Deseos.

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Se encontraban dos chicas fuera de la dirección de el colegio sentadas en una banca mientras sus espaldas estaban recostadas en la pared color crema. Una estaba sentada en posición de loto mientras fumaba la colilla de un cigarro y su mano izquierda se encontraba oculta en la bolsa de su chaqueta verde musgo, observando hacia el frente, pero al mismo tiempo a la nada, parece ser que divaga. La otra se acomoda de tal manera que queda viendo a la chica de manera fácil, sin tener que estar moviendo su cabeza para poder verla. Está chica se coloca en la misma posición en la que se encuentra la otra, y hace lo mismo, ahora ambas miran a la nada, como si ésta fuera todo.

Sunny.

El silencio abarca entre nosotras dos, yo no he dicho ni una palabra, y ella tampoco desde que llegó. Pero está bien, el silencio entre nosotras dos no es incómodo ni ensordecedor. Es tranquilo, aunque admito que a veces no lo soporto, me pregunto si ella siente lo mismo.

Miro hacia la nada, pensando en mucho quizás. O simplemente sólo existo y ya.

-Oye Sunny -espeta la chica a mi lado rompiendo en silencio con sus palabras.

-¿Si? -le digo en forma de pregunta y sin mirarla.

-¿Podrías cumplirme un deseo? O llámalo como quieras, es algo que quiero -dice ésta tratando de decir bien sus palabras e indecisa a la vez miemtras mira al frente. Está vez yo la observo.
Ella me mira y yo quito la mirada para colocarla de nuevo al frente.

-Claro -respondo con una sonrisa, está rota, pero al menos es una sonrisa.

-No respondas afirmativamente de una vez. Aún no sabes lo que es -dice ella un poco a la defensiva. Yo vuelvo a sonreír. Le doy una calada a la colilla de mi cigarrillo y después de unos momentos expulso el humo. Es tan tóxico. Lo es. Es increíble que algo que finja ser bueno te mate. Y, la realidad así es, fingida, algo que finge hacerte el bien cuando en realidad sólo te está matando.

-La vida es muy inesperada Ebony -le digo. A veces no soy muy directa, a veces me gusta jugar con las palabras y dejar mensajes ocultos en ellas. Sé que aunque ella sea la única persona que me entienda, a veces hago esquemas que ni ella puede descifrar, es ahí cuando me pierdo y ella igual.

Me doy cuenta que ella se encuentra indesisa, sé que hay una guerra en su interior debatiendo si decírmelo o no. Pero también sé que lo hará, sólo es cuestión de esperar.

-Es... Es extraño lo que te diré -dice. Sonrío ante ello, esa palabra, esa palabra es mi definición, así que, sea o no extraño, lo tomaré normal.

-Dilo -espeto de manera no muy dura tratando de sonar suave, pero al mismo tiempo se me va una tonalidad algo cínica. Le doy otra calada al cigarro y observo que ya casi no hay nada.

-Quiero besarme con una chica. No sé por qué quiero eso, tal vez es sólo simple curiosidad. Y te lo digo a ti puesto a que eres la única a la que le tengo verdadera confianza en decirte las cosas sin ningún temor de que te burles o no comprendas nada -suelta la chica como si hubiese estado guardando eso por cierto tiempo. Vaya, he de admitir que estoy un poco desconcertada. Pero eso no me afecta en nada.

-No me llames rara si lo acepto -es lo único que digo mientras me volteo a verla con una sonrisa en mi rostro. Ella me mira y observo que hay un poco de confusión en sus ojos color azabache. Eso hace que aumenten mucho más mi sonrisa. Hay diversión disimulada en ella. Lo que dije fue porque sé que para los demás esto es extraño, en su totalidad sé que para los demás yo soy extraña. Pero no me intereza. Estoy acostumbrada de cierta manera a escuchar eso. Ella no dice nada, y yo tampoco hasta que coloco mis pies abajo y tiro la colilla del cigarro al suelo para luego ponerme de pie y aplastarlo con la punta de mi zapato. Me volteo para verla y ella aún me sigue viendo, me acerco hasta ella y me siento para luego observarla a los ojos directamente, ella no hace nada, tampoco se mueve.

-¿Estás lista? -pregunto con una sonrisa. Y lo hago porque sé que no lo está, nunca nadie está listo para nada, nadie está listo para vivir, hasta que nace. Nadie está listo para morir, hasta que muere.

-Yo... no... yo... -la oigo titubear lo cual hace que yo me ría.

-Sé que no lo estás -le digo mientras con mi mano acaricio su cabeza para luego levantarme e irme.

II.

