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 Ahora

—Niall. —No puedo evitar la sensación de alivio invadiéndome al saber de él, incluso cuando sólo nos vimos ayer—. Hola.

—¿Cómo te sientes? 

—Mejor. —Sonrío. Cierro la puerta de mi habitación y me siento sobre la cama—. ¿Tú estás bien? 

—Sí, gracias. Eh... —se interrumpe a sí mismo para carraspear con la garganta, y puedo imaginarlo deslizando una mano por su cabello mientras piensa—. Te llamaba para saber cuándo puedo ir a tu apartamento. 

No puedo recordar en qué horarios Tom está o no aquí.  

—Eh... —Intento recordar cuándo ha salido y vuelto en los últimos días, para así  hacerme una idea de sus horarios para cada día de la semana, pero es imposible, ¿cómo voy a saberlo?—. Dame un segundo le digo rápido, al recordar que su horario está colgado con alfileres en su pizarra de corcho.  

Me quito las zapatillas, salgo en silencio de la habitación y me acerco en las puntas de mis pies a la puerta de la cocina para cerciorarme de que mi hermano sigue ahí, entonces vuelvo por el pasillo y entro a su cuarto, quito los alfileres de la superficie blanda y vuelvo al mío.  

—Aquí —murmuro.  

—¿Eh? 

—Espera —insisto. Cierro la puerta y me siento en el suelo con la espalda apoyada sobre ella—. Todo depende del día —murmuro—. Algunos días Tom está aquí toda la mañana porque no tiene ninguna clase y trabaja en la tarde, pero hay otros en que va a clases muy temprano y no regresa hasta la noche, después de su turno en el trabajo. Los viernes va a la universidad, luego viene y come aquí, pero tiene que volver a... 

—¿Sabes qué? Mejor dime todo su horario, creo que es más fácil. —No sé si está siendo irónico o si habla en serio. 

—¿Quieres que te lo diga? 

—Sí, por favor. 

Me aclaro la garganta y comienzo a dictarle las horas en que él no está en el apartamento, cada día de la semana. Suerte que es muy rápido escribiendo, porque por cada nueva hora que digo me pongo más nerviosa al pensar que Tom podría terminar con la comida y venir por mí para sentarnos a la mesa, y yo ni siquiera he ido a darme esa ducha.  

Una vez que termino, vuelvo en silencio a colgar el papel con su horario en el mismo lugar en que estaba y me encierro otra vez en mi habitación.  

—Ya —susurro al teléfono—. Tal como lo encontré. 

Niall se ríe despacio y me pregunta de nuevo si me he sentido bien. Vuelvo a sentarme junto a la puerta para estar atenta a cualquier movimiento de mi hermano. 

—Salí a correr hoy. No ha sido la distancia habitual, pero al menos es un comienzo. 

—Oye, con que hayas salido de tu apartamento me parece suficiente —murmura con simpatía. Por alguna razón no hemos dejado de hablar muy despacio desde la última vez que le grité. Sin embargo me agrada este nuevo trato—. Suenas más energética, además. 

—¿Te parece? 

—Sí, es como si estuvieras más tranquila ahora. 

—Estoy tratando de confiar en ti —digo. Se queda en silencio y me muerdo los labios, esperando no haber metido la pata.  

—Gracias, Vins —dice al cabo de un momento—. Estoy tratando de que confíes en mí. 

Sonrío levemente, cierro los ojos y apoyo la cabeza sobre la muralla fría. Suspiro. Niall también suspira.  

Yo invito (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora