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Ahora.

—¿Gritos y pasos? —pregunta Connor.

—No es nada —titubeo.  

—¿Discutiste con tu hermano? 

—No —digo—. No. Yo, eh... —No tengo una idea de qué decirle ahora. Pero sé muy bien que mis ojos comienzan a picar por enésima vez en sólo unas horas—. No es nada. En serio, no tienes que preocuparte, sólo ha sido un mal entendido. Luego voy a ir a explicárselo a nuestro conserje. 

Me abro espacio entre él y la puerta y camino de vuelta a la cocina, limpiando mis ojos disimuladamente con dos de mis dedos. El agua acaba de alcanzar su punto de ebullición y el hervidor se apaga.  

—¿Vinka? 

—¿Sí? —pregunto suave y sin mirarlo, mientras saco dos bolsitas de té y las pongo en sus respectivas tazas.  

—¿Estás bien? 

—Ajá. 

—Puedes... ¿Puedes mirarme? —pregunta muy despacio. 

Dejo lo que estoy haciendo, me muerdo el labio inferior y cierro mis ojos, esperando a que baje esta presión en mi garganta.  

Niego con la cabeza cuando me doy cuenta de que no seré capaz de mirarlo sin largarme a llorar. Estoy comenzando a desesperarme, porque ya no sé qué hacer para que la angustia deje de subir y bajar todo el tiempo dentro de mí. 

Todo iba muy bien hasta hace dos semanas. Todo estaba perfecto. Incluso hasta ayer por la mañana, cuando Liam dijo que sonreír me sienta bien. Y mírame ahora, otra vez patética, rota y miserable. 

—Vinka... —Connor musita, y puedo sentirlo acercarse a mí con cautela. Sumamente inseguro y vacilante, toma mi brazo y me hace girar hacia él, y luego me abraza como si se tratara de un hermano mayor, lo que es irónico, desde que tiene dos años menos. Trago saliva y me quedo en silencio al igual que él.  

No hace preguntas. 

No intenta hacerme hablar.  

Sólo me abraza y espera a que yo me reponga. 

Antes

—Estás temblando, vamos al auto. 

Niall abre el espacio entre nosotros y tira de mi mano para cruzar la calle de vuelta a su auto.  

—Voy a encender la calefacción. Vas a ver que en unos minutos entrarás en calor —dice mientras abre la puerta de acompañante para mí y yo me subo. La cierra y da la vuelta por delante del auto para subirse en el asiento de conductor. Gira la rueda de temperatura en el tablero y presiona un botón—. Ya está —dice despacio y me mira con detención. 

Yo no quito mi vista de las luces de la calle a través del parabrisas y trato de detener mi llanto silencioso.  

—Lo siento —musito. No se supone que le grites a una persona en la calle para que te deje en paz y rechaces una invitación a tomar café para luego estarlo llamando por ayuda a las 4am y llorando en su auto.  

—¿Qué sucede, Vins? ¿Cómo llegaste hasta aquí a esta hora? —pregunta con suma suavidad. 

Niego con mi cabeza y miro a mis manos inquietas sobre mis piernas medio desnudas.  

Yo invito (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora