente las 8:30 de la noche. Hannah se había quedado dormida en aquel campo. No se había dado cuenta de lo tarde que era hasta que unas gotas de lluvia cayeron sobre su rostro. Desesperadamente se levantó y corrió hacia su auto, que se encontraba ya mojado por afuera. Apenas entró y cerró la puerta de su auto, sonrió. Estar alejada le había gustado. Por un momento se había sentido feliz.
Las calles de Londres estaban todas mojadas y para Hannah se le hacía un poco difícil manejar, ya que no estaba acostumbrada a manejar en los día lluviosos. Pero bueno no importaba, lo que necesitaba ahora era estar feliz y sacarse a Simon de su corazón. Aquel campo la había ayudado. Ahora sólo estaba a unos 10 minutos de llegar a su casa. Se la había pasado escuchando música a todo volumen y hasta había cantado como nunca. Parecía una adolescente primeriza. El semáforo se había puesto en luz roja, cuando de repente miró por la ventana de su auto y vio algo que jamás olvidaría, algo que le quitó la sonrisa del rostro y algo que le dolió. Simon estaba caminando de la mano con Lena. Ambos estaban sonriendo. Ella estaba tan perfectamente vestida. Todo lo que se ponía le queda bien. Su cabello seguía siendo brilloso y no se veía afectado por la tormenta de lluvia. Y saben ¿Por qué? Porque Simon estaba sosteniendo un paraguas sobre ella para que no se mojara. Aquel detalle era muy lindo y más si era por parte de un hombre. Pero para Hannah ese fue el fin del comienzo de una nueva vida que se había propuesto.
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La de la mala suerte
RomansaHanna tenía 21 años cuando se casó con el joven empresario Simon Collins. Su matrimonio creció con falsas ilusiones y ahora 4 años más tarde lleva la vida que jamás imaginó. Simon Collins la amaba, pero aquel sentimiento cambió cuando fue prácticam...