Capítulo 26.

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Lost My Mind - BRIDGE ♪

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Capítulo 26.

(Sam).

Si no fuese por los conductores que continuaron jodiendo con los cláxones desde el exterior, seguiría besando a Samanta. De verdad quería continuar haciéndolo. Era como una droga tentativa para mí. Cada vez que yo me robaba un beso de sus tiernos labios la ansiaba aún más. 

Samanta, obviamente, se quedó sin palabras ante mi nuevo arranque hacia ella. Aunque yo tampoco esperaba que comentara algo al respecto. Sabía cuánto le gustaban mis besos. También tenía una leve idea de su verdadera impresión. Y es que me disculpé desinteresadamente. Era la primera vez que me disculpaba con alguien particular y de clase baja porque había salido de mí con sinceridad.

La respondona causaba unas raras cosquillas en mi pecho y en mi estómago, pero era como sentir su magia en mí. Había llegado a la pista de campo hecho una furia y sentía que tenía que sacar mi dragón interno a relucir. Pero, sinceramente, me alivió el hecho de que ella ni siquiera se dejó llevar por mis estúpidos amigos. Un extraño orgullo me invadió y supe que Samanta no era para cualquier pendejo de segunda.

No cualquiera podía estar a su nivel para rendir sus expectativas. De tan solo asumirlo, mi yo interior se regocijaba como un niño pequeño. Continué manejando con la mirada alzada y manteniendo el silencio con ella. Estaba tensa, pero me gustaba afectarla.

Quizá en otro momento hubiese dicho que mi ego se debía al hecho de que sentía que podía tenerlo todo. Sin embargo, con ella era distinto. Parte de mi arrogancia era porque me sentía tan orgulloso de tenerla justo a mi lado, logrando lo que otros no. Me comportaba de manera estúpida por una niña que me estaba comiendo la mente una y otra vez, pero no me importaba.

Disimuladamente, miré su escotada blusa de ejercicios color rosa pálido. Ese tono siempre resaltaba su blanca piel tostada por el sol. Se me hacía tan difícil no mirarla por completo. Definitivamente, era hermosa por donde se mirara. Quizá ella no lo sabía, por su patética forma de ser al vivir del desinterés. Y aunque me resultaba extraño, me agradaba el hecho de que hasta en eso fuese tan humilde.

Para mí Samanta era como una extraña especie en peligro de extinción que no se encontraba todos los días. Y claramente tenía que darle la razón a Héctor. No era una chica fácil, pero me conformaba de momento con su marginada compañía.

—¿Te sientes bien? —le pregunté y miré sus mejillas teñidas. Disimuladamente, apreté el volante para contenerme de sus tiernos gestos.

Samanta asintió y percibí cómo entrelazó sus dedos al sentirse nerviosa.

—Llegaremos pronto. No te preocupes —le dije—. Héctor se desviará hacia una tienda que se ubica a dos calles de aquí para comprar nicotina, cerca de un puesto de gasolina. Allí es donde me detendré para llenarle el tanque a este dragón. Además, necesito comprar cigarros —le expliqué.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora