Nathaniel bajo del carruaje y ayudo a bajar a Elizabeth, que portaba un vestido elaborado y lleno de encaje. Aun ella se encontraba en descontento con él, pero ahora frente a los numerosos nobles se comportaba como una amorosa y risueña esposa.
La magia de la moral Victoriana era siempre la austeridad de aparentar.
Fueron guiados por los sirvientes reales hacia el enorme jardín en donde se realizarían el partido y la merienda. Su madre y sus hermanos caminaban detrás de ellos.
Aunque Nathaniel hubiese estado ya varias veces en estos jardines, nunca le dejaban de sorprender su inmensidad y belleza, las bien cuidadas rosas, narcisos, prímulas y caléndulas. Había jardines dentro de los jardines. Todo siempre bien cuidado y recortado, ninguna hoja fuera de su forma. Era bien sabido que a la reina le gustaba pasear por sus jardines.
Cuando llegaron a los jardines abiertos encontraron toda la preparación para la ocasión. Dulces, tazas de té y teteras frascas y Oh, ahí estaba. La mesa con el alcohol. Iba derecho a encaminarse a ese lugar cuando su esposa lo halo al lado contrario, en dirección a un grupo de mujeres en vestidos de encaje y sombrillas a juego.
Posar y mostrar.
—Queridas, es un gusto volver a verlas —aclamo Elizabeth.
—Mis Ladys —saludo Nathaniel con un asentimiento al grupo pomposo.
—Duque —saludaron batiendo sus abanicos y riendo tontamente.
—Oh, permíteme decirte lo hermosa que te ves Tatiana. El embarazo ciertamente te ha favorecido. Que suerte tienes.
Rebecca Bertie casada con el Barón Tiberius Bertie era una de las pocas parejas en su opinión que no se veían tan forzadas.
—Gracias, Elizabeth —dijo la Baronesa Bertie, acariciando su voluminoso vientre— A veces es duro, pero ya no puedo esperar en tenerlo entre mis brazos.
—¿Y qué esperan tú y tu esposo que sea? —pregunto otra de Lady Hawkins, prometida del Márquez Brown.
—Tiberius desea un primogénito varón—dijo con cariño— Dios quiera y cumpla nuestro deseo.
Esta ya se había convertido en el tipo de charla de las que solía huir.
—Mis señoras —dijo rápidamente— Me temo que pronto será solicitada mi presencia para comenzar el juego. Nos vemos después.
—Mucha suerte, mi amor —le deseo Elizabeth a su esposo, el cual solo sonrió y le agradeció en el tono justo de cariño.
Cuando se dirigía nuevamente hacia la mesa de las copas lo intercepto el mismo Barón Tiberios Bertie. El destino pareciera interponerse entre el Duque y su suministro de alcohol necesario.
—Pero miren a mi Duque favorito. Es bueno verte Nathaniel, creí que te habrías convertido en piedra dentro de tu castillo. Ven, amigo mío, que el imperioso torneo de cricket dará comienzo con la entrada de nuestros príncipes.
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La Sorpresa Dell'amore
RandomThomas Collins, amante de los videojuegos, el chocolate, el anime y del dibujo. Está a punto de comenzar su último año en el instituto. Con una familia genial y buenos amigos, todo se desarrollaba de manera cordial para él... o eso pensaba. Pero cua...