Capitulo 6.

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El niño nunca nació, pero Justin y yo estábamos tan emocionados que a penas supimos que era un niño, comenzamos a comprar todo y a decorar la habitación. Hasta el día de hoy, ninguno de nosotros entraba en esa habitación, pero tampoco la teníamos cerrada, sino que cuando la chica de limpieza iba, limpiaba allí igual que en todos lados, pero sólo ella entraba allí. Nosotros dos siempre nos mantuvimos lejos.

Una pequeña habitación empapelada con dibujos animados y el techo celeste. En el medio de la habitación hay una cuna de madera blanca con muñecos de felpa dentro y almohadones de colores. El armario completamente cerrado está lleno de ropa de niño, así como también zapatillas de tamaño extra pequeño, batas para el baño, gorritos, mantas y saquitos. Como cualquier padre que pierde a su niño, con Justin juramos nunca regalar o vender esta ropa, porque simplemente nos la guardábamos para recordarlo. Así como decidimos no desarmar la habitación, pero tampoco usarla.

Cierro la puerta y me siento en la hamaca a un costado de la cuna donde debía dormir a mi niño cuando naciera, sin embargo hoy tendría tres años y medio. Me muevo hacia atrás y adelante cerrando los ojos anhelando tener un niño entre mis brazos, a Justin descalzo y sonriendo a mí lado mientras le tarareo una canción al pequeño Max que se queja en mis brazos. Justin ríe, yo sonrío. El niño cae en un profundo sueño y cuando ambos lo arropamos, él me besa en los labios antes de rodear mi cuerpo con sus brazos y dirigirme hasta la puerta para dejar a nuestro niño descansar en paz.

Las húmedas lágrimas recorren mis mejillas cuando abro los ojos perdiendo la imagen de una familia feliz, de lo que debería ser mi vida hoy en día. Y me encuentro con tres cuadros de Justin y yo cuando más chicos. Tomo el primero mientras seco mis lágrimas y observo la feliz pareja que me devuelve la mirada desde la fotografía. Los ojos chisporroteando de alegría de Justin mientras pasa su brazo por encima de mis hombros y yo apoyo la cabeza en el suyo. Sonrisas, todo es felicidad. ¿Y dónde ha quedado aquello? Coloco la foto sobre la madera nuevamente y tomo la segunda. Ésta, a diferencia de la otra, no me devuelve la mirada porque simplemente nos estamos observando el uno al otro con tierna admiración. Cuesta creer que es la misma pareja de hoy en día. La tercera es solo una foto de mi pequeña pancita creciendo con Max dentro y Justin con su mano en mi vientre. Sonrisas, nuevamente.

La puerta se abre lentamente revelando a Justin apoyado en el marco de madera. Dejo la foto allí y me preparo mentalmente para ser golpeada mientras cierro los ojos.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta casi en un susurro.

—Disculpa, lo necesitaba —murmuro asustada.

Cierra la puerta cuando entra en la habitación, con las manos pegadas a su espalda se apoya contra la madera blanca de la puerta, suspira y baja la mirada.

—Lo cierto es que no te estaba buscando a ti, solo venía a la habitación.

Sus palabras me sorprenden. ¿Venía a la habitación? Mis manos sudan. Sé que esto es duro para ambos, pero creo que me he llevado la peor parte de todas. Sus ojos cristalizados indican que ya no está borracho, el alcohol aún recorre su sangre, pero todo efecto de ebriedad se ha esfumado en cuanto nos hemos puesto a pelear.

—Justin, ¿tú sigues entrando aquí?

Niega con la cabeza.

—¿Tú lo haces?

También niego.

—Sólo que hoy lo necesito —dice casi en un susurro.

Verlo vulnerable no es lo más usual del mundo y por más que vivamos peleando y gritando, no es nada que me guste, en lo absoluto. Apoyo mis manos sobre mi vientre deseando sentir pataditas de mi bebé inexistente. 

—Cuando entro aquí todo lo demás se borra, no existe nadie más que la familia feliz que teníamos. 

Vuelvo a sorprenderme de sus palabras. Cuando habla de ese modo me recuerda a cuando estábamos bien como pareja, éramos perfectos juntos.

—Imagino a Max, ¿sabes? Nos veo arropándolo mientras pensamos lo perfecto que es.

Mi estómago se retuerce en reconocida angustia. Ambos dirigimos la mirada a la cuna del niño. Nos quedamos completamente en silencio por unos minutos.

—Quizá debamos desarmar todo esto ya —sugiere en voz baja.

Niego con la cabeza, pero las palabras no salen de mi boca, no quieren salir, mi garganta está cerrada de la conmoción.

—Isabella, no puedes vivir en el pasado.

—Tú eres quien vive en el pasado, Justin —digo con resentimiento.

Sus ojos escalan los barrotes de la cuna hasta llegar a mi rostro. Se muerde el labio inferior cuando una amarga sonrisa cruza por su cara.

—Eres mala si quieres serlo.

—Tú eres un monstruo y nadie te lo recuerda.

Me pongo de pie con el coraje floreciendo dentro de mí. Justin abre la puerta y sale de la habitación. Como si ambos nos dijéramos lo mismo "no hay que pelear justo aquí", salgo de la habitación. Él baja hacia la primera planta, yo me meto en la habitación y me coloco el pijama antes de irme a la cama para no pensar más en todo aquello.

Mi escritorio está abarrotado de papeles. Lina se sienta frente a mí con su taza de café en la mano y bosteza.

—Mi hijo no deja dormir.

Sonrío tiernamente colgando mi bolso en el perchero de roble.

—Ya quisiera yo eso —digo dulcemente—. ¿Vienes a ayudarme?

—Lo cierto es que, no. Mi escritorio está igual o peor que el tuyo, chica.

Me siento frente a ella y suspiro viendo las carpetas llenas de archivos, artículos por revisar y corregir.

—¿Almorzamos juntas hoy?

—Quedé con mis hermanas.

—Uh, está bien. ¿Mañana?

Asiento rápidamente y busco el bolígrafo en el cajón. Mi móvil suena justo cuando Lina se pone de pie y me saluda para retirarse de allí. Atiendo la llamada de Hannah.

Save Me. {j.b}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora