El chico del alma rota

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En un espacio abierto, se encontraban una cierta cantidad de chicos jugando, hasta que uno chocó con otro y se lastimó. Su brazo estaba sangrando, a lo que enojado, le reprochó:

—¡Oye! ¿Qué haces aquí? ¡Mira lo que me hiciste!

A lo que el chico de forma indiferente, se marchó del lugar.

Su vida desde niño, siempre consistió en ello. Nunca entendió por qué él era tan diferente a los demás. Nunca pudo comprender, por qué él no podía entender a los demás chicos y chicas de su alrededor y por qué nunca lograban entenderlo a él. Se sentía como en una especie de burbuja en donde él no podía salir y nadie podía entrar. Una burbuja de un hermoso color azul grisáceo.

Conforme pasaba el tiempo, su paisaje de melancolía y soledad no cambiaba en lo absoluto. Puesto a que trataba de acostumbrarse a ello. Pero jamás lograba hacerlo. Jamás logró ser uno solo con ello. Sabía que eso jamás lo dejaría pero acostumbrarse a ello como respirar, era algo imposible. Lo único que podía hacer era sobrellevarlo. Cargandolo a donde quiera que fuera, como un bolso que jamás podía olvidar ni separar de su cuerpo.

Por eso nunca pudo estar con los demás. Un rozamiento de su cuerpo y la persona terminaría lastimada. Puesto a que él es un chico roto, a quien nadie se atreve a tocar.
Alguien que siempre ha vivido en su soledad, que aunque en ocasiones es bella, en otras es muy dolorosa.

Los días pasan y el comienza finalmente a conocer personas. Una chica ha llegado a ser cercana a él. Pero él no permite que se acerque mucho a su cuerpo. No quiere que salga lastimada.

La tarde que va cayendo es de un hermoso color naranja. La cual se refleja en el lago que se encuentra al frente de ellos dos. La brisa que choca sutilmente con su anatomía es muy suave y refrescante.
Ella lo mira a él, esa aura de melancolía que siempre desprende de su ser, ha llegado a ser hermoso para su vista. ¿Por qué razón la gente lo evita? ¿Es porque no son capaces de soportarlo? Es cierto, no todos son capaces de aceptar la mayoría de las cosas en esta vida.

Ella coloca la mirada en su pecho, ese en donde hay muchos más grandes fragmentos de vidrio.
Él nota su mirada.
Ella levanta su mano y lentamente la dirige hacia éste con la intención de tocarlo.

—No lo hagas —interrumpe.
Ella lo mira directo a los ojos.

—Quiero tocar tu pecho —musita.

—Saldrás herida si lo haces.

—Aún así... quiero hacerlo.

—Entonces hazlo —espeta mirándola directamente a sus ojos. El aura a su alrededor ha cambiando a uno lleno de dolor. La noche ha caído y en él también—. Hazlo, toca mi pecho. ¿Eso es lo que quieres? Entonces te lo permito. Toca mi quebrado ser. En el instante en que tus dedos acaricien mi alma, serán lastimados y verás como la sangre brotará de ellos. Hazlo y pequeñas piezas de cristal quedarán incrustadas en tus manos.

—Está bien... —musita—...no tengo problema con ello. El dolor de la herida en mis dedos no se compara en lo absoluto con el tuyo. Mis dedos sangran y luego cicatrizan y se curarán. Así que no importa.
Simplemente, hay ocasiones en las que vale la pena pasar por el dolor —colca la mano en su pecho el cual lentamente cambia de color a un hermoso púrpura—. En la vida siempre habrá dolor, pero increíblemente...—observa sus ojos, oscuros como la noche, pero llenos de estrellas. Como si existiera una pequeña galaxia en su mirada—...eso no evita que las cosas sean hermosas.

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