Capitulo 19.

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Me tiemblan las manos cuando me recojo el cabello y lo echo hacia atrás sobre mi espalda para no ensuciarlo. Respiro profundo intentando calmar los nervios y parar las nauseas. 

—Isabella, ¿dónde estás? —Grita Justin desde la sala. 

Me cubro la boca para no hacer ningún ruido que delate mi presencia en el baño y creo que lo he logrado cuando siento los pasos de Justin subiendo la escalera, justo al mismo tiempo que mi estómago vuelve a retorcerse haciendo que me incline nuevamente de cabeza en el retrete buscando expulsar todo lo ingerido. Los pasos de mi marido se detienen como si se hubiera quedado a medio camino, y pronto comienzan a acercarse al baño. Cierro los ojos maldiciéndome por lo bajo y nuevamente devuelvo dentro del retrete.

—Bella, ¿estás bien? —dice Justin en el umbral de la puerta. 

Sosteniendo mi cabello aún más alto me pongo de pie, él se acerca y con una mano lo alejo de mí porque necesito demostrarle que no lo quiero, ni tampoco lo necesito, a mí lado. Él retrocede dos pasos cuando me ve tirar la cadena y luego me lavo la boca haciendo buche con agua, deseando poder estar en mi baño para utilizar dentífrico. 

— ¿Necesitas algo? —Pregunta cautelosamente. 

Apoyo ambas manos a los costados del lavabo y niego con la cabeza. 

—Mejor dicho, si necesito algo. 

—Dime. 

—Vete. 

Esperando algo así como un golpe de su parte, cierro los ojos con miedo. Mis manos no dejan de temblar en ningún momento y tengo la leve sospecha de que no es solo por el mareo que siento en este momento sino también por el miedo que tengo de haber hecho las cosas mal una vez más en mi corta vida. Justin no se mueve, no dice nada, simplemente se queda allí de pié como si de una piedra se tratara, haciendo que me sienta aún más mal de lo que ya me siento. Volteo el rostro para verlo de reojo, él deja caer su peso en el marco de la puerta sin poner un solo pelo dentro del baño como si de ese modo estuviera respetando mis palabras. 

—Dije que te vayas —digo duramente y volteo a verme en el espejo. 

Mi reflejo pálido me devuelve la mirada, Justin detrás de mí observa el piso atentamente como cualquier artista apreciando una obra maestra. 

—Lo sé, peor quiero quedarme. —Me sorprende diciendo unos minutos después. 

Me creo muy valiente a la hora de cruzar los brazos y voltear a verlo a los ojos, alza la vista para encontrarse con la mía, aparto la mirada tomando el valor para echarlo de la casa, pero inmediatamente mi estómago me juega una mala pasada haciéndome quedar en ridículo cuando me tiro de rodillas al suelo para expulsar lo último que queda en mi cuerpo. Justin se acerca sin decir nada y con sus manos toma mi cabello para apartarlo de mi rostro. 

—Quiero que te vayas —digo abandonándome a las lágrimas. 

—Dije que quiero quedarme, Isabella.

Y cuando escucho sus duras palabras hablándome como antes lo hacía, me quedo callada y le permito sostenerme el cabello mientras devuelvo como una pobre infeliz arrodillada en el frío suelo de un blanco baño. 

Vaya a saber si fueron los nervios, el frío, la comida o el café de la empresa, pero hay algo que me hizo quedarme en cama toda la semana siguiente donde Justin se mostró, al principio como un hermoso y perfecto marido, pero a los tres días abandonó ese puesto para limitarse a trabajar y volver a altas horas de la oficina. Varias veces en el día me pregunté qué era lo que estaba ocurriendo entre nosotros, pero luego me di cuenta de que no era nada, solo que Justin se había dejado de golpes dándome un buen descanso de la agresividad para que mis heridas, tanto físicas como emocionales, sanaran de una buena vez por todas. Creí superada la enorme crisis matrimonial, hasta que Justin llegó esa noche tambaleándose sobre sus pies, viendo doble y diciéndome que era una puta sin sentimientos. Había vuelto al alcohol. 