Ha caído la tarde y parece que no sólo eso cae, hoy el cielo está llorando, está derramando sus lágrimas por todos lados. Y justamente ahora me encuentro debajo de su llanto. Como si quisiera ahogar a todos con sus lágrimas, o como si quisiese que algo terminará. Me encuentro caminando en la calle mientras hago el intento de taparme con mi paraguas negro. Coloco mi vista al frente y observo que hay alguien afuera de la biblioteca, es Ebony. Me dirijo hacia ella y ella nota mi precensia. Me introduzco debajo del poco techo sobrante de aquí afuera, coloco mi sombrilla mirando hacia el frente para taparnos ya que está haciendo algo de viento provocando que el agua nos salpique dejándonos sin escapatoria. La miro y veo que ella también hace lo mismo.

-¿Qué haces aquí?- pregunto con curiosidad y cautela.

-Espero que escampe -me responde algo cansada y al mismo tiempo tratando de sonar relajada. Yo le sonrío lo cual ella hace el mismo gesto solo que con duda reflejada en ella. Yo nada más niego la cabeza para hacerle saber que no pasa nada.
Observo la lluvia y dudo el que escampe así de repente, más bien está sucediendo todo lo contrario, la lluvia está empeorando.
Volteo mi cabeza y la veo a ella, ella siente que la observo por lo tanto me mira. Veo sus ojos que son oscuros, tan oscuros como la noche misma, es tan difícil descubrir que secretos oculta en ellos, a la vez que no.
Entonces, recuerdo lo que ella me dijo, recuerdo lo que me pidió. Y sin más rodeos, me acerco a sus labios, no pienso lo que hago, ¿desde cuándo acá tan siquiera lo hago? La beso y siento sus labios suaves, son suaves. Como una caricia sin querer casi satisfactoria. Me alejo de ella y la veo, ella me mira y es lo único que hace, verme ¿que pensamientos habrán en su mente? Me dispongo a bajar los escalones y cuando ya estoy en el último me despido.

-Adiós Ebony -le digo con una sonrisa. Ella sonríe de manera amable, muy verdadera.

-Eres extraña -me dice aún con su sonrisa. Yo comienzo a caminar y antes de cruzar la calle me detengo, me volteo a verla y le digo.

-Lo sé, es quizás que no soy de éste mundo. Sino de otro diferente -digo en broma con una sonrisa en mis labios, pero la única diferencia de ésta sonrisa y las demás, es que esta si es de verdad, sin ningún dolor, sólo de felicidad.

III.

Una semana después.

Ebony.

Está lloviendo fuertemente, parece como si el cielo llorara conmigo y tratara de comprender mi dolor. Llueve como la última vez que la vi, ésa última vez que vi a Sunny. No pensé que fuera la última.
Me encuentro recostada en mi ventana del cuarto. Y pienso, Sunny tenía razón, la vida es muy inesperada. No pensé que la muerte se la llevará.
Recuerdo sus ojos, color miel tan intenso, que parecían penetrar hasta tu alma y ver todo en tú interior dejándote vulnerable. Fue difícil no flaquear ante ella cuando se acerco a mí, no lo sé, no sé por qué sucedió, eso nunca había pasado.
También recuerdo la última vez que la vi, estaba lloviendo, justo como ahora, me encontraba afuera de la biblioteca, había ido a dejar un libro y la lluvia me atrapó dejándome ahí, no quise esperar adentro, no sé el motivo, la vida tiene sus trucos tal vez. Entonces fue cuando vi a Sunny, venía hacía mí con su paraguas negro y su misma vestimenta, su camiseta negra resaltaba su piel blanca y sus ojos miel. Venía con su mano izquierda metida en la bolsa de su chaqueta verde musgo. No pensé que ese momento fuera a pasar, justamente ahí. Ella me beso, fue inesperado, sentí mi corazón latir a mil por hora, nunca me había pasado. Después de eso, ella bajó las escaleras y se dispuso a irse, fue cuando me dijo su último adiós. Yo le sonreí, y realmente me sentí feliz. Le había dicho que era extraña, pero en un buen sentido. Luego, siguió su camino y se de tuvo repentinamente, yo me quedé observandola hasta que dijo:

"Lo sé, es quizás que no soy de éste mundo. Sino de otro diferente."

Y me sonrío, fue una sonrisa pura. No fue una rota, fue una de verdad. Una que no muchas veces se atreve a dar. Y entonces comprendí, tenías de nuevo razón Sunny, eras de otro mundo, y sólo venías de paso a éste dejando escencias de ti, para luego volver a irte.

Ella era como una estrella pasajera, de esas que no se quedan, y quizás era cierto, tal vez ella sólo era eso, una estrella fugaz que sólo cumplió mi deseo.

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