Extraño.

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Estoy haciendo yoga en mí cuarto con los ojos cerrados, así me concentro mucho mejor, mi madre no está, se encuentra en el trabajo.
Estoy en una posición lo cual ocupo estar de pie, en estos precisos momentos estoy apunto de perder el equilibrio, de no ser por algo que me sostiene ágil y delicadamente por mi cintura con el mas leve toque de sus dedos.

—¿Qué anda ahí? —pregunto.

"¿Que anda?" Bien querida, es la primer persona que formula una correcta pregunta —escucho y me percato de que está muy cerca de mí esa voz algo gruesa y varonil—. Puesto a que no soy "quién" sino "qué", querida —estoy apunto de abrir mis ojos hasta que él o lo que sea me dice—. No pequeña, no los abras. Sigue así —hago lo que me pide hasta que siento que quedo sola, su toque no me acompaña puesto que comienzo de nuevo a perder el equilibrio haciéndome despertar y abrir los ojos, observo mi cuarto y la luz encendida, memorizo y no creo haber prendido la luz. Pero ahí está, encendida, junto a este sentimiento extraño de saber que fue lo que pasó y si pasó.

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