—Déjame llevarte a la cama —le digo tomándolo por el brazo cuando se tira de boca al sillón. 

—Quítame tus sucias manos —grita desaforadamente. 

Retrocedo casi cinco pasos de un salto asustándome más por el hecho de que vuelva a pegarme que por otra cosa. 

—Tienes que meterte a la ducha, Justin —casi suplico. 

—No voy a hacerte caso a ti, ¿qué no ves que yo tomo por tu culpa?

Me señalo tontamente, él ni siquiera me está observando porque tiene los ojos cerrados y pretende dormir. Asiento levemente con la cabeza y luego alzo las manos anunciando mi derrota. 

—Que tengas buenas noches, Justin —digo enojada antes de atarme la bata y dirigirme hacia las escaleras.

—Tú no —me dice riendo. 

Me meto en la habitación y cierro con llave porque, sinceramente, temo por mi integridad física. Justin seguramente va a dormir toda la noche de corrido en el sofá, pero si por una de esas casualidades su lado agresivo se despierta antes de que él salga de tal estado de ebriedad, prefiero encerrarme antes de correr peligro. 

La mañana, para mí, comienza con golpes estruendosos en la puerta de mi habitación. Asustada me siento en la cama y grito:

— ¡Voy! ¡Voy! 

— ¿Por qué mierdas le pones cerrojo a la puerta? —Grita Justin cuando le abro. 

— ¡Estabas ebrio, maldita sea! —Le grito del mismo modo. 

Sus ojos furiosos buscan los míos, me toma de las solapas de la bata y acerca su rostro peligrosamente a mi somnolienta cara. 

—No me grites. 

Me suelta como si tan solo fuera un juguete cualquiera, un objeto sin importancia y me mareo al instante. Él camina hasta el baño y se encierra allí, siento el agua de la regadera cayendo en la ducha. Con la mano en el pecho me siento en el borde del colchón y suspiro, no me esperaba tanta agresividad a esta hora de la mañana. 

Antes de que Justin pueda salir de la ducha me visto, me peino y me enguado la boca antes de maquillarme con lo que tengo. Tomo las llaves del auto, dinero, el portátil y mi bolso antes de salir de casa y echarle llave a la puerta principal. Como aún quedan dos horas y media para que entre a trabajar decido hacer una pequeña y fugaz parad en la casa de alguien con quien necesito hablar. 

—Es la mejor sorpresa que podrían haberme dado —dice cuando abre la puerta. 

Estiro mis brazos para estrecharla contra mi pecho y es cuando más segura me siento después de tantos años. 

—Te extrañaba tanto, mamá. 

Ella me sonríe y de inmediato me invita a pasar a interior de la casa. Papá se encuentra trabajando, así que estamos completamente solas, a excepción de Lola, la pequeña perrita de dos años de mis papás. 

—Te noto distinta —comenta vertiendo té en mi taza. 

— ¿Tú crees? Estoy igual que siempre, ma. ¿Qué tengo de distinto?

Su sonrisa me indica que está por revelar algo así como un secreto. 

— ¿Has venido solo para saludar? Porque presiento que tienes algo que decirme. 

Frunzo el ceño extremadamente confundida. 

—Vine a saludar, Justin no estaba en casa porque pasó la noche en la oficina y no me apetecía desayunar sola —miento. 

—Mmm... Algo me dice que tienes una noticia que darme. 

Niego con la cabeza y a continuación llevo la taza de té a mi boca para tomar un sorbo. 

— ¿Qué tengo de distinto? Nunca lo dijiste —digo divertida. 

—Tus ojos brillan y sé que puedo reconocer esa mirada —me dice casi cantando una canción. 

Desconcertada, dejo la taza sobre la mesa y me cruzo de brazos. 

—No estaría comprendiendo lo que dices, mamá. 

—Tu mirada —murmura dulcemente. 

Veo sus ojos verdes brillar con antelación a que su sonrisa florezca dulcemente en sus labios rosados. 

— ¿Qué hay con mis ojos?

—Es la mirada de una madre.

🌹Voten mis amores.

Save Me. {j.b}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora