Riendo nerviosamente comienzo a atacar cabos. Ella es una mujer grande y sabia, no podría soltar un tiro al aire sin estar segura. Así que cubriéndome la boca niego con la cabeza. Pero no dudo de la posibilidad de que un pequeño feto esté creciendo dentro de mí no estaría segura de decir que no estoy embrazada.
—¿Qué dices? No, mamá. No estoy embarazada.
Ella se yergue en la silla y rueda los ojos.
—No puedo estar equivocada, conozco esa mirada.
Río más por los nervios que por el grado bizarro de la conversación.
—Pues creo que esta vez si lo estás porque no vengo a decirte que estoy embarazada.
Sus ojos, al igual que su sonrisa se apagan lentamente perdiendo así el color verdoso de su mirada. La intensidad de su voz disminuye de golpe.
—¿Hasta cuando van a lamentarse por Max?
Decido que quizá tendría que liberar parte de la verdad sobre mi matrimonio, después de todo, ella es mi madre y es la única persona que va a amarme incondicionalmente por el resto de sus días.
—No se trata de Max, mamá. Justin y yo estamos pasando por una pequeña crisis matrimonial, quizá cuando salgamos de esto podemos volver a intentar tener un niño.
Ella asiente levemente llevando la taza hasta su boca. Lamento estar decepcionando a mi mamá, pero no es que esté segura de estar embarazada y tampoco quiero estarlo. No por el hecho de que no quiera tener un niño, sino porque no puedo tener un niño con Justin en este momento de nuestras vidas, a esta altura de nuestro quebrado matrimonio disfuncional.
—¿Estás segura de que es imposible que estés embarazada? —Pregunta con una nota triste en la voz—. Cuando Hannah vino a darme la noticia de su embarazo lo adiviné antes de que ella tuviera oportunidad de decirlo y cuando Diana se quedó embarazada no quería contarlo hasta pasar los tres meses, ¿recuerdas? Y el día que vino a almorzar a casa supe que ella estaba embarazada, que el pequeño Mike venía en camino. Y tú… Tú tienes esa mirada en este momento, voy a respetar tu decisión si no quieres contarle a nadie, pero lo veo en tus ojos, Isa.
Niego con la cabeza intentando dejar de contemplar la posibilidad de estar esperando un niño de Justin
—Es prácticamente imposible.
La sonrisa de mi mamá refleja la mismísima tristeza absoluta.
—Está bien, eres tú la única que puede saber eso, así que lo comprendo.
Suspirando termino mi té y me pongo de pie para ayudarle a levantar todo a mi mamá, ella me pide que deje, que ya va a ordenar cuando me retire. Me refugio en la mentira de que voy a llegar tarde al trabajo si no salgo de camino hacia la oficina ya mismo. Mamá me abraza muy fuerte y pide casi en una súplica cargada de amor y dulzura que vaya a visitarla junto a Justin ese mismo fin de semana. Le aseguro que allí estaremos y cuando me subo al auto y conduzco unos metros, me doy cuenta de que no creo que sea posible que asistamos a su casa el fin de semana, pues Justin seguramente busca una escusa para no fingir ser mi querido marido una vez mas.
Al llegar a la oficina bajo todo lo necesario del coche y llamo el elevador para que me acerque hasta el quinto piso. Me acomodo el cabello en el pequeño espejo del cubículo metálico y recuerdo la conversación con mi mama, me observo los ojos profundamente, pero lo único que encuentro en ellos es tristeza y cansancio, nada de amor de madre o rastros de un embarazo prematuro.
—Buenos días, Isabella, ¿te sientes mejor? —Pregunta mi jefe al verme llegar.
—Mucho mejor, gracias —digo sonriendo y decido que el trabajo va a comenzar a ser mi refugio de la vida real, de mi matrimonio ficticio.
Me paso la mañana bajando la pila de papeles que se encentra sobre mi escritorio y aviso a mi jefe que voy a quedarme hasta pasado el almuerzo para poder terminar con todo el trabajo que se ha acumulado en mi escritorio esta semana que he estado ausente en la oficina. Linda se retira temprano, antes de lo debido, con la excusa de tener que ir a una consulta con el dentista.
Mi móvil suena justo el reloj marca las siete cuarenta y tres de la tarde. Miro la pantalla dándome cuenta de que es un número privado y frunciendo el ceño presiono el teléfono verde para dar cabida a la llamada.
—¿Hola?
Siento un suspiro.
—Bella—la voz de Justin me toma por sorpresa—, ¿dónde estás?
—¿Por qué tu número me sale como privado? —Pregunto sin darle importancia a su pregunta.
—¡Isabella! ¿Dónde mierda estás?
No pretendía quedarme hasta tan tarde trabajando aquí, pero el tiempo corre de prisa cuando te concentras en algo, cuando no importa nada alrededor, tal cual quería que ocurriera.
—Trabajando, ¿qué te ocurre?
—Sales al mediodía de trabajar, no me mientas.
Cierro el portátil sin siquiera apagarlo y comienzo a guardar las cosas en los cajones correspondientes.
—No tengo por qué darte explicaciones, Justin. He querido terminar con el trabajo acumulado toda la semana que estuve ausente, ¿es acaso malo?
—No, no es malo, pero te dije que debías estar en casa a las siete porque vamos a cenar con mis padres. Me pediste que les dijera de cenar con ellos el martes por la noche y ahora te quedas hasta tarde trabajando, ¿estás evitando la cena?
Mi boca forma una pequeña “O”.
—Maldita sea, lo olvidé.
—Si, de seguro lo olvidaste, ¿vas a venir? Porque estoy a punto de irme a cenar solo y decirles que tú no quisiste asistir.
Cierro los ojos manteniendo a raya mi vocabulario para no tratarlo de la peor forma posible.
—Voy a casa en este mismo instante.
—Si, ven rápido porque a las ocho y media pienso salir de casa.
—¡Ya déjate de amenazas!
La puerta de mi oficina se abre lentamente y veo el rostro de mi jefe asomando por allí. Alza un dedo en el aire preguntando si va todo bien y le regalo una sonrisa tranquilizadora, él e retira del mismo modo que llegó. Busco mi saco y me lo coloco mientras escucho a Justin maldecir.
—Apúrate.
—Eso hago, mierda.
Cuelgo la llamada con el corazón en la boca y presiono el botón del elevador repetidas veces como si así fuera a subir más rápido. Me observo en el espejo del pequeño elevador y decido que no voy a ducharme así tardo menos en alistarme, pero luego recuerdo que esta mañana he salido de casa sin mi ducha matutina y necesito realmente el contacto del agua enjabonada sobre mi piel.
Antes de que pueda meter la llave en la hendidura, Justin abre la puerta y se hace a un lado un tanto abruptamente. Cierro la puerta tras mis pasos y sin dirigirle la palabra corro escaleras arriba. Tiro todo sobre la cama para meterme al baño lo antes posible, Justin se apoya de costado en el marco de la puerta del baño cuando me dedico a entibiar el agua de la regadera.
—¿Por qué me obligas a odiarte, Bella?
Sin responder a su estúpido cuestionamiento lo empujo del baño para poder darme una ducha de inmediato.
ESTÁS LEYENDO
Save Me. {j.b}
FanfictionPrólogo Sus manos toman mis muñecas con fuerza obligándome a ponerme de pie, sus ojos buscan los míos cargados de furia y rabia descomunal. Mis manos tiemblan, mis piernas se debilitan al oír sus gritos furiosos y escandalizados. Cierro los ojos com...