Capítulo 44

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–¿Vamos a ir a la playa?

–Sí, Alessia.

–¿Y Tommy y Anna también vendrán?

–Sí, Aless. Ven, tienes la camisa al revés. Alessia no corras, tienes los cordones sueltos.

Aless levanto sus bracitos y sus bucles rubios rebotaron cuando le saque la camisa amarilla y se la coloque correctamente, dejando en el frente las caras de Timón y Pumba. Alessia estaba muy concentrada intentando hacerle el nudo a sus zapatos y se vio satisfecha cuando logro hacer un nudo, que termino por deshacerse cuando se propuso hacer lo mismo con el otro zapato.

–Déjame ayudarte.

–¡No! –se vio molesta– Yo puedo sola.

–Sé que puedes, pero quiero ayudarte –intente persuadir.

–¡Ya tengo seis! Puedo hacerlo sola –aseguro.

Suspire pesadamente. Alessia definitivamente tenía un temperamento más fuerte e independiente que la hacía terca como una mula. Y solo tenía seis, Dios nos ayude cuando crezca más. Estaba intentando persuadirla para que utilizara unas sandalias cuando se escuchó el sonido de algo cayendo seguido de un pequeño "Ups". Mire a esa dirección y vi a Aless lleno de talco hasta la nariz.

–Aless...

El niño rubio se giró y al mirarme me dio una enorme sonrisa pícara, e intento cubrir con su pie la botella de talco significativamente grande.

–¡Hermano! –dijo teatralmente, intentando verse sorprendido–¡Un duende unicornio hecho de algodón vino aquí e hizo popo sobre mí!

Y Alessandro era Alessandro.

–¿En serio? ¿Y dónde está ahora?

–Se fue galopando por un arcoíris, por supuesto –me conto con toda la seguridad del mundo. Como si lo que me estaba contando fuera un hecho científico comprobado.

–Entonces sacúdete la popo. Mamá ya nos debe estar esperando en el auto.

***

–¿Eso es talco?

–Un duende unicornio –le respondí a mi madre, como si esas tres palabras arreglaran todas las incógnitas.

–Hecho de algodón –a Aless le pareció conveniente agregar.

–Okey... –me miro de reojo y sonrío– Su padre se reunirá con nosotros más tarde. Los Collins deberían estar allá cuando lleguemos.

–¡Veremos a Ana y a Tommy! –celebraron los gemelos desde sus sillitas.

Sonreí sin poder evitar. Los gemelos pelinegros eran los mejores amigos de mis hermanos, su relación había surgido, crecido y mantenido de la manera más natural y maravillosa. De la manera que solo podían hacer los niños. En casi dos años, hacían muchas citas para jugar además del tiempo en que se veían en la escuela. Habían pasado a primer grado juntos y nuestras madres se aseguraron de que estuvieran en el mismo colegio.

–Te gustan mucho los Collins ¿Cierto? –pregunto mi madre cuando ya tenía unos diez minutos conduciendo.

En su mayoría.

–Claro, por supuesto ¿Por qué no me iban a gustar?

–¿En serio? Porque a veces siento que eres un poco frio con Felix.

Sabía por dónde se dirigía la conversación.

–Nuestras... personalidades, no concuerdan. No significa que no me agrade, pero no creo que nos volvamos mejores amigos como tú quieres.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora