Capítulo 34.

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Capítulo 34

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Capítulo 34.

(Sam).

No podía negar que mi estado de ánimo se alteró cuando vi a Samanta hablando con ese estúpido. Y no fue para bien. Realmente iba a seguir mi trayecto en el GTR, como lo había planeado antes de haberla visto junto al portón principal de la mansión.

En el interior de mi vehículo, los tres nos mantuvimos en silencio después de haberme detenido para ponerle el cinturón de seguridad a Samanta. Sin embargo, a pesar de que ella logró calmarme y creí ciegamente en su explicación, no pude evitar volver a recrear el momento y lo que sentí cuando la vi tocando a ese pobretón de quinta.

🪶

Héctor y yo nos habíamos preparado para salir de la mansión. Estábamos en mi vehículo cuando yo revisaba mi pelo húmedo mientras manejaba hacia las afueras de la propiedad. Luego me puse la capucha del abrigo y aceleré, disfrutando la adrenalina de la velocidad, al igual que mi mejor amigo.

El portón principal de la mansión se abrió de forma automática gracias al botón que tenía mis llaves, pero al instante me percaté de que alguien se encontraba recostado sobre un vehículo. No era uno lujoso de precios extravagantes, pero sí nuevo.

Cuando me di cuenta de que la chica que últimamente se quedaba con todos mis pensamientos tenía sus manos sobre los brazos de ese imbécil, sentí cómo mi estado de ánimo se jodió y decayó.

Héctor se percató de lo que ocurría cuando disminuí la velocidad del GTR. Se giró desde el asiento del copiloto y miró detenidamente por la ventanilla para luego mirarme de reojo. Él ya me conocía de toda una vida y sabía perfectamente que yo podía cometer alguna locura.

—Ca... ra... jo... —deletreó por lo bajo, como si estuviese preparándose para lo que podían ser nuevos problemas.

Cuando hice que descendiera la ventanilla de mi lado, como un estúpido, busqué la mirada de la pobretona, como si ella tuviese que rendirme explicaciones, aunque en realidad no tenía nada que explicarme ya que no éramos absolutamente nada.

—Dragón... —la voz intranquila de mi amigo se fue apagando cuando mis ojos se encontraron con los de Samanta y negué con la cabeza.

Presioné el botón para que la ventanilla del GTR ascendiera y maldije para mis adentros al acelerar con fuerza y proseguir con mi camino. Con una extraña ira que jamás había experimentado, solté un suspiro lleno de fastidio y revolví mi pelo desordenado en el interior de la capucha.

—Uf... Menos mal, cabrón —me dijo Héctor al parecer aliviado, mirando hacia atrás mientras cada vez nos alejábamos más de Samanta y de aquel imbécil que no conocía de nada.

Mentalmente, estaba asumiendo que podía ser una acostada o su exnovio. Con el ceño fruncido, miré a través del espejo retrovisor y fue cuando sentí que estaba siendo un maldito cobarde por irme sin decir ni una sola palabra. No era mi estilo. Ni siquiera era mi forma de actuar. Siempre había sido severo con todo lo que deseaba y quería en el momento que más quisiera.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora