Thomas pasó una primera semana con un miedo atroz de que el Duque lo echara, y se sorprendió gratamente cuando no sucedió. En lugar de eso sintió un cambio con respecto al Duque las semanas posteriores pero no de muy buena manera.
Durante todo el tiempo en el que estuvo en entrenamiento junto a su abuelo el Duque siempre lo trato con el grado correcto de amabilidad con el que un amo trataba a su sirviente. Pocas veces preguntaba directamente o les hablaba sobre algo fuera de alguna orden, y no era quisquilloso, muy al contrario de su empolvada esposa. En cambio ahora parecía que tenía algo directamente en contra de él. Le hacía hacer cosas al azar y le decía pequeños comentarios que si no fuera por lo ridículo que sonaría, él diría que lo hacía con el propósito de molestarlo.
Como la vez que le hizo correr tres veces detrás del mensajero con tres diferentes cartas porque "se le habían pasado por alto"; O cuando le había hecho buscar por medio castillo un guante que estaba seguro que había dejado caer para que al final lo encontrase en el bolsillo de su pantalón; O cuando le dijo que debería afeitar su pequeño bigote juvenil cuando ¡él sabía perfectamente que ni siquiera tenía un vello de ese tipo en el rostro!
-¿Cuántos años tienes, Thomas?
-Dieciséis, mi Lord -respondió Thomas, luchando con acomodar el montón de decenas y decenas de libros en orden alfabético según su autor. Al parecer el Duque se había despertado con ganas de leer en su enorme estantería primero a Edward George que a Samuel Richarson.
-Dieciséis -dijo el Duque reflexivo- Eres casi ya un adulto pero sigues viéndote como un niño ¿Comes adecuadamente?
Thomas mordió su lengua con fuerza y clavo su mirada en la siguiente pila de libros.
-Como adecuadamente toda la comida que se me da en la cocina, mi Lord.
Nathaniel se dio cuenta de que él no tenía conocimiento de que solía comer sus sirvientes, nunca se lo pregunto hasta ese día. También se preguntó si los sirvientes en su casa recibían buena alimentación.
-Tu abuela es una gran cocinera. Siempre me ha gustado su comida desde niño -dijo amable.
Thomas no pudo evitar sonreír. La comida de su abuela era la mejor sin duda, y aunque solo podía comerla unas cuantas veces al año cuando libraba algún día libre y los visitara a su casa, siempre había sentido que esos días eran los mejores y los esperaba con ansias.
-Se alegrara al saber que disfruta de su comida.
Nathaniel se le quedo observando al joven mientras tomaba un trago de su tasa de té. El mayor llevaba unas cuantas semanas siendo algo quizás molesto con su sirviente personal, todo con el afán de conseguir esas expresiones en el menor que tanto le divertían. Lo mandaba a tareas absurdas como a que contara cuentas rosas habían florecido en el jardín, o que fuera al centro y le trajera diseños de postales para navidad cuando apenas estaba terminando el verano.
Disfrutaba cuando su ceño se funcia en confusión o cundo sus ojos se ponían en blanco cuando la tarea era particularmente tonta. También le hacía comentarios o preguntas que pudieran activar esa lengua insolente y se carcajeaba en el interior cuando notaba que mordía sus mejillas, y pasados unos segundos le contestaba seca y cortésmente.
Hoy le había dado la tarea de ordenar el librero, antes ordenado por el nombre de la obra, por nombre de los autores. Quizás le tomaría unos días ya que eran bastantes libros y estantes. Mientras lo miraba noto una particularidad en la que Thomas siempre entrecerraba los ojos al tomar los libros y leer las portadas.
-¿No puedes leer bien?
Y ahí estaba, el ceño y bocas fruncidas, señal de molestia. Thomas se sentía ofendido ¿Insinuaba él no podía leer tan bien como cualquier aristócrata solo porque era un sirviente?
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La Sorpresa Dell'amore
CasualeThomas Collins, amante de los videojuegos, el chocolate, el anime y del dibujo. Está a punto de comenzar su último año en el instituto. Con una familia genial y buenos amigos, todo se desarrollaba de manera cordial para él... o eso pensaba. Pero cua...