Capítulo 3.

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Capítulo 3

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Capítulo 3.

(Samanta).

Ayudé a mi madre a desplazar las cajas hasta la entrada de nuestro nuevo hogar. Los dueños de la propiedad nos permitieron entrar cuando el portón con control de acceso se abrió por completo después de que un vehículo pasara por nuestro lado.

El conductor del camión también nos ayudó a terminar de sacar las otras pertenencias del vagón. Tampoco habíamos traído demasiadas cosas ya que la mueblería y los demás enseres de la vieja casa los vendimos para poder pagar la renta de los meses que mi madre no estuvo trabajando. Por suerte, en nuestro nuevo hogar no hacía falta nada, porque ya estaba amueblado y listo con todo lo necesario. Sin embargo, asumí que era evidente cuando los Chaidez Telles eran arquitectos ricos.

—¿Te gusta? —me preguntó mi madre un poco asfixiada a la vez que secaba el sudor de su frente.

—Es hermosa —le dije con sinceridad al abanicar mi cara con la mano.

Era una casa bastante espaciosa. Aunque era para huéspedes, tenía que aceptar que era mucho más extensa y grande que mi viejo hogar. Estaba pintada de blanco —el mismo color de la mansión—, y alrededor había plantas sembradas de diferentes colores. Justo al lado, un árbol podado le ofrecía sombra al lugar.

Sonreí bastante animada. El sitio comenzaba a gustarme. Desde mi posición, se podía apreciar que en la parte posterior había una moderna piscina con un juego de terraza en madera barnizada que combinaba con los exóticos cojines veraniegos.

«Estas personas tienen buen gusto para la decoración», pensé.

—Son cincuenta dólares por el traslado y diez dólares por bajar las cargas —el conductor del camión me sacó de mi ensoñación.

Mi madre contaba los pocos dólares que sacaba de su bolso. Sin embargo, no pude evitar buscar un poco de dinero que yo guardaba para el almuerzo de la universidad. Me sentía impotente al saber que no podía ayudarla más de lo que quería.

—Sí, yo... —mi madre comenzó a desesperarse cuando se dio cuenta de que no podía completar el dinero.

—Tranquila, mamá... —la calmé de inmediato y le entregué el dinero restante al conductor, quien se retiró satisfecho por su paga.

En ese momento, supe que tendría que intentar obtener un trabajo en la propiedad y quizá fuera de aquí.

—Sam, hija... —mi madre sujetó mis manos y las presionó con cariño. Estaba apenada—. Lo siento tanto, de verdad. Yo soy la que debería continuar ayudándote con tus gastos universitarios. No me gusta que uses el dinero que ahorras para tu almuerzo.

—Mamita, eso no importa —le sonreí con sinceridad y la abracé—. Es lo menos que puedo hacer por ti —plasmé un enorme besote en su mejilla—. Además, es probable que aquí me den un trabajito con el que me pueda batallar mientras continúo estudiando.

El Segundo Amor ©️ (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora