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-El padre Hernando se preparo para soportar un conclave prolongado. Durante el segundo Concilio de Lyon,el papa Gregorio X habia establecido en si bula Ubi periculum que el inicio de la eleccion del papa debia fijarse de manera que la Sede permaneciera vacante durante un minino de quince dias y un maximo de veinte. Eso habia ocurrido hacia mas de trescientos años y desde entonces   Ubi periculum y sus sucesoras Licet, ne romani, Licet in constitutione, Periculis et detrimentis y todas las demas habian dispuesto del tiempo suficiente para grabarse en los muros del Vaticano,como los Diez mandamientos en las tablas de piedra de Moises. Esta vez el conclave no pudo empezar puntualmente. El quince de octubre,el papa Gregorio fue llamado a Roma y obedecio a la llamada gimiendo y vomitando diariamente un liquido verdoso,un procedimiento observado por el padre Hernando desde lejos y con un horror apenas reprimido,mientras el criafo que habia sobornado lo mantenia al corriente de las noticias obtenidas de quinta o sexta mano. Mas de una vez, el padre Hernando se vio obligado a pasar varias horas rezando a solas, para asegurarse de que lo que le habia hecho al Santo Padre era imprescindible para que la cristiandad no marchara rumbo a la castastrofe.
Era el veintisiete de octubre de MDXCI,el año del Señor 1591. El ultimo aliento del Papa ya estaba acompañado por los golpws de martillo de los carpinteros que dividian dos salas y dos capillas del palacio del Quirinal mediante tablas. El pueblo y los miembro de las jerarquias inferiores del clero entre ellos el padre Hernando estaban apostados ante las puertas del Vaticano asistiendo al desfile de los cardenales.
La llovizna apagaba las ganas de chillar,aplaudir y gritar de la plebe; segun pudo comprobar el padre Hernando, solo los vitorws destinados al cardenal Girolamo Simoncelli tenian una causa natural. Ya era la septima vez que el cardenal participaba en una eleccion de Papa e incluso los escaldados romanos lo consideraban un coetaneo especial. En cambio loa aplausos y los lloros dedicados al cardenal Fachinetti estaban orquestados. El padre Hernando lo sabia perfectamente,porque quien los habia orquestado era el. Las indicaciones del cardenal de Gaete al respecto habian sido precisas. Fachinetti pertenecia a su circulo y debia recibir la tiara: el padre Hernando estaba seguro de que el cardenal de Gaete y todo el grupo formado por españoles e italianos que habia puesto de su parte votaria conforme a la situacion, y que la tarea de convencer a los demas la llevaria a cabo los cardenales dentro del conclave.
Cuando el cardenal Fachinetti se abrio paso entre la multitud su rostro estaba tan gris y tan consternado wue era como si se dirigiera a su propio entierro. Solo alzo la vista una vez , al pasar junto a un hombre que llevaba los distintivos episcopales, que lo saludo con la cabeza y le sonrio. El padre Hernando no conocia a ese hombre delgado de barba hirsuta.
Faltaban algunos cardenales; algunos llegarian demasiado tarde debido a las dificultades surgisas durante el viaje, otros porque no querian someterse al insoportable proceso que siempre volvia a causaf victimas entre los cardenales mas ancianod, que eran evacuados discretamente por la puerta trasera, mientras un colega mas afortunado proclamaba: <<¡Habemos papam!>>  por supuesto que el cardenal Gaspar de Quiroga, el gran Inquisidor, volvia a estar ausente. Pese a todos sus esfuerzos, en españa aun quedaban herejes con vida cuya exterminacion tenia prioridad sobre cualquier eleccion papal, en nombre de Dios y de la misericordia.
El padre dominico observo los cuerpos encorvados bajo el peso de la edad, engalanados con ricas telas y joyas, en cuyas manos reposaba la eleccion del proximo lider de la cristiandad y de cuyas filas este saldria. No pudo evitar una sensacion de agobio. Una velafa pasada en compañia del cardenal de Gaete le reveko hasta que punto todo este evento propendia a la corrupcion y al chantaje, y cuan escasamente santa seria la conducta del Santo Colegio duranre los dias siguientes. El padre Hernando se habia considerado un cinico, pero en comparacion con el cardenal de Gaete y la mayoria  de los demas hombres a cuyas espaldas se cerraban las puertas vigiladas por la guardia suiza, era practicamente un creyente ingenuo. Tenia la esperanza de que de todo aquel sarcasno y de todos los tejemanejes politicos al final surgiria lo que era mas necesario que nunca: la eleccion de un Papa capaz de utilizar el arma mas importante jamas caida en sus manos en contra del diablo y la herejia.
<Aun no la hemos encontrado>, penso el padre Hernando lanzando un suspiro. Pero el padre Xavier encontraria la herencia de Satanas. Hernando no dudo ni un instante de que su hernano in dominico no permitiria que el principio basico que firma que la iglesia aborrece la sangre le impidiera aniquilar cualquier obstaculo que se interpusiera entre el y su objetivo. Tantos actos perversos para lograr que el bien venciera.... El padre Hernando no estaba seguro de que algunas de las palabras de Jesucristo hablarab de la necesidad fe hacer uso de la violencia para conservar la fe.
La multitud permanecio delante de las puertas a traves de las cuales habia desaparecido el Santo Colegio ,como si contara con el poder aguardar alli hasta el final del conclave. El padre Hernando se abrio paso a travez de la muchedumbre. Hasta entonces jamas le habia incomodado escuchar las suplicas de misericordia de los herejes durante los dolorosos interrogatorios y hacerles una señal al cerdugo para que intensificara el suplicio; los aparidos de los quemados vivos y la vista de lod trozos de carne consumidos por las llamas y colgados de las argollas al final de los autos de fe jamas lo habian aflijido. Habia cumplido con su deber con la conciencia limpia, despues habia rezado por las almas de los ajusticiados y mas tarde habia revisado las actas de los siguientes delicuentes. Ahora sin embargo, se sentia invadido por un temor y una inseguridad desconocidos. Se imagino al padre Xavier llegando a Roma con la Biblia del Diablo y , aunque era incapaz de imaginarse el aspecto del legado de Satanas, no dejaba de ver con toda claridad la sombra que se sernia sobre la ciudad tras su llegada. El padre Hernando se estremecio.
La catedral de San Pedro estaba abierta y permaneceria abierta hasta la eleccion del nuevo Papa.
El padre Hernando avanzo a trompicones a travez de los andamiod y los sacos y entro en la obra eterna y,tras adelantarse unos pasos,cayo de rpdillas,plego las manos y cerro los ojos. En la inmensa catedral, sus murmullos resonaban como el aleteo de pequeñas alas. <Aunque camine por un valle de sombras de muerte, no temere mal alguno;porque tu estaras conmigo: tu vara me infundira aliento..., por eso confian en ti quienes te buscan..., muestrame el cino que he de recorrer;porque hacia a ti elevo mi alma...>
El padre Hernando abrio los ojos y dirigio la mirada a la figura del crucificado en el altar. Como si fuera un monje somplon y no uno de los mas eximios de su orden, albergo la esperanza de recibir la señal : que la figura de la cruz lo saludara con la cabeza o le sonriera, pero Jesucristo tenia la cabeza agachada y su mirada se perdia en el vacio. Pese a la oscuridad de la iglesia y la distancia, el padre Hernando creyo ver una expresion de repugnancia en el rostro tallado.
Cuando cayo la noche del primer dia, la catedral se vacio,pero como aun quedaban suficientes personas avidas de sensacionalismo y otras que rezaban o buscaban consejo, nadie presto atencion a la figura blanca y negra tendida junto a una columna,agitada por sueños inquietos. Durante la noche, un solitario feligres se acerco al durmiente, sostuvo una mano delente de su nariz y su boca y, cuando este no desperto, le reviso los bolsillos del habito. Los dominicos tenian fama de dianes del Señor, y si uno de ellos era lo vastante tonto para quedarse dormido en una iglesia, entonces era voluntsd de Dios wue le aligeraran los bolsillos. Pero el ladron solo encontro unos lentes y un crucifijo plateado que no se atrevio a arrancarle del cuello. Enfadado por lo inutil de su empeño y por su propia cobardia, levolvio la espalda al crucifijo para que el Salvador no viera lo que hacia, se extrajo el miembro y se orino en el habito del dominico.
El padre Hernando dedico el segundo dia del conclave  a sus afiebradas oraciones sin barse cuents de que su habito apestaba a orina. El rostro del Crucificado se parecia cada vez mas al del papa Gregorio, la sangre que le manchaba el rostro estaba negra debido al veneno que el padre Hernando le habia administrado. ¿Que habia hecho...., que habia hecho? <Jesucristo, Nuestro señor, Abraham quiso sacrificar a su unico hijo por ti: yo tambien sacrifique a un inocente por ti, y para proteger a la cristiandad.> No percibio como con el trancurso del dia la luz que penetraba a travez de los vitrales de la iglesia iba impulsando las sombras sin lograr eliminarlas de la casa de Dios, ya que estas volvian a ocupar los lugares abandonados por la luz.
En determinado momento,un griterio, unos vitorws y una mano que se poso en su hombro lo arrancaron de su ensimismamiento. Salio afuera junto con los demas. Las callejuelas estaban repletas de personas que bailaban, aplaudian y gritaban un nombre que no alcanzo a entender. La multitud lo arrastro a travez de la misma puerta que habia atravesado el Santo Colegio al entrar en el conclave y que a la sazon estaba abierta. Detras de los vistosos uniformes de la guardoa suiza,el padre Hernando vio las figuras envueltas en la purpura cardenalicia que,en las sombras, parecia sangre derramada. Los causantes del griterio y los vitores se alejaron de la sede del conclave en pos de un pequeño grupo de guardias suizos que se abria paso entre la multitud mientras escoltaba a su precioso protegido. El nuevo Papa se dirigia a la capilla sixtina, donde se revestiria de su atuendo pontificial antes de regresar al conclave. El padre Hernando permanecip de pie entre la gente que lo empujaba o lo apartaba; estaba tan obnubilado como alguien acababa de despertar y no sabe si la realidad es peor que su pesadilla. Un guardia suizo se aproximo y le dijo unas palabras y, sin haberlas comprendido, lo siguio. El guardia lo condujo hasta el cardenal de Gaete y el cardenal Madruzzo.
El rostro de tortuga de Cervantes de Gaete estaba rigido. Madruzzo se habia quitado un guante y se mordisqueaba las uñas. Cuando el padre Hernando se acerco, fruncio la nariz y se la tapi con el perfumado guante-

Inocencio IX-susurro de Gaete-esperaba que se llamara Julio. ¡Necesitamos un Papa guerrero, no uno cuyo emblema es la inocencia! ¿Que os pasa, Hernando? ¿Acaso no sabeis que habemus Papam?

Lo se-dijo Hernando con voz ronca-

¿Sabeis donde se encuentra vuestro hermano dominico, el padre Xavier?-le espeto el cardenal Madruzzo-

En Praga

¿Donde exactamente?

Yo...

¡No tenemos la menor intencion de hacerlo regresar!-dijo el cardenal de Gaete-que no os venga el panico, Madruzzo: ¡comparado con vos, una anciana lavandera es como la roca de Gibraltar,por amor de Dios!

¿Que decis? ¡Todo ha acabado!

Nada ha acabado. Nuestras filas solo han perdido a uno de sus soldados, eso es todo. Encontrarenos a otro que ocupe su puesto. ¿Acaso creeis que abandonare,justo ahora que estamos tan cerca?

¿Pero que pretendeis hacer?-dijo Madruzzo, haciendo un gesto de resignacion-cualquier otro Papa hubiera sido mejor que este. ¿Porque no insististeis en que me votaran a mi? A fin de cuentas, obtuve ocho votos en la primera votacion.

-la mirada del padre Hernando iba de uno a otro. En el rostro surcado de arrugas de Cervantes de Gsete, los ojos refulgian como canicas-

Padre Hernando...-empezo a decir el anciano cardenal-

-Este en el fondo lo habia sabido. Aunque habia sido incapaz de sospechar lo que ocurria y ahora solo comprendia una fraccion de lo scontecido y de lo que el nuevo Papa habia ordenado a ambos cardenales. El mundo se tambaleaba a su alrededor. Oyo como el griterio de la multitud aumentaba de volumen y se dio la vuelta. Encabezando un desfile de manos agitadas, sombreros lanzados al aire y una oleada de gritos de <¡Papa,papa!>,se acercaba un contingente de guardias suizos. En el centrp ,el padre Hernando diviso una figura vestida de blanco. Los cristales mal pulidos de sus lentes y la lluvia deberian haber impedido que distinguiera el rostro , y sin embargo vio el semblante delgado y de barba gris de Giovanni Fachinetti con toda claridad: el Papa Inocencio IX. Oor lo visto , las intrigas, los sobornos y las negociaciones del cardenal de Gaete habian obtenido el resultado deseado por el y todo su circulo: el tercer cardenal que formaba parte de este era el nuevo Papa. Y sin embargo...,el padre Hernando parpadep. ¿Acaso un Papa que adopto el nombre de Inocencio echaria mano de un arma forjada por el mismisimo diablo para luchar por la unidad de la cristiandad?-

¿Padre Hernando?

-El monje dominico se aparto. El cardenal de Gaete lo miro fijamente-

Debeis iros. Me habeis comprendido, padre Hernando, ¿verdad?

-Este cerro los ojos y dio un paso hacia el gran abismo.<Y aunque atraviese el valle del temor...>

Por supuesto-susurro-

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