Capítulo 46.

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Capítulo 46

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Capítulo 46.

(Sam).

Samanta había dejado su cabeza sobre mi pecho y su cuerpo muy cerca del mío. Tenerla a mi lado se sentía tan jodidamente bien, tanto que todavía me estaba acostumbrando a ese sentimiento. Disfrutaba mucho de su mera compañía y me sorprendía saber que ni siquiera teníamos que llegar al sexo para sentirme en el cielo.

No podía malinterpretar las cosas, porque estaba más que claro que yo deseaba a Samanta. Mis ganas de hacerla venir eran más que suficientes para tenerla solo para mí. Sin embargo, me mantenía en vilo, paciente, dejando que ella me conociera un poco más.

Por mucho tiempo siempre he sido un hijo de puta sin corazón, pero con la chica que tenía entre mis brazos era muy difícil esconderme —y más cuando me decía las cosas en la cara sin ningún tapujo—. Quizá era lo más que me atraía de Samanta; que solo era ella, sin filtros, sin importarle los comentarios de los demás, sin dejar de ser una persona pura y real.

Durante mucho he vivido con personas que solo se han preocupado por sus apariencias o por el dinero que tenían en sus cuentas bancarias para poder ser dignos de mi amistad y acercamiento, pero en el fondo siempre me inquietaban esas situaciones tan falsas. Ver a Samanta tan relajada y vulnerable entre mis brazos me hacía reflexionar y pensar que quizá no todo era tan falso en la vida y que había más cosas que realmente llenaban a uno como persona.

—Oye, fea... —continué acariciando sus omoplatos. No podía ver su cara, pero eso no impidió que yo tragara saliva por los nervios que ella lograba causarme—. Te he dicho que me gustabas mucho —carraspeé—. Quiero decir, me gustas muchísimo. Así que creo que obtienes la gran dicha de oír de mí que lo tienes todo para ser la novia del gran Sam Chaidez Telles, el Dragón. ¿Te imaginas lo qué podría decir la gente? —me reí, aunque sentía un nudo en la garganta—. Ya sabes, lo que dirían de cómo una fea como tú podría estar con alguien como yo.

Cuando noté que no hablaba, presioné los labios al sentirme más nervioso de que dijera alguna estupidez y no le agradara la idea. Sin embargo, yo sabía perfectamente que era un bruto hablando de los ridículos sentimientos.

—¿Qué? ¿Te comió la lengua el Dragón? —me removí sobre la cama con ella—. Ah, ya sé... Es que te has quedado sin palabras al imaginarte esa situación tan asombrosa en tu vida —sonreí—. No te afanes, boba, pero podría aguantar que la gente diga lo que quiera en cuanto te quedes cerca de mí. Como te dije, eres fea, lo sé. Pero es a mí a quien le debe gustar, no a los demás. Sé que ahora es muy prematuro y que trabajas aquí en mi casa, pero cuando hablo de esto podría ser en un futuro. ¿Qué crees?

Más ruborizado no podía estar, ya que sentía que la calentura de mis mejillas llegaría al límite. Achiqué los ojos al volver a removerme, pero fue cuando me di cuenta de que Samanta se había quedado dormida sobre mi pecho. Solté un largo suspiro, entre una mezcla de frustración y alivio. Hubiera preferido que ella me hubiese escuchado. Sin embargo, en el fondo también me aliviaba que no fuese así, porque no quería hacerla sentir que iba muy rápido.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora