Capítulo 60.

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Capítulo 60

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Capítulo 60.

(Sam).

Me encontraba sentado sobre uno de los sillones de la zona VIP. Xander, Iván, Ángel y los demás estaban en lo suyo. Algunos fumaban y tomaban. Otros permitían que las mujeres bailaran sobre sus cuerpos o hacían las tres cosas a la vez.

Yo, sin embargo, me sentía aburrido mientras le daba una calada a mi cigarro. Recosté la espalda sobre el sillón y dejé que los minutos pasaran. No veía a Héctor por ningún lado. Lo había perdido de vista cuando se largó de repente. Estaba tentado de ir por mi teléfono para saber si Samanta ya vendría, pero lo había dejado en el despacho porque no tenía ni una gota de carga.

—Dragón, ¿por qué no te diviertes un poco? —me preguntó un cliente nuevo de la zona VIP—. Hay putas para escoger —se encogió de hombros mientras una mujer le movía el culo casi en su cara—. ¡Además, tú puedes tener a la mujer que te dé la gana!

—No estoy de ganas.

—¡Dale, hombre! —insistió otro cliente que acompañaba al primero, mostrándome a dos de sus acostadas—. ¡Los culos sobran en este lugar!

Puse los ojos en blanco y los ignoré por completo. Me giré un poco y varias chicas se acercaron a mí de manera provocativa.

—¿El dueño necesita compañía? —me preguntó una de ellas en un tono muy sugerente, mostrándose descarada de igual forma que las demás.

Agité mi mano para que se alejaran de mi vista, lo cual hicieron al marcharse, cada una haciendo pucheros.

—¡Dragón! —escuché la voz de Héctor y con la mirada lo busqué—. ¡Ya están aquí! ¡Mira a quién te he traído! —venía con Samanta y su amiga.

Aunque me puse nervioso cuando vi a la chica que me gustaba, me hice el desentendido y volví a recostar la espalda sobre el sillón. Samanta sujetaba una bolsa de regalo y la apretaba con cierta fuerza. Todos los presentes se quedaron observándola más de lo que quizá ella hubiese querido. Ellos tenían curiosidad por saber quien era.

—Tardaste demasiado —fue lo primero que le dije al enarcar la cejas, dándole una calada a mi cigarro.

Ah... Es que me quedé dormida más de lo debido —se encogió de hombros—. Entre los quehaceres de la mansión y las tareas de la universidad...

—¿Qué pasa con eso? ¿Acaso yo no soy importante para ti? —esquivé su mirada y le di otra calada a mi cigarro.

—Bueno... —se puso más nerviosa de lo que ya estaba—. Bueno, sí... —tartamudeó—. Lo que pasa es que...

—Lo que pasa es que no me llamaste después que te ordené que te fueras a descansar. No estás siendo considerada con el Dragón, respondona.

Ay, que manera tan vergonzosa de dejarle saber que estaba desesperado —Héctor le murmuró a la tal Liz cuando colocó la palma de su mano sobre su boca, como si estuviese diciéndole un secreto.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora