6. La modista

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Cuando llegué a la puerta, involuntariamente la abrí sin pensar en el cerrojo mágico que Zara utilizaba. Sorprendente la puerta estaba desbloqueada.

-Creía que estaba cerrada con un hechizo- susurré.

-Solo tú y yo podemos entrar sin que la puerta se bloquee- me explicó Zara, ¿Cómo me había oído desde el otro lado de la habitación? Se encontraba acostada boca arriba sobre su cama y tenía el brazo estirado hacia el techo, con la palma de su mano apuntando hacia el mismo lugar.

-¿Qué haces?- le pregunté acercándome.

-Veo qué clima hace- contestó. No pregunté más, estaba claro que podía sentirlo gracias a la magia aunque me pregunté qué Don utilizaba para percibir aquello.

-Ah- fue lo que logré decir- ¿Y? ¿Hace frío?

-Un poco- me contestó- Pero con el uniforme basta. Creo que iré a cabalgar.

-¿No tienes clases o algo así?- pregunté. Ella negó y se incorporó.

-Me gradué antes- me explicó.

-¿Y qué haces aquí todavía? ¿Porqué aún usas el uniforme?

-Para que la gente no pregunte-contestó con descaro. Fruncí el ceño.

-Bien no haré más preguntas sobre eso- contesté con fastidio. Otro tema sobre el cual no podía hablar. Sin saber que más decir, dije lo primero que se me vino a la cabeza- Necesito un vestido para el baile.

Zara se llevó el dedo gordo a la boca y mordisqueó la uña mientras pensaba. ¿Esa era la gran Bruja Blanca? Parecía más una adolescente malhumorada y antipática que la Bruja más poderosa del Instituto.

-La modista puede hacerte uno- dijo finalmente- lleva un tiempo pero creo que lo tendrás listo para el baile. La mayoría ya hicieron sus vestidos o los compraron en el pueblo así que no creo que tenga demora.

-Genial, ¿Sabes donde está?- pregunté.

-Si tengo que indicarte el camino seguro vas a perderte- me contestó y se levantó con pereza.

-¡Eh! No soy tan tonta- contesté ofendida pero Zara me ignoró, caminó hasta mi y me tomó de la mano- ¿Lista?- preguntó. No la estaba escuchando, su mano era muy suave. Zara me dió un apretón para llamar mi atención. La miré- ¿Lista?- repitió. Asentí.

Y de pronto estábamos en otra habitación.

-¡CUANTAS VECES DIJE QUE NO SE TELETRANSPORT-oh, señorita Evans lo siento.

El grito hizo que se me paralizara el corazón y no me di cuenta de lo fuerte que estaba sujetando a Zara de la mano hasta que ella soltó un quejido.

-Perdona- dije con una sonrisa de disculpa. Zara dirigió su atención hacia la Modista y soltó mi mano.

-No hay problema señora Curtis. Lamento asustarla, no vengo muy seguido y siempre olvido que le molesta...

-No, no, querida no te preocupes- la interrumpió la señora Curtis mientras nos invitaba a pasar a su oficina.

La señora Curtís debía medir un poco más de un metro cincuenta y era recordeta, con unos anteojos con forma de media luna y una enrulada cabellera roja. A medida que conversaba montones de agujas, tijeras, hilos, telas, vestidos a medio terminar y cintas métricas se desplazaban de un lado al otro.

Me oculté detrás de Zara, posé mis manos en sus hombros casi involuntariamente y esquivé una tijera que casi me corta la coronilla escondiendo mi cabeza contra la nuca de mi compañera de habitación.

Pink WitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora