Pensamientos en alto.

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—Es ridículo —digo en susurro. Observo que él me mira y me avergüenzo de que él haya escuchado eso. Pero no puedo controlar lo que pienso. Y últimamente se me está haciendo la maña de pensar en alto—. ¿Me escuchaste? —pregunto algo arrepentida pero no tan notable.
Creí que lo había dicho lo suficientemente bajo. Creí ciertamente que no lo había escuchado. No siempre sucede. A veces corro con la suerte y nadie escucha.

—Claro —me mira con sus ojos cafés, noto un brillo en ellos, pero no cualquier brillo, este es un brillo que solo a veces la tristeza sabe crear. Y aunque es bello, es doloroso.

—Finge que no lo has hecho. Solo olvídalo —digo apartando mi mirada un poco apenada. Pero da igual, lo dicho, dicho está y el tiempo no volverá atrás.

—¿Cómo sería escuchar todos tus pensamientos? —pregunta delicadamente con un dolor algo lejano y a la vez con curiosidad en sus palabras.

—Créeme, no querrías hacerlo. Son como vidrios filosos que hasta a mí me terminan hiriendo —digo. Puesto a que es verdad, si yo termino gravemente herida, ahora imagínate lo que le puede causar a los demás. Habría sangre en todos lados sin parar.

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