Capítulo 23.

25.1K 2K 344
                                    

In My Feeling - Drake ♪

♪ In My Feeling - Drake ♪

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 23.

(Samanta).

Liz y yo nos encontrábamos realizando los ejercicios aeróbicos en la pista de campo que se ubicaba en la parte posterior de la mansión, a muchos metros de distancia. Y es que aunque ejercitarnos en el jardín no era un problema para ambas, decidí que donde estábamos era más cómodo ya que, de cierta manera, teníamos más privacidad al estar alejadas de las personas que merodeaban en los alrededores de la propiedad.

Por suerte, la señora de la casa nos permitió usar la pista de campo sin ninguna objeción. Al contrario, se lo tomó con mucho entusiasmo cuando fui a notificarle mi intención. También me había comentado que de igual manera ella y su esposo se ejercitaban en el lugar de vez en cuando.

Sin embargo, al no tener ningún tipo de problema con una de mis actividades, aproveché el día. Según tenía entendido, nadie trabajaba los domingos en la mansión. Y aunque yo no tenía ningún inconveniente con trabajar cualquier día de la semana en el momento que estuviese disponible, debía admitir para mis adentros que me sentía agradecida.

Dos chicos llegaron a la pista de campo. Estos nos miraron de forma extraña, pero suponía que era porque nunca nos habían visto. Ambos vestían con ropa de ejercitarse. Y aunque comenzaron con el calentamiento corporal, ni siquiera nos dirigieron la palabra.

La verdad era que tampoco nos importaba. Solo estábamos atentas a nuestros ejercicios aeróbicos que realizabamos motivadas y con la música programada desde el teléfono de Liz hasta una pequeña bocina. Nos ubicábamos justo en el centro de la pista, donde había un gran espacio de césped cortado. El sol de la tarde impactaba directamente hacia nosotras, lo que causaba que la sed incrementara de vez en cuando, acabándonos nuestras botellas de agua.

—¿Y quiénes son ellos? —me preguntó Liz entre cada estiramiento.

—De verdad que no sé —le dije en la misma situación que ella, haciendo una leve mueca por el estiramiento—. Pero creo tener una idea de quiénes pueden ser...

—¿Sí? ¿Quiénes?

—¿No los ves? Son riquitos, niños de mamá y papá. Deben ser los amigos del Dragón —le dije sin mostrar ningún tipo de importancia. Y la verdad era que no me interesaba para nada que nos estuvieran observando de una extraña forma.

—Se ven bien, pero no tanto como los dos que faltan —Liz masculló entre más estiramientos, mirándome de reojo—. Aquellos sí que están muy buenos.

Solté un suspiro lleno de fastidio y rodé los ojos, pero tenía que admitir que involuntariamente pensaba en el estúpido engreído. Fue tan extraña la manera en la que todo transcurrió en la cena del día anterior que ni siquiera había tenido el tiempo de analizarlo con detenimiento. Sin embargo, sí me di cuenta de que la tal Rebeca era la misma mujer con quien él bailó la noche que nos besamos en el Night Dragon.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora