Capítulo 10.

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The Town - The Weeknd ♪

♪ The Town - The Weeknd ♪

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Capítulo 10.

(Sam).

«¿¡Pero qué coño fue eso!?» Pensé al ver a la tal Samanta alejarse cada vez más.

Presioné los dientes con fuerza cuando vi su contoneado culo al son de su caminar. Esas jodidas piernas me estaban sacando de quicio. Esos labios que comenzaron a chupar mi paleta —y no de la manera literal y perversa que hubiese preferido de forma inconsciente—. Esa cara tan bonita y esa actitud tan fuerte me causaban ganas de seguir jodiéndola hasta el puto cansancio.

—Dragón... ¡Sube, hombre! —Héctor llamó mi atención desde el interior del vehículo—. Ya lograste lo que querías. Hiciste que ella volviera a patear tu culo. Y de qué manera... ¡Ahora vámonos, chico! ¡Los muchachos nos están esperando!

Froté los anillos en mis dedos con la cabeza baja y me quedé pensativo por algunos instantes. No podía entender cómo esa niña continuaba desconcertándome con su actitud. Jamás me habían dado la espalda. Nadie.

Me subí al Cadillac y cerré la puerta muy conmocionado. Coloqué mis manos sobre el volante y me quedé estático, como un pendejo. Miré hacia la nada e intenté asimilar que estaba odiando lo mucho que me estaba desarmando esa pobretona.

—Ella me cae bien —murmuró Héctor por lo bajo—. De verdad que sí. Me cae muy, pero muy...

—¡Cállate! —gruñí y sentí cómo el aire me estaba faltando. Cada una de sus estúpidas palabras se estaban incrustando dentro de mí y no parecía que para bien.

—¿Por qué? —bufó—. ¿No es cierto? ¿Desde cuándo dejas qué te traten así? Nunca —respondió para sí mismo—. ¿En qué momento empezaste a permitir qué alguien te deje con las palabras en la boca? Ahora —insistió.

Aceleré con el ceño fruncido, pero solo podía ver mis ojos azules a través del leve reflejo del cristal, sabiendo que estaba más que enojado por las razones que Héctor había mencionado.

—Dragón, ¿no piensas decirme qué piensas al respecto de este nuevo acontecimiento? —mi amigo encendió un cigarro más que divertido—. Háblame de cómo se llevó esa paleta a la boca. No le importas para nada, cabrón —sus carcajadas comenzaron a inundar mi vehículo.

—A veces no sé ni porqué eres mi mejor amigo... —susurré encabronado.

—Porque los amigos se dicen las verdades en la cara y sin ningún tapujo. Es por eso que hemos permanecido, Dragón. Somos como hermanos —se encogió de hombros.

Y aunque tenía razón, no podía dejar de frotar mi sien mientras continuaba manejando. Cuando alcancé el trayecto de la tal Samanta, no pude evitar reducir la velocidad para ver con quién diablos se estaba yendo en un viejo cacharro de mala muerte.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora