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Ahora.

—¿Estás acechándome? —le pregunto. Por primera vez lo veo tener una expresión diferente en su rostro. Su ceño se frunce y sus ojos se abren como platos y me miran confundidos.  

—¿Acecharte? —pregunta medio riéndose y con exagerada impresión—. ¿Qué? 

—No sé, no entiendo qué es lo que haces siempre fuera de mi apartamento —enarco una ceja.  

—Espero a alguien —titubea—. Mi amigo vive en frente. ¡Por supuesto que no estoy acechándote! 

Nadie vive en el apartamento de en frente. Él está mintiendo, es evidente, pero supongo que sería algo humillante decírselo y verlo atragantarse con una nueva excusa para estar aquí. De todas formas parece algo... torpe, e inocente. De alguna forma voy a hacer que me diga qué es lo que hace aquí siempre.  

—¿Qué edad tienes? —le pregunto. 

—Dieciséis. 

—Estás todo mojado, ¿seguro que tu amigo vendrá? 

Sus labios se juntan en una sola línea y puedo decir que está pensando en una respuesta estratégica o, por lo bajo, creíble. 

—No lo sé —dice al fin, por un momento creo que está aguantando la respiración.  

—Deberías secarte. Ven aquí. 

Su rostro cambia a sorpresa y casi creo que va a voltearse a ver si hay alguien detrás suyo a quien podría estar hablándole en lugar de a él. Se apunta a sí mismo y titubea. 

—¿Y-Yo? 

—Sí. Tú. Ven, toma algo caliente y sécate el cabello —dice mi repentino instinto maternal por mí. Es un crío y siento algo de lástima por él, seguro se está congelando aquí afuera.  

Se pone de pie y se acerca a mí de a poco, como si temiera que vaya a morderlo o algo. Pienso que es como una ardilla asustada, reprimo mi risa y me escondo tras mi pelo mientras giro la llave en la cerradura.  

—Entonces, ¿cuál es tu nombre? —le pregunto una vez que estamos dentro. Él se sienta en mi pequeño sillón mostaza para dos personas mientras yo lleno el hervidor eléctrico y lo pongo a funcionar. 

—Connor —dice.  

—¿Connor, qué? 

—¿Connor Daguerre? —responde inseguro y mirándome extraño.  

—¿Daguerre? ¿Cómo el sujeto que inventó la fotografía? 

Connor jadea en un intento de reprimir su risa y enarca una ceja. —¿Supongo? 

Acabo de sonar extremadamente nerd al decir eso.  

—¿Qué hay de ti? —él pregunta. 

—¿De mí? 

Habla despacio y dubitativo. —Tu nombre. 

—¡Oh! Vinka. Es Vinka. 

Connor asiente muy lento y se mete las manos en los bolsillos de sus tejanos. Se ve muy incómodo. 

—¿Quieres un té, Connor? 

—Me encantaría —sonríe.  

Lo observo de reojo mientras preparo dos tazas de té. Se levanta del sillón y camina lentamente hacia el mueble de madera junto a la ventana. Hay algunas cosas encima; una alcancía llena hasta la mitad de monedas pequeñas, una foto de mi familia, un libro que Tom está leyendo y mi esmalte favorito de color sandía. No diría que son adornos, pero al menos desde lejos podrían parecerlo.  

Yo invito (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora