Capítulo 38

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–¡Heremano! ¡Heremano! ¡Heremano!

Me gire a la dirección de las pequeñas voces gemelas. Las pequeñas bolitas idénticas de cabello rubio y ojos azules venían corriendo hacia mí lo más rápido que sus cortas piernecitas les permitían. Me arrodille en el suelo para recibirlos y ellos se estrujaron muy contentos entre mis brazos. Respire su familiar aroma a caramelo y champú para niños.

–Saben que no deben correr, se pueden caer –les acaricie las rubias cabezas– ¿Cómo les fue en su primer día de clases?

Y ambos gemelos comenzaron a balbucear a toda velocidad la historia de su primer día de clases. Ellos ya sabían hablar, y hablaban tan bien como cualquier niño de cuatro años puede hablar, pero cualquier persona solo se habría mareado entre las infantiles voces que luchaban por ser oídas encima de la otra con ansias de contarte algo emocionante. Pero él no, porque él era su hermano mayor y les entendía perfectamente.

–¿Tienen unos nuevos amigos que son como ustedes?

–¡Gemelos! –dijo su madre, entrando a la casa con su caminar tan elegante y su sonrisa maternal– ¿No son maravillosas las casualidades de la vida? Con ellos estudia otro par de gemelos niño y niña. Son hermosos. Los invite a ellos a su madre a jugar mañana después de la escuela ¿Cierto, niños?

–¡Sí, heremano! –afirmaron las pequeñas voces.

–Tienen un hermano mayor cercano a tú edad. Le dije que lo trajera mañana también, podrías hacer un nuevo amigo.

Oculte de mi rostro el ligero desagrado que me proporciono la última información. Tenía los amigos que necesitaba y quería, pero mi madre siempre insistía en que hiciera más amigos.

–Que bueno –Alessandro levanto sus regordetas manitas hacia mi dirección, en una muda exigencia de que lo alzara. Lo levante del suelo y lo pose sobre mi cadera– ¿Cómo se llaman sus nuevos amigos?

–¡Tommy y Anna! –respondió Alessia, revoloteando por mis piernas mientras nos dirigíamos a la cocina.

–Que lindos nombres.

Les tenía preparada una merienda a los gemelos; un sándwich con chocolate y banana, y un jugo de fresa con leche. Los senté a cada uno en sus sillas altas y les puse su comida enfrente de ellos. No dijeron nada más y comenzaron a devorar su comida con entusiasmo.

–No los deberías alzar tanto ya, cariño –regaño dulcemente su madre– Están ya demasiado grandes. Te vas hacer pequeño tú.

Reí suavemente, mientras limpiaba de la mejilla de Alessia un rastro del chocolate de su merienda– No creo que eso suceda, madre.

Yo tenía diez años pero era ya muy alto para mi edad. Era el más alto de mi clase y tal vez de mi año, algo que oigo decir mucho a las niñas de mi salón. Últimamente hay muchas niñas molestas a mi alrededor, no sabía porque pero tampoco tenía interés en saberlo.

–¿Cómo te fue en el examen de hoy, Nathaniel? –pregunto mi madre, quitándose la chaqueta y viendo a los gemelos comer.

–Saque diez –respondí distraídamente.

Siempre sacaba diez, la escuela era algo aburrida. Prefería quedarme en casa y jugar con los gemelos pero por supuesto eso no era una opción.

–¡Eso es muy bueno! ¿Quieres algo como recompensa? Puedes pedir lo que quieras...

–No es necesario. Fue muy fácil de todos modos.

Ella suspiro y me acaricio el cabello, sonriéndome con cariño.

–Eres demasiado serio a veces.

Más tarde esa noche, ya en mi cama después de ayudar a mi padre a bañar a acostar a los gemelos me quede despierto mucho rato. Pensé en la escuela, en mis padres, en mis abuelos que me insistían todo el tiempo con que fuera a Italia con ellos y por último en los nuevos amigos de mis hermanos. Las nuevas personitas que iba a conocer.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora