Capítulo 2.

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Capítulo 2

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Capítulo 2.

Guaynabo, Puerto Rico.

(Sam).

Mi teléfono sonó por segunda vez consecutiva, pero no me apeteció responder después del gran polvo que había echado con Rebeca, la mujer que siempre había querido a mi lado y con la que me convertí en un hombre muy sexual.

—¿No vas a responder? —me preguntó la sensual rubia mientras se alisó su carísimo vestido corto. Me miraba con atención.

—¿Para qué? —encendí un cigarro y le di una calada para botar el humo por la ventanilla media abierta de mi lujoso vehículo—. Es mi madre.

—Con más razón deberías responder. Quizá está preocupada, Sam.

—¿Por qué debería estarlo? La vi en la mañana y todo marchaba bien. Además, cada vez que puedo la complazco al igual que a mi padre, como el hijo ejemplar que siempre he sido —me encogí de hombros y recosté mi cabeza sobre el asiento del conductor—. Si me está llamando en este momento no debe ser para algo importante, sino para uno de sus tantos caprichos.

—Qué mucho has madurado... —Rebeca acarició mi mejilla desde su posición—. Te has convertido en un hombre seguro de sí mismo —me dijo con sugerencia y se mordió el labio. Ella era insaciable.

Rebeca y yo, como tantas veces, nos habíamos visto a escondidas para tener sexo. Había ido a recogerla a la casa que vivía con su marido. Por suerte, este no se encontraba ya que trabajaba. Sin embargo, ambos aprovechamos y lo hicimos en mi lujoso vehículo en un lugar desolado, aunque cerca del vecindario donde los dos residíamos.

Aunque Rebeca era la mejor amiga de mi madre, siempre encontré conveniente que lo fuera. Ese hecho ayudó a que ella comprara una casa en la urbanización que mis padres diseñaron. Siempre la podía tener sexualmente. Cada vez que teníamos la oportunidad, la aprovechábamos.

Rebeca me acompañó en el acto y sacó un cigarro de su cajetilla. Se recostó sobre el asiento del copiloto y lo encendió, dándole la primera calada al mirarme con atención.

—Quizá sí deberías responder. Tengo entendido que hoy vendrán unos nuevos inquilinos que vivirán en la casa para huéspedes de tu propiedad —me informó, pero se lo agradecía mentalmente ya que desconocía el detalle.

—¿Sí? —volví a darle una calada a mi cigarro—. ¿Y quiénes son? ¿Los conoces? —achiqué un poco los ojos.

—No, Sam. Para nada —pareció sentirse ofendida—. ¿Qué te hace pensar qué voy a conocer al nuevo servicio de la casa? —se rio y continuó fumando.

—No sabía que mi madre había contratado más personal para el servicio de la propiedad —le comenté sinceramente.

—Bueno, Leticia ya está muy vieja y es evidente que ya no puede sola con la mansión —se encogió de hombros—. Deberías estar más atento a las situaciones que ocurran en la casa. Al fin y al cabo, eres el heredero de la propiedad, de la firma de arquitectos más prestigiosa del país, y de todos los bienes de tus padres.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora