Capítulo 14.

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Capítulo 14

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Capítulo 14.

(Sam).

Era cierto que Samanta había vuelto a dejarme con las palabras en la boca una vez más. Parecía que viniendo de ella tenía que acostumbrarme. Sin embargo, sentía que algo dentro de mí se calmó cuando no rechazó mis nuevos besos.

Esa situación me inquietaba, pero a la vez me hacía sentir muy elevado y orgulloso. Era una malcriada, sí. Pero ella disfrutaba que el Dragón la besara. Y tenía que admitir que yo también lo disfruté.

Besarla se sentía en el jodido cielo. Callar su boca tan respondona de esa manera parecía ser la única forma. Sin embargo, esos ojos marrones claros al mirarme con enojo me jodían la mente. Sin contar que sus tiernos labios parecían ser una debilidad en mí. Ella tenía razón, porque sí me había excitado. Y de qué manera... Por momentos, olvidé quien yo era y me dieron ganas de llevármela para mí solo.

«¿Cuándo fue la última vez que quisiste tener algo con tantas ansias y nunca pudiste, Sam? Nunca».

Todo me estaba resultando de lo más extraño e intenso. Pero me negaba a aceptar que mi situación de extrañeza tuviese algo que ver con Samanta.

—Sam, mi amor... —Rebeca me recibió en la habitación del despacho administrativo con un vestido corto. Se había mostrado provocativa desde que llegó al Night Dragon para verme—. Ven, mi niño hermoso... —apoyó sus manos sobre mi cuello y me hizo sentarme sobre el borde de la cama—. Esa forma tan sexy en la que me bailaste me ha puesto muy caliente, bebé...

Cuando me di cuenta de que Rebeca vino a verme a mi pub, irradié la misma felicidad que ella me hacía sentir cada vez que la veía. Sin embargo, pensar que mi atención se esfumó casi por completo cuando vi a Samanta moverle el culo a otro, me tenía jodidamente confundido.

—Pareces tenso, belleza —Rebeca se sentó a horcajadas sobre mi y comenzó a besar mi cuello.

Coloqué mis manos sobre su cintura al elevar su corto vestido, pero parpadeé repetidas veces cuando su delicioso aroma me chocó un poco. Necesitaba el otro perfume, el barato de la pobretona.

«Mierda de nuevo».

Cerré los ojos e intenté concentrarme por completo. Estaba duro como una jodida roca, pero no podía dejar de pensar en aquella tonta. Insistí al subir mis manos hasta los pechos de Rebeca. Y aunque me gustaban muchísimo, no eran pequeños como los de...

—Dios... —me quejé y bajé un poco la mirada, pero Rebeca continuó pensando que era un quejido de gusto y acarició mi nuca.

—¿Qué? —comenzó a besar mi boca con sensualidad y volví a cerrar los ojos—. ¿Qué tienes, mi Sam?

—Nada... —me dejé llevar por sus besos, pero cuando su lengua iba a entrar en mi boca, los malditos recuerdos prematuros de los besos con Samanta invadieron mi mente—. Escucha, Rebeca... —me aparté con suavidad y suspiré un poco abrumado—. Tengo mucho dolor de cabeza y no puedo concentrarme —me levanté de la cama y revolví mi pelo.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora