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«Solamente hay un final feliz»

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«Solamente hay un final feliz»

—Gia, pequeña leona, por favor ábreme.

Con la mirada fija en la nada y el agua cayendo por mi cuerpo mientras estoy sentada en la ducha, me pregunto en qué momento mi vida dejó de estar llena de felicidad. ¿En qué momento permití que otras personas entrasen a arruinar todos los planes que tenía? ¿Dónde quedaron todas esas ilusiones y sueños que había hecho durante años?

—¡Gia Jhalessi! ¡Soy tu padre, abre esta maldita puerta! 

«Prometo sonreír hasta que ella lo haga por sí misma».

Sollozo con fuerza y cubro mis oídos cuando mi padre sigue insistiendo del otro lado de la puerta que por favor le deje entrar. El agua se siente fría contra mi caliente organismo, pero no me permito levantarme. No me dejo ayudar por nadie porque no quiero continuar, no quiero salir porque sé que el resultado será el mismo. Por primera vez en mi vida sé lo que es sentirse destrozado, sin ganas de vivir. 

El agua me recorre por el rostro, se conecta con mis dedos y se pierde entre mis labios. Me quema por dentro, y el color rojo de mis lágrimas se mezcla con el transparente líquido delante de mis ojos. Solamente puedo ver sin poder ser capaz de detenerlo. Bajé cada una de mis defensas, dejé que la noche se apoderara de mi día por amor, y solamente recibí tormentas en lugar de arcoíris.

La puerta se ve abierta a la fuerza por mi padre, quien abre los ojos al verme debajo de la ducha con la ropa empapada. Mis lágrimas se han vuelto una sola con el agua, y por un momento pienso que soy yo quien se encuentra llorando toda esta cantidad, que la ducha ha sido apagada hace mucho tiempo. 

—¡Amor! ¡Esta no es la solución! 

Mi padre apaga la ducha rápidamente, pero me encuentro tan sumergida en mi dolor que no lo siento. Estoy dormida cuando pone sus brazos alrededor de mi cuerpo para sacarme del baño. Me carga hasta mi cama y me cubre con una toalla. Mi cuerpo tiembla, pero el frío se siente bien, el dolor que entra por lo más profundo de mi ser me da alivio. Me recuerda que todavía puedo experimentar sensaciones a pesar de que siento que me han arrancado el corazón.

—Pero, ¿qué...? ¡Gia! —Mi madre, quien salió de compras para la cena, acaba de regresar para encontrarme hecha un desastre.

Soy un desastre, no valgo la pena. ¿Cierto? Esa es la verdad. No merezco absolutamente nada, ni siquiera que ellos se preocupen tanto por mí. Inhalo hondo cuando mi mamá se acerca con desesperación y le pide a mi papá que le traiga cosas calientes para atenderme.

Mamá tiene los ojos cristalizados cuando me quita la ropa mojada. Me termina de secar el cuerpo con una toalla y me pone uno de mis camisones. Tiene la intención de peinarme el cabello, pero pongo mi mano sobre la suya para impedírselo. Me mira confundida.

—Quiero estar sola —confieso.

—Mariposa...

—Quiero estar sola —vuelvo a repetir sin mirarla a los ojos. 

Hasta el Infinito ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora