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«No hay que sufrir, porque no vale la pena»

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«No hay que sufrir, porque no vale la pena»

Suelto un gran suspiro, debido a que el calor de sus brazos alrededor de mi cuerpo es lo suficiente para querer volver a caer dormida. Muerdo mi labio inferior al recordar que ambos estamos desnudos. Nuestros cuerpos huelen al del otro. Mi piel desprende su exquisito aroma, y me encuentro deseando no oler a nadie más.

Puede que no hayamos intimado. Que no haya sentido lo que es tenerlo en mi interior haciéndome suya, expandiendo cada uno de los sentimientos guardados que no sabía tenía por él. El solo pensamiento provoca que el corazón me lata desesperado dentro del pecho, haciendo que mis dientes atrapen mi labio inferior. Mis mejillas se tiñen de rosado, debido a que no puedo parar de pensar en lo de anoche.

Recordar su boca en.... el corazón amenaza con salirse de mi pecho. Siento aquel calor formarse entre mis muslos al poder tener presente el recuerdo de sus mimos y caricias en esa zona tan íntima. Me encuentro a mí misma acercándome más a él, queriendo mucho más de lo que pasó anoche. Más de lo que me gustaría admitir.

Estirar los brazos es sentir su aroma en cada partícula de mi piel. Su sudor mezclado con el mío de la noche anterior, creando el olor más exquisito de todos. Me acurruco más contra su firme pecho, a lo que su rostro se esconde detrás de mi cuello. Su respiración causa cosquillas en mi nuca, los vellos erizándose como respuesta. Siento sus carnosos labios rosados en esa zona de mi piel, la cual se encargó de besar antes de que cayésemos dormidos.

Mis piernas y las suyas se encuentran entrelazadas. Desuno el agarre para girar lentamente y poder apreciarlo mejor. Posee las facciones más hermosas que he visto sin contar al hombre de ojos azules que alguna vez amé. Sus labios rosados lucen provocativos, incitándote a morderlos. Sus largas pestañas besan el comienzo de sus mejillas, las cuales poseen un natural color rosado.

Sus ojos se abren lentamente, regresando a la vida. Una sonrisa se posa en sus labios, la cual es regresada por los míos. Acerco mi mano derecha hacia su mejilla, acariciando con mis dedos la suave zona. Los suyos se asoman para tocar los mechones de mi cabello. El momento es tierno, tranquilo. Ninguno de los necesita hablar para saber que varias emociones están saliendo disparadas por el aire.

—Joh-eun achim —susurra en coreano.

—Buenos días también —respondo, sintiendo mis mejillas sonrojarse.

Soy tomada por sorpresa cuando toma mi rostro con los dedos de la mano izquierda. Posa sus labios con delicadeza sobre los míos, mis ojos se cierran al igual que los suyos. Su lengua y la mía se funden lento, tomándose el tiempo. Cualquier rastro de su persona dominante y ronca de anoche acaba de desaparecer. Ha sido reemplazada por la versión dulce de Taehyung a la que estoy acostumbrada.

—¿Qué hora es? —pregunta.

—Las siete con quince minutos, para ser exactos —respondo después de ver rápidamente el reloj de la mesa de noche —. Sé que a veces puedes ser...

Hasta el Infinito ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora