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 «Colores en el viento»

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«Colores en el viento»

Camino alrededor de la sala mientras miro a mi representante, quien suelta una que otra carcajada al verme ansioso. No me gusta esto de tener que hacer terapia, pero es algo que los doctores me han recomendado para batallar contra la ansiedad que me da no poder estar haciendo música durante otro mes más. 

No sé clase de terapia Derek ha conseguido para mí, solo que parece demasiado entretenido con mi pequeño ataque de pánico mientras que él se dedica a terminar de leer el papel periódico entre sus manos. Mi padre y él intercambian una que otra mirada, lo que solo hace que mi ansiedad aumente y que quiera arrancarles los papeles que tienen para que me observen a los ojos. 

El timbre de mi hogar suena y estoy por ir a atender cuando mi representante me indica que me quede en mi sitio. Hago lo que me pide y lo aprecio salir de la sala para ir a atender la llamada. Miro a mi padre, quien solo se ríe una vez más en mi cara y se cubre el rostro con uno de los documentos que está revisando. No me causa ninguna gracia.

—Pobre de ustedes que me hayan traído a alguna anciana con la que haré yoga o...

—Solo tengo veinte años, y no, nunca he hecho yoga en mi vida. Pero podemos tratar si eso deseas —me responde una suave voz. 

Giro sobre mis talones para mirar a la desconocida al lado de Derek, quien tiene una gran sonrisa en los labios. Por un momento me quedo sin saber qué decir, con las mejillas sonrosadas por mi comentario y que ella lo haya escuchado. A pesar de ello, la muchacha de largo cabello continúa sonriéndome con amabilidad mientras sujeta cuatro lienzos.

Mis ojos se pierden en los suyos, los cuales son de un color verde claro, recordándome a las hojas en los árboles. Naturaleza, a eso es a lo que me recuerdan. Me hacen pensar en un bosque infinito lleno de aves cantando, lo que puedo confirmar una vez más cuando su sonrisa crece y sus ojos se cierran gracias a ello. Es adorable, e irradia bastante amabilidad. Tiene puestos unos simples pantalones sueltos de mezclilla y una camiseta rosado pálido que resalta el color blanco de su piel.

—Lo siento, no quería ofenderte —me disculpo de inmediato.

—No hay de qué, entiendo una que otra broma —me asegura. Su voz es dulce, cálida. Sus mejillas tienen un rubor rosado natural y me percato que no tiene maquillaje.

—Derek, ella es tu terapia —me dice Derek.

—Mucho gusto, soy McKenna —sonríe, mostrándome un par de adorables hoyuelos.

—¿McKenna? 

—Sí, McKenna la artista —ríe. 

Me pregunto de dónde ha salido esta chica tan adorable. La forma en que mis labios suben en una sonrisa cuando ella no deja de hacer lo mismo hace que mis mejillas se llenen de un color rosado claro. Me percato una vez más de los lienzos bajo sus brazos al igual que Derek. No tardo en ayudarla a ponerlos delicadamente en el suelo. 

Hasta el Infinito ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora