Perfecta mentira

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Al fondo se escucha una música clásica. Se siente como si estuviera avisando sobre algo.

-No te acerques a mí -dice primero dando una advertencia con una sonrisa en sus labios.

No lo comprendo.
Él parece de algún modo una fruta prohibida. Que te llama tentandote, pero una parte de ti sabe perfectamente que eso no está bien del todo.
La tentación no siempre termina en algo bueno y, no siempre existen las excepciones.

-No me gusta lo fácil, ¿sabes? -espeta con su sonrisa mientras su mirada cae en mí.
Sus ojos son un oscuro abismo. Son un laberinto.
Ellos hablan y sabes lo que dicen, pero a veces se vuelven susurros inentendibles. Es ahí cuando ya no sabes qué hacer-. Tengo prezas. No seas una.
Se escurridiza. Inteligente -me dice mientras comienza a caminar lentamente, hasta quedar detrás de mí.

Me doy perceptiblemente cuenta, de que no siempre el atacante da una señal de alerta para que despiertes. Avisando que te hará daño. Es entonces cuando sabes en quién cae la decisión de alejarse y sobrevivir, o seguir y morir.

-A la mayoría de las personas le gustan las cosas dulces -dice este cerca de mí-. No los culpo. A mí también me gustan.

De algún modo sé que está sonriendo aunque esté detrás de mí.

-Mi fruta favorita es la manzana roja -comienza a colocarse de nuevo al frente de mí-, me gusta su sabor dulce y en especial su color rojo. Es hermoso y llamativo -musita para morder la manza que tiene en su mano.

Existe ese sentimiento de querer algo solo por gusto. Pero a veces lo confundes con necesidad.
Ese sentimiento de perder la razón por ello. De no estar seguro de lo que haces, de sí es algo malo o bueno. Y a veces, ese simple hecho de sentirlo, es ya algo malo. Como una mentira. Una red que parece de azúcar. Y por ello crees en unos cortos segundos que no te hará daño.
Hay quienes caen en eso y no se inmutan en escapar. No lo piensan.
Pero hay otros, que siempre tienen un debate eterno en su interior. Y eso es jodido. Por que la red es dulce y cuando te atrapa se vuelve pegajosa para luego darte cuenta de lo enredada que estás. Sin salida, para descubrir, que de la nada se convierte en algo simple.
El dulce se termina, ya no hay sabor.
Esa es la mentira. Azucarada y luego sin vida.

Se acerca a mí, lo suficiente que solo falta unos centímetros más para estar cerca de sus labios.

-Sálvame.

¿Me hundo, o lo salvo? No puedo pensar. Mientras más cerca esté, más lejos mi cordura se va.

Él sonríe.

Él sabe lo que es. Él es la mentira.
El chico dulce que busca una salida.
Pero no la encuentra.
Él es su propio laberinto. Su propio abismo.
Y entre dulces susurros, pide que lo salven.
Él advierte, pero nadie toma las advertencias.
Solo quiere escapar, pero nunca nadie ha logrado escapar de sí mismo.

Una telaraña infinita. La inocencia de su interior escondida, casi perdida, en la sonrisa traviesa que lleva su rostro.
Un infierno que quema en vida, como si fuese algún tipo de dolor eterno del que no hay salida.
Un castigo que debe de cargar, como si hubiese hecho algo malo en su otra vida.

Él sabe querer, pero no dura mucho en distorcinar las cosas, así como su propio camino.
Siempre van a él, pero él nunca sale. Como un ciclo que es incapaz de romper con su fuerza. Hasta que se va cegando cada vez más, al punto de irse consumiendo. Porque cada vez que él lo intenta, vulve al mismo punto de partida. Olvidando todo lo que ha logrado, olvidándose, para de nuevo quedar encerrado.

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