Capitulo 10.

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Maratón 2/3.

Frunzo el ceño extrañada y me acomodo en el sillón invitándolo a hablar, pero cuando veo que no lo hace, me atrevo a preguntar. Si él va a confiar en mí como para contarme algo, yo puedo y tengo derecho a confiar en que él solo va a hablar, no a golpearme o gritarme. 

—¿Cómo? —Pregunto como si no entendiera. 

—Fui a un centro de rehabilitación. 

—¿Y eso por qué?

Las preguntas no deben excederse en confianza y mucho menos extender una conversación que si tiene que ver con el alcohol o el maltrato, sabemos que no va a terminar bien. 

—Justin, ¿qué fuiste a hacer?

Se me retuerce el estómago de solo pensar en que lo encierren. Quizá la oportunidad perfecta para poder escaparme, pero a la vez no se me cruza por la cabeza tenerlo lejos tanto tiempo, como si, aunque me dañe física y emocionalmente, lo necesitara cerca de mí.

—Fui a averiguar y a conocer el centro, me dieron formularios para llenar y un psicólogo al que asistir. 

—Pero, ¿por qué?

—Me guste o no admitirlo, soy alcohólico y agresivo. 

Por lo menos era consciente de que tenía problemas que resolver y que no todo en la vida era culpa mía. 

—¿Vas a internarte? —El miedo me eriza el vello de los brazos. 

Justin carraspea apretando la taza entre sus manos. Presiono las mías más cerca de la porcelana para conseguir el calor del café. 

—Voy a empezar por ir a un psicólogo para aprender a controlar mis impulsos y me recomendaron un grupo de apoyo en vez de internarme. 

Asiento bajando la mirada hasta mis piernas sobre el sillón. La idea de saber que está destrozado y necesita ayuda, duele mucho, pero no por eso voy a olvidar la cantidad de veces que me ha hecho sufrir hasta el llanto, hasta la desesperación. 

—No quiero seguir haciéndote daño —confía. 

Yo no quiero que me siga haciendo daño, tampoco. 

—En vez de ir a un psicólogo y a un grupo de apoyo, puedes concederme el divorcio. 

Aprieto los labios juntos esperando que no se tome mi sugerencia a mal. Pero él solo se pone de pie y dejando la taza sobre la mesita ratona, me mira. Me achico en el costado del sillón apartando la mirada de su cuerpo trajeado. 

—No me hagas daño —murmuro—, no dije nada malo.

En vez de responder, da media vuelta y sale de la sala a paso apurado. De pronto me arrepiento por haberlo alejado y mientras dejo mi taza junto a la suya, saco el móvil y marco el número de Jeff. 

—¿Hola? —Atiende al instante. 

Quizá ya sea hora de confiar en alguien más porque guardarme todo puede hacer que un día explote de una manera que a nadie le gustaría ver. Me pongo de pie con el móvil en mano y le pido a Jeff que me espere unos segundos en la línea. Me encierro en el baño de invitados y me meto en la ducha seca para sentarme en un costado y cerrar la ventanilla que da al jardín trasero. 

—Necesito que seas mi confidente. 

Lo siento reír. 

—¿Qué ocurre contigo?

—Sé que quizá luego me arrepienta de esto, pero necesito que hablemos de algo importante. 

—¿Hice algo malo?

Niego con la cabeza, pero luego recuerdo que no puede verme. 

—No, no tú. ¿Viste que siempre yo intento evadir la parte en la que hablamos de mi matrimonio?

—¿Qué hay con eso? ¿Es mentira?

—En parte —vacilo al responder.

Jeff se queda en silencio durante unos segundos y luego suspira ruidosamente haciendo que comience a pensar si decirle o no. Finalmente siento como arrastra algo en el suelo y vuelve a suspirar.

—No entiendo.

Es serio hablar de este tema, pero su incredulidad me hace reír un tanto. Quizá no deba comentarle nada. 

—No es mentira que estoy casada, pero si es mentira toda la historia de amor que siempre te…

La puerta del baño es golpeada consecutivamente y con insistencia. Maldigo en voz baja.

—Espérame —le digo a Jeff en un murmullo—. ¡Ocupado!

—Isabella, soy yo.

Si, Justin, ¿sino quién más podría ser?

—¿Qué necesitas, Justin?

—Hablar contigo.

—¿De nuevo? —Pregunto consternada. Vuelvo el móvil a mi oído—. Te llamo luego, Jeff. Disculpa si te molesté.

—No hay problema —dice confundido. 

Corto la llamada, abro la ventanilla y salgo de la ducha arreglándome el cabello enredado. Abro la puerta y me encuentro a Justin vestido como si estuviera listo para irse a correr o a hacer deporte. Achico la mirada y por un momento me olvido de que somos ese matrimonio roto del que siempre me lamento ser parte. Justin junta sus manos sobre su vientre firme y ejercitado y suspira. 

—¿Qué quieres hablar? —Pregunto intentando sonar firme y sin vacilaciones. 

—¿Por qué te escondes para hablar por teléfono? —Pregunta volviendo al marido controlador y sin control de sus propios impulsos. 

—Porque era algo privado.

—¿Eso privado tiene que ver con nuestro matrimonio?

Niego con la cabeza sintiendo como el miedo viene a instalarse sobre la boca de mi estómago.

—Ya hablamos una vez de que tú no tienes que abrir esa boquita para comentarle a nadie lo que pasa dentro de esta casa, ¿verdad?

Trago con fuerza asustada por que haya escuchado alguna parte de mi conversación sin finalizar con Jeff.

Save Me. {j.b}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora