¡ANTES QUE NADA!... DECIRLES QUE QUEDAN SÓLO DOS CAPÍTULOS Y EL EPÍLOGO.
Cambio la foto intentando decidirme entre unos zarcillos de oro simples o los que llevan una pequeña gema rosada. Justin me apura al teléfono, me limito a gruñir por lo bajo esperando que entienda que cuanto más me apure, más voy a tardar. Analizo con detalle los que llevan la pequeña gema y decido que son más femeninos, por lo que me gustan más que los otros en forma de corazón.
—Los rosados —murmuro.
—Genial, gracias —dice como si se hubiera sacado un peso de encima—. Nena, no puedes estar media hora decidiendo.
—Puedo, Justin —digo cerrando los ojos y tirando la cabeza hacia atrás.
—Aguarda.
Siento que se aleja el móvil del oído para hablar con el empleado de la joyería y luego de arreglar un par de cosas y pedirle que los meta en una caja bien bonita, vuelve a colocarse el móvil en el oído.
—Ya los tenemos, sólo queda pagar.
El cansancio consume mis piernas, las estiro un poco y me cubro por completo con el edredón.
—Eso es fantástico.
—Voy a colgar, amor. Llámame si necesitas algo.
—Vale. Te amo.
—Yo a ti.
La llamada se transforma en un fino tono que en menos de dos segundos corto. Dejo el móvil sobre la mesita de noche y me acomodo en la cama. No puedo creer estar agotada como si hubiera corrido una maratón, es simplemente haber subido las escaleras con un bebé en el vientre. ¿Es eso casi lo mismo?
—Hey, nena —su voz se cuela en mis sueños—. Vamos, levántate.
Siento la necesidad de voltear y besarlo, pero el cansancio y las ganas de seguir durmiendo me consumen, me cubro la cara con las sábanas.
—Nena,;vamos. Vienen tus hermanas.
Abro los ojos de golpe.
—¿Qué? No, diles que no. Diles que me siento mal.
Me siento en la cama y comienzo a armarme una coleta.
—Ya les dije que pueden venir a cenar con nosotros.
—Oye, Justin ¿de dónde sacaste el permiso para organizar una cena con mis hermanas? ¿Y qué se supone que tengo que hacer? Ahora debo cocinar, poner la mesa, limpiar la casa y todo eso me llevará mil años porque ando más lenta de lo normal…
—¿Quieres calmarte? Es algo simple y tus hermanas saben que no puedes cocinar, Hannah trae la comida y bien sabes que Diana puede poner la mesa. Yo me haré cargo de todo, Bella. Sólo baja un poco.
Me dejo caer nuevamente en la cama.
—Ni siquiera tengo ganas de ver a mis sobrinos.
Justin bufa.
—Estás insoportable. —Lo oigo caminar en dirección al baño.
—De por sí, soy insoportable y las embarazadas son peores, así que cállate.
Ríe divertido cuando cierra la puerta del baño.
Me observo en el espejo debatiéndome si soy una morsa o aún sigo siendo una mujer. Los kilos de más no me sientan para nada bien, ni siquiera parezco una persona, mi vientre hinchado hace que me sienta más un camión que un humano. Me recojo el cabello probando qué me va mejor, y decido dejarlo suelto porque al atarlo mi rostro parece una bola. Simplemente hoy no tengo la autoestima tan alta, verán. Nunca la tuve, pero hoy más que nunca mi autoestima se adapta al subsuelo.
—¿Por qué alzas las cejas cada vez que te miras en el espejo? —Pregunta Justin atándose los cordones.
—Porque cada vez que me veo me parezco más a un animal obeso.
Lo oigo reír. Se pone de pie y se coloca detrás de mí, mantenemos la mirada una sobre la otra por medio del espejo.
—Eres hermosa, estás hermosa y siempre te verás hermosa sin importar cuántos kilos tengas de más.
Ruedo los ojos.
—Justin, soy un elefante.
Ríe.
—Deja de decir eso, idiota. —Me besa la mejilla y apoya la barbilla en mi hombro—. Eres perfecta.
Una pequeña sonrisa se instala en mis labios.
—No lo soy —murmuro.
—Sh… —susurra colocando sus manos en mi vientre—. Eres perfecta, esto es perfecto.
Observo nuestro reflejo en el espejo dándome cuenta de lo hermoso de la imagen y sé que eso se grabará en mi cabeza por el resto de mis días. Una familia. Un papá. Una mamá. Una bebé en camino. Dos sonrisas.
—Es verdad, lo es.
Coloco mis manos sobre las suyas justo en el momento en que Leah decide patear y hacernos aún más felices.
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Save Me. {j.b}
FanfictionPrólogo Sus manos toman mis muñecas con fuerza obligándome a ponerme de pie, sus ojos buscan los míos cargados de furia y rabia descomunal. Mis manos tiemblan, mis piernas se debilitan al oír sus gritos furiosos y escandalizados. Cierro los ojos com...