Capítulo 61.

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Capítulo 61

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Capítulo 61.

(Samanta).

Al fin estaba con el Dragón de la forma que quería; a solas. En la mansión teníamos un poco de privacidad, pero siempre con el mayor riesgo de que fuéramos descubiertos. Así que aproveché tenerlo para mí sola justo en el momento.

Sus suaves y tiernos besos continuaron sobre mis labios. Yo gemía por lo bajo de gusto, acariciando sus suaves y pálidas mejillas entre cada vaivén de nuestras bocas. Podía sentir como mi corazón latía desenfrenado y como mis manos temblaban sobre su cara.

—¿Por qué tiemblas tanto? —me preguntó en un susurro, acariciando mis mejillas con los nudillos de sus dedos y sus anillos.

—No lo sé...

—Sí lo sabes —besó mi mandíbula con delicadeza y con una sonrisa torcida.

—¡Pero no me harás decirlo! —oculté mi cara entre las palmas de mis manos.

—No —soltó un bufido e intentó quitar mis manos de mi cara—. Yo lo diré por ti. Estás enamo...

—¡Cállate! —engrandeció los ojos cuando cubrí su boca—. ¡No te atrevas a decirlo en voz alta! —mascullé ruborizada.

Sus ojos azules se achicaron a pesar de que continuaba cubriendo su boca. Me miró con diversión cuando quité mi mano.

—Fea... —volvió a arrinconarme contra la pared y su nariz jugó con la mía.

—Estás horrendo... —susurré entre más besos, sintiendo como su sonrisa torcida se formaba con lentitud sobre mis labios.

—Pero como te gusta este horrendo. Me regalaste galletitas con corazones y dragones casi deformes.

—¡Pues no debí! —gruñí en sus narices cuando sujetó mis mejillas calientes.

—¿Por qué no? Las acepté —me dijo muy engreído—. Es obvio que no las compartiré con nadie. Ni siquiera con el jodido glotón de Héctor.

—Deberías compartirlas con él. Después de todo, tu amigo siempre termina ayudando de alguna manera —me crucé de brazos.

—¿Por qué lo dices? —frunció el ceño con más curiosidad.

—Porque si no fuera por él, no estaríamos aquí ahora mismo. Los guardias de seguridad de la zona VIP no querían dejarnos pasar.

—¿Qué? No entiendo... —parecía verdaderamente confundido.

—Y supongo que ahora te harás el estúpido... ¡Hasta te llamé y no respondiste!

—No tenía el teléfono encima. Lo dejé cargando aquí en el despacho —con un gesto de cabeza, me señaló el iPhone que estaba conectado a un cargador—. Samy, suave conmigo... Jamás he tenido que darle explicaciones a nadie. Y contigo las estoy dando. No sé de qué mierda me estás hablando, porque aunque no lo creas, yo estoy pendiente de ti —me regañó—. Incluso, fui claro cuando le dejé saber a los guardias de seguridad que tú tenías el paso libre en cualquier jodido espacio de aquí —la situación pareció extrañarlo un poco.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora