Capítulo 21

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Nathaniel tenía una expresión de auténtica sorpresa, que podría ser hasta algo cómica. Se recompuso a los pocos segundos, frunciendo ligeramente el ceño y los labios, casi como un puchero. Tiro de mis manos atrayéndome a su pecho y me abrazo.

Oh mio Dio –suspiro Nathaniel– Piccolo, me has asustado.

Recosté mi cabeza en su pecho y lo abrace por su cintura. Podía escuchar su corazón, que latía casi tan rápido como el mío.

–¿P-Por qué? –pregunte apretujándome más contra él.

–Porque estabas demasiado serio. Y luego me dijiste que te trajera aquí –se alejó un poco y busco mi mirada. Su rostro ahora estaba más tranquilo y sus ojos reflejaban dulzura– No pensé en lo peor, pero no me esperaba esto. Mio dulce regazzo, ¿Cómo logras siempre sorprenderme?

Bajo su cabeza y unió nuestros labios en un suave beso que me hizo soltar un suspiro. Nos besamos durante un rato, hasta la lucidez me golpeo y recordé porque estábamos aquí. Me aleje rápidamente y lo mire con el ceño fruncido.

–Espera, ¿Esto es un sí o un no? –pregunte con desconfianza.

Nate rio por lo bajo y me miro enternecido.

–Te quiero –dijo Nathaniel, con voz suave.

Mi corazón dio un vuelco, para luego latir como un tambor y mis mejillas se tiñeron de rojo intenso. Nathaniel me tomo sorpresivamente por la cintura y me elevo por encima de su cabeza.

–Wow wow –me sostuve de sus hombros y lo mire desde lo alto– ¿Qué haces?

–Por supuesto que quiero ser tu novio, mio piccolo –dijo alegre y con una gran sonrisa– Por favor, cuida de mí.

Alegría lleno mi corazón hasta desbordarse, reí muy alto mientras envolvía mis brazos por su cuello y me incline a su dirección.

–Y tú de mi –susurre sobre sus labios antes de perdernos uno en él otro.

***

–Te me adelantaste.

–¿Cómo?

Nos encontrábamos sentados en la arena, yo recostando mi espalda en su pecho, con sus brazos a mí alrededor. Estábamos mirando el mar mientras hablábamos poco y nos besábamos mucho, besos inocentes y llenos de cariño. La luna creciente brillaba en un cielo sin nubes y la brisa marina hacia que nuestras bocas supieran a sal.

–Te me adelantaste –repitió Nathaniel, frotando su nariz en mi cuello– Yo tenía planeado pedírtelo primero, más adelante –ahora dejaba pequeños besitos– Me tomaste con la guardia baja.

–¿L-lo siento? –dije tembloroso, me estaba costando concentrarme.

–No lo hagas. Deja esa tendencia de disculparte por cosas por las que no tienes que pedir perdón –ahora besaba mi nuca, podía sentir su aliento caliente contra mi sensible piel, mientras yo movía mi cabeza para darle más libertad– Eres demasiado perfecto.

–No lo soy –dije rápidamente.

–Sí, lo eres –tomo mi barbilla y me hizo mirarlo. Sus ojos eran miel derretida– Desde que eras una pequeña bolita juguetona y curiosa –me sonroje profundamente– Cuando me seguías a todos lados y decías que me amabas, simplemente porque te ayudaba a amarrarte las trenzas de tus zapatos.

–Oh Dios –cubrí mi rostro con mis manos, muerto de vergüenza– No sigas, no sigas, no sigas...

–¿Por qué? Son de mis recuerdos favoritos –quito mis manos amablemente– Y al crecer solo te hiciste más lindo. Aun me amabas y cuidar de ustedes cuatro me hacía tan feliz –Aparto su mirada de la mía y miro el mar, algo melancólico teñía su voz y se reflejaba en su cara. Mi corazón dolió– Los extrañe tanto estando lejos.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora