Capítulo 30.

26.9K 2.1K 710
                                    

Capítulo 30

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 30.

(Sam).

No podía negar que hacía mucho tiempo que no me había despertado con tan buenos ánimos. A pesar de que el agotamiento de la paja en plena madrugada hizo que incrementara mi pereza para levantarme, tenía que aceptar para mis adentros que me sorprendió el hecho de que Samanta vino a despertarme.

Cuando me duché y me cepillé los dientes, me vestí con ropa para ejercitarme. Quería entrenar más temprano y a solas para mantenerme concentrado. Sabía que los entrenamientos y los torneos de la universidad serían muy intensos y exigentes. Y para ser sincero, perder no me gustaba en lo absoluto. Para no pasar por lo que creía desagradable, prefería dar todo de mí como corredor.

Me puse un pantalón negro que iba a juego con un abrigo del mismo color. Ambos de la marca Nike. Bajo las piezas de ropa portaba una camiseta azul cielo. También me había puesto una de mis tantas zapatillas de corredor. Luego me miré en el espejo para comprobar que continuaba viéndome "horroroso" para Samanta, lo cual era una ridícula mentira que ella usaba para joder mi ego. Aunque sí lo lograba...

Alcé mi mirada azul sobre el cristal que reflejaba mi aspecto y eché mi pelo desordenado y húmedo hacia un lado de mi cara con toda la seguridad del mundo. Tenía la esperanza de encontrarme con Samanta en algún momento del día y no podía desperdiciar mi tiempo. Ella tenía que darse cuenta de que yo, el Dragón, estaba a su altura.

Cuando bajé las escaleras y fui hacia la cocina, me senté junto a la alargada encimera de mármol. La madre de Samanta ya tenía listo mi plato con el almuerzo recién calentado. Me sorprendía lo eficiente que ella y su hija podían ser. Y es que estaba seguro de que cuando la respondona salió de mi habitación le avisó a la señora Sara que yo había despertado.

La verdad era que odiaba que me despertaran en mi tiempo libre o de descanso. A nadie le hacía caso cuando venían a despertarme. Hasta para mis padres yo resultaba un maldito problema en esos momentos de sueño. Sin embargo, no dudé en obedecerle a Samanta, pero tampoco me molestaba hacerlo.

—Buenos días, joven Sam —la señora Sara me saludó y colocó un vaso de jugo de frutas junto a mi almuerzo—. Veo que va a entrenar más temprano de lo que acostumbra. ¿Desea alguna otra cosa antes de marcharse a la pista?

«A tu hija».

Comencé a comer mientras ideaba lo que realmente quería, porque en realidad lo único que estaba deseando era tener a su linda hijita.

—Sí, bueno... —me hice el desentendido por completo—. La señorita Samanta me estuvo ayudando a organizar unas tandas de ropa. Como todas son piezas nuevas, el sábado le pedí que me ayudara a guardarlas. Por eso su trabajo comenzó ese día. No obstante, y para mi mala suerte, no le rindió el tiempo para terminar —solté un suspiro lleno de ironía, siendo bastante dramático, al punto de que yo mismo me lo estaba creyendo.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora