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 «Hasta el infinito»

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«Hasta el infinito»

Recuerdo cuando era una adolescente, siempre soñé con formar una familia. Una llena de amor en la que nunca existirían los problemas. Sería un hogar repleto de felicidad, de mañanas en las que el sol iluminaría cada rincón y en donde las risas jamás faltasen. Una casa llena de seguridad, de amor, de esperanza. De sentimientos puros que alejarían a cualquier oscuridad que intentase ponerse sobre nosotros.

Cuando me enteré que tenía a un ser formándose en mi interior, no pude evitar imaginar en lo que sería sentirlo moverse dentro de mí. En lo que sería poder experimentar sus pequeños pies acariciando mi vientre para recordarme que jamás estaría sola, que él estaba a mi lado creciendo poco a poco para venir a hacerme compañía. Esa pequeña bola de luz que ha sido creada por el amor que existe entre su padre y yo. Imaginé en lo que sería juntar mis manos con las de esa pequeña criatura que venía a iluminar cada oscuridad que alguna vez llenó mi mundo. 

Deseé que fuese mi voz la primera que conociera, que mis palabras de amor fuesen las primeras en encontrar sus oídos. El mundo sería mucho más brillante que el sol cuando él estuviese aquí a mi lado. A pesar de que sus ojos necesitarían tiempo para ajustarse a la abrumadora luz del mundo, yo estaría ahí para ayudarle en cada tramo del camino.

Le hubiese dado todo lo que tengo. Le hubiese enseñado todo lo que sé y le hubiese prometido que lo haría mejor todas las veces que fuesen necesarias para mostrarle que a su lado estaba dispuesta a aprender para ser la mejor versión de mí posible. Siempre lo hubiese sostenido cerca, pero también hubiese aprendido a dejarlo ir a hacer su camino en este mundo que no soy capaz de cambiar, pero que hubiese iluminado para que no tuviese miedo de adentrarse en lo desconocido. 

Suavizaría cada golpe y hubiese limpiado cada una de sus lágrimas para prometerle que siempre estaría a su lado hasta el final. Que, con cada latido suyo, defendería cada respiración que me diese. Le hubiese recordado que es amado, que es querido más de lo que piensa. Que, a pesar de ser demasiado joven para entender la luz inimaginable que tiene dentro, protegería cada sonrisa suya para mantener esa felicidad que me encargaría de construir con cada parte de mi ser. 

Pero ya no tengo esa oportunidad.

Me hice infinitas ilusiones. Imaginé el color de su mirada, en si sus ojos serían dueños de aquel color miel cálido que le pertenece a su padre. O si tendría el azul de los míos. Pensé en el timbre de su voz, en si sería suave o profunda. Imaginé nombres, varios de ellos, y que podría pintar en su habitación el que escogiese. Soñé con pintar nubes blancas sobre el celeste más hermoso, llenar aquel cuarto en un hogar junto a su padre con sueños que serían cumplidos por su presencia en nuestras vidas. 

«Tu cérvix es más pequeño de lo normal».

Las palabras de la doctora resuenan en mis oídos mientras continúa explicándome la razón por la que perdí a mi bebé. Mientras más información me da, más me ahogo dentro del océano que ha sido formado gracias a mis lágrimas. Ella insiste en que existen métodos que puedo tratar, pero que es muy difícil que, al quedar embarazada, el bebé tenga lugar para crecer gracias al rígido espacio que tiene.

Hasta el Infinito ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora