34. La Bruja Rosa (Final)

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⚠️ Contenido explícito ⚠️

No necesitaba más.

Tomé a Zara por la nuca y atraje su boca hacia la mía. Me dejé llevar por su aroma y su sabor. Zara me devolvió el beso con intensidad y sus manos en mis muñecas me soltaron y se dirigieron a mi mandíbula. Zara posó sus dedos índices y sus pulgares delicadamente alrededor de mi mentón y me besó con lengua, profundizando el beso.

Zara a estas alturas estaba sentada en mi estómago, con todo su cuerpo concentrándose en mi boca, como si quisiera quitarme el alma a través de ella y quedársela para siempre.

No lo necesitaba, ya lo había hecho.

Me incorpore, aún besándola y llevé mis manos hacia sus muslos. Dios, eran tan suaves. Acaricié sus piernas despacio mientras ella me besaba y movía su cadera contra la mía lentamente.

Cuando mis manos llegaron a su trastero, lo apreté y pegué su vientre contra el mío. Zara separó su boca de la mía y jadeó. Aproveché el momento y comencé a besarle el cuello mientras jugaba con su trasero.

Solo se oían los suspiros de Zara, mis besos contra su cuello y el sonido de mis manos deslizándose por su piel.

Comencé a subir por su cuello y luego besé su mandíbula hasta que llegué a su lóbulo izquierdo. Tiré de él suavemente y Zara jadeó sonoramente.

-Liza- dijo en un suspiro. Su voz de esa manera me produjo un cosquilleo entre mis piernas, no podía soportarlo más.

La empujé hacia atrás y Zara cayó sobre la cama. Me puse a horcajadas sobre ella y continué besándola, mientras con mis manos le quitaba el corpiño y ella misma se quitaba la tanga.

-Quiero verte- me pidió incorporándose. Ambas nos encontrábamos sentadas frente a frente, muy juntas, tanto que nuestros vientres casi se tocaban. Zara llevó sus manos a mi tanga y me la quitó despacio para dejarla a un lado, luego se sentó sobre mis piernas y pasó sus manos a mis costados para desabrocharme el corpiño. Zara me lo quitó y recorrió mis pechos con la mirada.

-Deja caer la cabeza- me pidió deslizando su mano izquierda por mi espalda. Le hice caso y recargue mi cuerpo en su mano, dejando mi pecho completamente expuesto a ella. De pronto sentí su boca en mi pecho izquierdo, mientras con su mano derecha jugaba con mi otro pecho. Jadeé y me torcí debajo de ella..

Luego de un rato Zara cambió de mano y comenzó a besar mi otro pecho. Aproveché su distracción y metí mis dedos entre sus piernas y comencé a darle placer. La boca de Zara en mi pecho se detuvo y pude oír un gemido ahogado. No tardó en separarse y pude ver su rostro: sus ojos cerrados, su boca entreabierta, era una imagen preciosa.

Entonces Zara me devolvió el favor y también deslizó sus dedos entre mis piernas. Sujeté el trasero de Zara con mi mano libre y la atraje más a mi. Ella dejó caer su cabeza en mi hombro mientras nos tocábamos y cuando llegamos al orgasmo, se dejó caer sobre mí.

-¿Ya estás cansada?- le pregunté. Zara me mordió el cuello.

-¿De ti? Jamás- contestó y volvió a besarme. Recorrí su columna vertebral con mis dedos y volví a poner mis manos en su trasero- ¿Quieres que avancemos?- me preguntó parando de besarme para mirarme a los ojos- podemos esperar si quieres, todo el tiempo que necesites.

-Solo ve despacio- le pedí. Zara me ayudó a acomodarme en la cama y estiró mi cabello sobre la almohada. La Bruja Blanca se puso a horcajadas sobre mí y me dió un suave beso. Zara abrió mis piernas sin dejar de mirarme para ver cómo respondía.

Respire lentamente y me concentre en sus ojos, que me daban tanta paz. Seguía sin poder descifrarlos pero ya no me molestaba. Zara me quería, realmente me quería y allí estaba la prueba.

-Dime si quieres que pare- me pidió. Asentí y lentamente, muy lentamente, Zara comenzó a deslizar sus dedos dentro mío.

Me sujeté de sus hombros y cerré los ojos. Dolía, no tanto como aquella vez pero de todas maneras no podía evitar asemejar ambas experiencias.

-Para- le pedí y Zara se detuvo al instante. Me senté y Zara me tomó la mano, preocupada.

-¿Te hice daño?- me preguntó. Negué con la cabeza.

-No- le dije acariciando su mano- Es sólo que creía estar lista, pero creo que quiero esperar.

Zara sonrió y me besó.

-Así será entonces.

Era invierno y afuera había comenzado a nevar, pero ninguna de las dos quería vestirse. Nos acostamos bien pegadas y dejé que su calor me rodeara. Zara me acunó entre sus brazos y entrelazó sus piernas con las mías. Hice que las sábanas flotaran y nos cubrieran hasta el cuello.

La besé lentamente, a pesar de que me decepcionaba no haber sido capaz de continuar, también me ponía feliz saber que Zara estaba dispuesta a esperar a que estuviera lista.

Pasamos un largo rato sin decir nada, simplemente besándonos y tocándonos, conociendo nuestros cuerpos y memorizando cada centímetro. Dejé marcas en su cuello, en sus pechos, en su vientre y ella a su vez también marcó mi cuerpo.

Cuando ya estábamos muy cansadas, simplemente nos acostamos frente a frente y compartimos un cómodo silencio, escuchando el viento que provocaban afuera las primeras nevadas del invierno.

-Te amo- le dije. Zara sonrió, radiante y me besó, uniendo nuestros cuerpos.

-Yo también te amo, más que a nada en este mundo- me dijo ella acariciando mi pelo. Pasé mi pierna por encima de su cintura y me pegué a Zara para asegurarme de que no se alejara. Escondí mi cabeza en su cuello y lo besé.

De pronto Zara rió.

-¿Qué pasa?- le pregunté levantando la cabeza para poder mirarla a los ojos. Ella se mordió el labio, risueña.

-Más que Bruja Roja, deberían decirte Bruja Rosa- me dijo Zara con una sonrisa burlona.

-¿Por qué lo dices?

-Tu aura no ha cambiado desde que volvimos de la casa de tus padres- me dijo riendo. Me restregué las manos por el rostro, claro que ella también podía ver mi aura.

La miré, tenía el cabello despeinado y el cuello enrojecido por mis besos y mordiscos, los labios hinchados, los ojos brillantes y una sonrisa tan grande que parecía que se le iba a salir del rostro.

Me abalancé sobre ella y la llené de besos, pensando en que si esa iba a ser mi visión todos los días, no me molestaba para nada ser una Bruja Rosa.

Pink WitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora