Capítulo 8.

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Capítulo 8

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Capítulo 8.

(Sam).

—¡Ay, sí! ¡Sam! —Rebeca gemía bajo mi cuerpo mientras sus piernas estaban abiertas y colocadas sobre mis caderas. No podía parar de darle duro una y otra vez—. ¡Oh, Dios! ¡Qué bueno eres! —ella continuó jadeando fuertemente entre cada penetración, cómo si no hubiese un mañana.

Habíamos ido a un motel para disfrutar sin interrupciones de terceros, donde podíamos estar juntos libremente y sin que nadie nos estorbara. La hermosa rubia estaba completamente empapada de sudor y agitada por mis embates que no se detenían.

Necesitaba más, mucho más. Estaba muy excitado a la vez que frustrado, pero deseaba descargarme como fuese posible. Cuando Rebeca apoyó sus manos sobre mi espalda gracias a la desesperación que mis embestidas le causaban, no dudé en hacerla venir con brusquedad.

—¡Oh, Dios mío! ¡Me vengo, Sam!

Los gritos de la rubia cuando llegaba al clímax comenzaron a llevarme a la perdición. Pero sin haberlo esperado, en mi mente se recrearon imágenes de las alargadas piernas y el abdomen de mi nueva vecina, lo que causó que penetrara a Rebeca con más rapidez y crudeza, haciéndola gemir en total descontrol. Luego, aquellos ojos marrones y claros se atrevieron a pasar por mi cabeza, acompañando a los delicados labios que pude apreciar con cercanía.

Estuve a punto de llegar al orgasmo de manera violenta, pero antes de cometer una estupidez por mis vagos pensamientos, retiré mi duro miembro palpitante y me derramé sobre el vientre de la rubia, manteniendo los ojos cerrados.

—Mierda... —gruñí por lo bajo, mientras que la voluptuosa rubia de ojos verdes acariciaba mi desordenado pelo.

—Dios, Sam... Hoy has estado... ¡Eso fue maravilloso! —los ojos verdes de Rebeca parpadearon repetidas veces al venerar mi arranque sexual—. Siempre lo has hecho tan bien, pero cada vez es mejor... —acarició mi rostro y simulé una sonrisa.

«Carajo».

—Tengo que usar el baño. Ya vuelvo —le di un beso en los labios y me aparté de su cuerpo extremadamente sensual.

Cuando me metí en el baño, cerré los párpados y los presioné un poco confundido. Revolví mi pelo con fastidio y suspiré con frustración. Luego, me miré a través del espejo con los ojos achicados. Un extraño remordimiento llevaba torturándome cada vez que podía. Apoyé las manos sobre el lavabo y bajé la cabeza.

«¿Qué mierda me pasa? No soy así. Ni siquiera conozco a esa chica de nada».

Presioné las manos y las convertí en puños. Quería creer que mis pensamientos vagaron a esa malcriada por el mal rato que había sucedido hace varios días.

—Sam, mi amor... —Rebeca tocó la puerta con suavidad—. ¿Estás bien? —la escuché preguntar al otro lado.

—Sí, salgo en un minuto —le avisé y sacudí mi cabeza para evitar los pensamientos involuntarios.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora