Justin se inclina hacia delante metiendo la brocha en el tarro de pintura rosada, estampa los pelos de plástico sobre la pared y comienza a pasarlo lentamente tiñendo el blanco de rosa.
—Mis pies quieren explotar —digo acercando el banquito—. Voy a tomar un descanso.
Mi esposo voltea a verme, lo sé porque veo que ha girado su cuerpo por completo. Apoyo mis manos en las rodillas y me dejo caer sobre la suave almohadilla del taburete.
—¿Quieres seguir mañana?
Niego con la cabeza.
—Quince minutos y estaré como nueva.
Mi hija se remueve dentro de mi vientre haciendo que una sonrisa florezca en mis labios.
—¿Segura? Puedo continuar sólo, no haré ningún desastre.
Alzo la cabeza para verlo, me regala una sonrisa resplandeciente.
—Segura, sólo quince minutos y vuelvo con el rodillo —digo muy por lo bajo para recibir un asentimiento de su parte.
Lo veo dejar la brocha sobre la tapa del tarro de pintura y se acerca a mí, se inclina hacia delante tomando mi barbilla con sus dedos embadurnados en pintura y me planta un beso en los labios.
—Tienes algo allí —dice al separarnos.
Río desganada y me paso la mano haciendo el fallido intento por quitar la pintura de mi rostro.
—Maldito bastardo.
Ríe caminando en reversa.
—Ya vuelvo, no me extrañes.
—No lo haré —grito cuando desaparece por la puerta en dirección al pasillo.
Vuelvo a inclinarme hacia delante para apoyar las manos en mis rodillas, respiro hondo y cierro los ojos. Estoy agotada porque cargar un niño en el vientre no es algo de todos los días y menos cuando siento que cada mañana peso cinco kilos más que el día anterior. Mi respiración pronto vuelve a su estado natural y me enderezo en el taburete volviendo todo mi cuerpo a su verdadera posición, tal cual me ha dicho el médico, debo permanecer derecha, con la columna estirada por completo. Me crujo los dedos y exhalo. Justin entra a la habitación a medio decorar con dos vasos de jugo de naranja y una pequeña bolsa en la boca.
—¿Qué es eso?
Me entrega uno de los vasos y toma la bolsa con la mano.
—Es la merecida media tarde porque estoy exhausto y supongo que ustedes también.
Le regalo una sonrisa, se sienta en el suelo. Me pongo de pie dejando el vaso a su lado y hago mil maniobras para sentarme también en el suelo. Ríe divertido cuando me ve agotada por tal ridícula acción. Tomo un poco de mi jugo y extiendo la mano para que me pase los cereales.
—¿Quieres brindar?
—¿Con jugo? —Pregunto con la boca llena.
Asiente como si fuera su mayor sueño a punto de cumplirse.
—Es un brindis por la habitación de nuestra nena.
—Por supuesto. —Elevo el vaso cerca del suyo—. Brindo porque esta habitación va a ser aquella que todas las niñas sueñan.
Inclina el vaso para chocarlo con el mío y luego cada uno lo lleva hasta su boca para tomar un sorbo. Comemos en silencio porque parece que no soy la única cansada luego de haber pasado toda la mañana y parte de la tarde pintando la habitación de Leah.
Pasamos el resto del día instalados en la habitación, sin importar la hora, la comida, el aseo del resto de la casa o los demás, como si lo único importante en todo el mundo fuera nuestra pequeña familia nos dedicamos a pintar las paredes, colocar en el techo pequeñas estrellas que brillan en la oscuridad y luego nos sentamos frente a la computadora para decidir qué muebles encargar para la semana próxima.
Como es de esperar terminamos en la cama a las nueve, ni un minuto más ni un minuto menos, y entre risas y susurros cada uno concilia el sueño de la manera más rápida posible.
Justin vuelve a la mesa con un tazón de cereales con leche y lo empuja frente a mí.
—La nevera está casi vacía y no estoy bromeando —dice con un bostezo.
Meto la cuchara en el desayuno y llevo un poco a mi boca mientras lo observo tomar de su jugo de naranja.
—Vamos al mercado. —Me encojo de hombros.
Otro bostezo de parte de mi marido y luego una pequeña sonrisa junto con un revoleo de ojos.
—Detesto hacer las compras.
Como un poco más antes de responder.
—Detestas hacer las compras, pero amas comer. Yo detesto cargar una barriga enorme hace meses, pero amo a mi hija.
Al hacer esa relación y juego de palabras me regala una sonrisa, termina con el jugo de un solo sorbo y se frota las manos cuando se pone de pie.
—Buen punto. Vamos al mercado.
Revoleo los ojos con notorio cansancio.
—Dame tiempo a terminar de desayunar, darme una ducha y vestirme.
Se tira en la silla nuevamente y finge haberse molestado.
—Tenemos tres o cuatro horas entonces —murmura.
—Te he oído. —Abro bien los ojos.
—Lo sé, era la idea —dice en un cantito desafinado—. No te pongas muy guapa, sólo vamos al mercado.
—Una mujer debe verse linda todo el día en todo lugar.
—Eres linda Bella y no debes maquillarte para serlo.
Acabo con los cereales y me pongo de pie lentamente.
—Gracias, de igual modo eso no va a funcionar para que tarde menos en alistarme.
Camino en dirección a la cocina cuando lo oigo bufar.
—No perdía nada con intentarlo —grita desde el comedor.
Sonrío.

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Save Me. {j.b}
FanficPrólogo Sus manos toman mis muñecas con fuerza obligándome a ponerme de pie, sus ojos buscan los míos cargados de furia y rabia descomunal. Mis manos tiemblan, mis piernas se debilitan al oír sus gritos furiosos y escandalizados. Cierro los ojos com...