Trilogía Lux in Tenebris (I)
A pesar de los años llenos de fama y dinero, Taehyung siempre ha pensado en aquella niña de ojos azules que robó su corazón desde el primer momento en que la vio. Nunca dejó de amarla a lo lejos.
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«También de él»
—¿Qué opinas?
Giro sobre mis talones para dejarlo admirar el vestido de novia que he estado diseñando por varios meses. Sus ojos mieles recorren cada pequeño centímetro del diseño, cada pequeño detalle, y me pregunto el por qué sus pálidas mejillas se sonrojan ligeramente cuando le entrego una tímida sonrisa.
Jamás me ha gustado compartir mi arte con las personas. Especialmente mis diseños de novia. Una vez que las mujeres los compran y la prensa se entera de quién es el diseñador, no me molesta. Pero jamás me ha gustado enseñárselo antes a alguien que no sea la persona que se lo va a quedar por el resto de su vida. Los vestidos de novia son especiales para mí, son el legado que mi abuela Jadeline nos ha dejado a todos nosotros.
El hombre de castaño cabello pasa las manos por su rostro. El gorro de lana negra que tiene puesta resalta más sus afiladas mejillas y sus rellenos labios. No recuerdo la última vez que lo había visto vestido tan casual, pero ahora que tiene descanso médico de por lo menos dos meses, es entendible que quiera estar lo más cómodo posible. Sus pantalones de mezclilla sueltos me hacen acordar a los que solía utilizar todo el tiempo cuando éramos adolescentes.
Al no obtener respuesta de su parte, me volteo hacia el espejo para tratar de ubicar algún error en el diseño. ¿Puede que no le guste que sea estilo princesa? La empresaria mexicana insistió mucho en que el vestido fuese de este estilo ya que su boda es una producción carísima en la que todo está basado en los cuentos de hadas. Tomo la falda entre mis manos y admiro los diamantes en fila que caen, y sonrío estando orgullosa de mí misma por ser tan perfeccionista con ellos.
—¿Qué piensas? —pregunto cuando su mirada se conecta con la mía a través del espejo.
—Pienso que serías la novia más hermosa —admite en un susurro.
Me sonrojo y no puedo evitar darle una tímida sonrisa. Se levanta del sofá para tomar mi mano entre la suya y hacerme bajar del pequeño estante. Tenerlo tan cerca se siente ajeno, no se siente correcto porque solamente pasan problemas cada vez que él y yo rompemos el espacio personal del otro.
Pero mis dedos se unen a los de él cuando los suyos encuentran los espacios entre los míos. Pienso en cuando éramos pequeños y mamá solía probarse vestidos de novia delante del tío Axel. Él solía quedarse viéndola por horas, horas infinitas en las que jamás dudé del amor que él siempre iba a sentir por ella.
Tengo miedo al poder ver ese mismo sentimiento en los ojos mieles del bello hombre que me observa. La corriente eléctrica que me recorre el cuerpo cada vez que sus dedos y los míos se unen sin pensarlo hace que me sienta feliz al mismo tiempo que culpable. Jamás entenderé que sucede entre nosotros, puede que a pesar de todo, tengamos que quedarnos al lado del otro para aprender algo más antes de decirnos adiós por siempre.