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Antes

Después del transcurso de lo que ha parecido apenas una hora, me despierto escuchando el ruido de la lluvia sobre el techo de la casa y a mamá quejándose por quién sabe qué desde el pasillo. 

Siento algo moverse a mi lado, y sólo en cuanto mi hermano se levanta de la cama para caminar hasta la puerta, recuerdo que estoy en su habitación. Mitocondria aparece maullando y salta a la cama para ocupar su lugar. Tom abre la puerta y con su voz de recién despierto, dice: —No sigas llamándola, mamá. Está aquí, en mi habitación. 

Mamá suspira sonoramente. Entonces yo era la razón de sus quejas. 

—Gracias al cielo. ¡Pero, es que cómo no le ha avisado a nadie esta niña! Y encima lleva su teléfono apagado. Dios, dame paciencia. 

Oh, mi teléfono está muerto, es cierto. Quisiera levantarme para decirle que siento no haberlo puesto a cargar, pero estoy muy cómoda, cansada y aún somnolienta como para salir de la cama. Sin mencionar el frío que debe hacer fuera de estas cobijas. Además, Tom ya se ha encargado de decirles que estoy aquí y a salvo. Con eso debería ser suficiente. 

Cierra la puerta y, suspirando, mueve a Mitocondria a un lado y se acuesta, con evidente intención de seguir durmiendo.  

La habitación está oscura, dado que las gruesas cortinas teñidas de azul marino están completamente cerradas y acomodas con tal recelo, que la tela no permite el paso de la luz ni tan siquiera a través de un milímetro de espacio.  

Me estoy muriendo de sed y me duele el cuerpo por alguna razón que ignoro.  

—¿Qué hora es, Tom? —farfullo en la versión ronca y apenas audible de mi voz. Él se voltea sorprendido. 

—Estás despierta. 

Asiento con la cabeza.  

—No sé, como las 12pm —dice—. Oye, no es que me moleste que estés aquí, pero ¿por qué mi cama y no la tuya? 

Me encojo de hombros luego de incorporarme sobre la cama y sentarme con mis piernas cruzadas. —No quería dormir sola. 

Entrecierra sus ojos en una mirada no conforme, porque sabe que estoy utilizando una excusa barata.  

—No seas mentirosa. —Medio se ríe—. ¿Pasa algo? 

Esto es lo que odio de que sea mi hermano mellizo y no sólo uno corriente. Me conoce más de lo que quisiera, porque nuestras personalidades se asemejan mucho en varios aspectos.  

—¿No ibas a quedarte en casa de Theo? —pregunta y espera a que yo diga algo, pero al verme sólo congelada y en silencio, vuelve a hablar—. ¿Por qué no te has quedado en su casa? 

Evito mirarlo, y me siento como si fuese una niña y me estuvieran regañando y dando un sermón por porfiar. Si no se tratara de Tom, probablemente podría controlar el agua acumulándose dentro de mis ojos, pero sí es él. Y jamás he podido, ni podré fingir frente a él.  

—Porque ya no quiero volver a estar cerca de él —susurro. 

Frunzo mis labios en un intento fallido por detener el pequeño temblor de mi mandíbula y miro hacia abajo antes de que vea mis ojos amenazados por las lágrimas insistentes. Su única reacción es sentarse también, con mucha prisa frente a mí y acompañado de una expresión preocupada en su rostro. 

—¿Te hizo algo? —pregunta. Ya puedo decir que se ha puesto a la defensiva.  

—Sólo discutimos. 

Yo invito (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora