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 «Tengan piedad»

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«Tengan piedad»

Encontré la luz en el hermoso océano, aquello lo puedo confirmar una vez más cuando la bella mujer de ojos azules me entrega una amplia sonrisa al encontrarnos bajo los rayos del sol. En esta naturaleza tan hermosa, tan llena de vida, sé que no querría estar en algún otro lugar que no sea a su lado. Ella y yo somos una especie de diamante brillando cada vez que estamos juntos los dos.

Elijo ser feliz a su lado. Su amor es como una estrella fugaz, una visión de éxtasis que me hace sonreír en la más profunda oscuridad. Su mano entre la mía, sus labios acariciando los míos, me hace encontrar luz en medio de todo este lugar en el que he estado durante muchos años. Me ha ayudado a alejarme del borde del abismo, a conocer lo que es caminar en el exterior sin problemas.

A pesar de todos los problemas, en lo más profundo de mi ser sabía a la perfección que seríamos uno solo en algún momento. El destino lo tenía planeado para nosotros. El universo se ha movido a nuestro beneficio para hacer que nuestros caminos tomasen el mismo rumbo. Puede que al comienzo estuviese celoso de nosotros, del amor que tenemos por el otro. Pero, con el paso del tiempo, ha aprendido a aceptar su derrota y nos ha dejado ser felices.

—¡Mira esa! —me señala una de las mariposas de color verde sobre el árbol.

—Es muy hermosa —afirmo —. ¿Qué tal esa?

—¿La de color azul? —asiento —. También es hermosa.

—¿Sabes? Me encantaría ver una de color púrpura —admito —. Es un color que resplandece con todo, ¿no crees?

—Un color muy bonito —ríe sobre mis labios.

Al encontrarnos en el parque cerca de nuestro hogar, con todas las personas observándonos a unos cuantos metros de distancia, me siento aliviado. Aliviado porque tengo toda la seguridad de que esta vez estamos juntos de verdad. Que no hay problemas, que no existen los secretos. Ya no existe nada que pueda separarnos o ponerse entre nosotros. Nos tenemos el uno al otro, juntos hasta el infinito.

Ella es la persona que pedí, que he buscado durante toda mi vida. He esperado por ella tantos años que todavía no puedo creer tenerla a mi lado. De esta forma, con sus manos junto a las mías y sus labios queriendo besar solamente los míos. Incluso cuando me sonríe, me dedica uno de esos gestos que ha guardado para mí y nadie más. Conozco cada rincón de ella, cada espacio de su ser, y a pesar de todo eso, sabe perfectamente cómo sorprenderme con pequeños detalles que llenan mi pecho de ese cálido sentimiento que solo ella puede producir.

Su risa llena mis oídos cuando escondo mi rostro en su cuello. Echados sobre la pequeña manta que ha colocado sobre el césped, me pregunto en qué momento toda esta felicidad ha llenado nuestras vidas. No importa cuántos problemas hayan sucedido entre nosotros, seguimos juntos para afrontarlos tomados de la mano. Agradezco cada cosa que he pasado a su lado, ya que me ha enseñado todo lo que soy capaz de hacer. Todo lo que puedo lograr si de verdad quiero conseguir eso que tanto anhelo.

Hasta el Infinito ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora