Capítulo 42.

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Capítulo 42

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Capítulo 42.

(Sam).

Al día siguiente, todavía estaba flotando en una nube imaginaria. Incluso, el día anterior, cuando Héctor se fue, me duché tranquilamente y me dormí al instante. Descansé tan relajado ya que sabía que al día siguiente vería a Samanta después de que terminara sus clases en la universidad.

Sin embargo, esas mismas ansias que siempre me consumían, me hicieron despertar más temprano que de costumbre. Aproveché para ir al gimnasio de la mansión y me dispuse a realizar una larga rutina de ejercicios para apaciguar las emociones en mí.

El tío Ian me acompañaba. Y es que los dos estábamos sin camisetas ya que habíamos sudado lo suficiente. Este realizaba sentadillas a mi lado, mientras que yo corría en una de las trotadoras a una velocidad bastante rápida. Él también se había despertado muy temprano para realizar su rutina de ejercicios. Ambos, aún con las respiraciones entrecortadas por el esfuerzo que hacíamos, hablábamos casualmente de lo que ocurrió ayer en cuanto a mis padres.

—A veces se ponen medios insoportables contigo, lo sé —remarcó el tío Ian al continuar realizando sentadillas—. Entiendo que estén preocupados con tu futuro y tu bienestar, pero no me parece correcto que quieran manejarte en esos aspectos como les da la gana. Hablaré con tus padres sobre esto.

—No, tío —me negué—. Déjalo así. Es una situación que ellos no entenderán de momento.

El tío Ian siempre me escuchaba cada vez que podía. Incluso, cuando él tenía la posibilidad de defenderme en cualquier aspecto, ahí estaba, presente ante las causas.

—Además, no quiero que piensen que esto es uno de mis arranques de rabia y rebeldía —añadí—. Si vas a hablarles sobre este asunto, es de la manera que lo tomaran.

—Pero no puedes echar a la mierda tus demás sueños —me recordó.

—Lo sé, pero no están del todos perdidos —sonreí con mi pelo desordenado sobre los lados de mi cara y el sudor, pensando en Samanta—. Además, continuar estudiando es algo que deseo. Lo que sucede es que odio la forma cómo me imponen que debo hacerlo por conveniencia y no porque me haga sentir lleno. ¿Te imaginas si no me hubiese gustado la arquitectura? ¿Tienes idea de cuántas discusiones me ahorré con mis padres? Casualmente, muchas.

—Sé que amas la arquitectura como nosotros, pero... ¿Y los negocios? —el tío Ian me miró desde su posición mientras continuaba ejercitándose.

Me quedé en silencio e intenté reflexionarlo. Manejar dinero y negociar no era una idea desagradable para mí. Sin embargo, cuando mi padre me dijo que yo debía estudiar negocios para adquirir más experiencia y estar mejor preparado para controlar todos los bienes que me serían heredados, se refería a que tendría que hacerlo fuera del país por algunos años. Y eso era una situación que yo no quería y tampoco me sentía preparado.

Estaba a punto de responderle al tío Ian lo que pensaba respecto al tema de estudiar negocios más adelante, pero la mamá de Samanta entró al gimnasio. Cargaba una lujosa bandeja con una taza de café recién hecho para mi tío y un vaso de jugo de frutas para mí. Por alguna razón, verla me hizo sentir un poco contento, a pesar de que su hija estaba en la universidad. Me hacía recordar que ella vivía en mi propiedad.

La señora Sara Villeda parecía un poco cohibida cuando se detuvo muy cerca de nosotros, esperando que ambos nos decidiéramos por tomar nuestras bebidas. Ella bajó la cabeza muy ruborizada y asumí que su acción era de lo más normal cuando se trataba del servicio.

—Señora Villeda, ¿se encuentra bien? —aunque se lo pregunté extrañado por la forma tan cohibida de presentarse ante nosotros, quería saber si en realidad estaba bien y si de verdad no había sospechado que la noche anterior estuve en la habitación de su dulce hijita.

Eh... Sí, sí... Claro, joven... —me afirmó por lo bajo, pero cuando disminuí la velocidad de la trotadora, me fijé en que ella utilizaba el uniforme del servicio. Era una mujer bastante llamativa, con una belleza muy peculiar como la de su hija.

—Me alegro —decidí adquirir información cuando estiré mi mano para que me entregara el jugo de frutas—. ¿Cómo usted se está sintiendo con el empleo en esta casa?Espero que su hija también se sienta cómoda —proseguí muy convincente—. Como futuro heredero, debo preocuparme por el bienestar de los empleados...

Mi tío enarcó las cejas al escuchar mis palabras, porque la realidad del asunto era que yo no era así. Nunca me había importado el personal del servicio de la mansión. Carraspeé y decidí evadir la mirada azul del hombre que me observaba con curiosidad; la misma mirada que había heredado de los Telles.

—¿Sabe, Señora Villeda?

—Puede llamarme "Sara" —sonrió con timidez—. Ya se lo he dicho, joven.

—Sara, usted prepara unos jugos naturales muy exquisitos. Quiero uno como este para el desayuno.

—¿Quiere qué se lo prepare ahora, joven? —me preguntó, pero me di cuenta de que mi tío ni siquiera se había levantado para tomar su taza de café.

—No —negué con normalidad—. Después de esta rutina, iré a correr un rato a la pista de campo. No he terminado —cuando le di el último sorbo al delicioso jugo de frutas, coloqué el vaso sobre la bandeja—. Puedes retirarte... —le dije al creer que mi tío ya no estaba interesado en la taza de café.

—No, no puede retirarse —zanjó el tío Ian al mostrarse desafiante. Luego prosiguió con sus sentadillas, dejándola en pie y esperando—. Todavía tengo un café que tomarme —murmuró con suma sequedad.

—Señor Telles, si me lo permite, me gustaría volver a la cocina para prepararle el desayuno a su sobrino —ella le pidió entre dientes—. Cuando se le antoje tomarse el café que usted pidió, vuelve a llamarme...

—¿Qué parte no entendió cuando dije que no se retirará hasta que yo lo ordene? —mi tío la miró de forma intimidante, pero yo me sentí un poco tenso de que la tratara así por el simple hecho de ser la madre de Samanta—. Yo ordeno, usted sirve.

—Tío...

—Lo siento, Sam. Pero esta empleada tiene que entender que debe acatar las órdenes de cada uno de los miembros de esta familia, no solamente de ti.

—Claro... —ruborizado, apagué la trotadora y me coloqué una toalla sobre mi nuca y mis hombros. Aunque para mí eran normales los regaños hacia el personal del servicio de la mansión, me resultaba un poco incómodo el regaño del tío Ian—. Oye, iré en este momento a la pista de campo. ¿Vienes? —intenté quitárselo de encima a la señora Sara.

—No, hoy no —se negó con tranquilidad y prosiguió con las sentadillas—. Cuando termine mi rutina debo atender unos asuntos de trabajo en el gran despacho.

—Está bien —me encogí de hombros con naturalidad y le dediqué una mirada neutral a la madre de Samanta antes de salir del gimnasio.

Héctor, Iván, Ángel y Xander vendrían a hacerme compañía mientras entrenaba. Como todos vivían en la misma urbanización y a pocos minutos de mi propiedad, acostumbraban a mantenerse en forma al conversar y ponerme al tanto de lo que sucediese en las afueras y en el Night Dragon. Aunque verlos siempre me resultaba entretenido —ya que siempre teníamos de qué conversar—, lo único que deseaba era que las horas pasaran lo más rápido posible para tener de vuelta a Samanta.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora