Cap. 16 -. Un poco mas cerca de ti

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Serena no pudo dormir muy bien por la noche aunque el sonido de los árboles bailando al son del viento y el crujir de los grillos era tan relajante, pensaba una y otra vez en mi y se preguntaba cual era el camino a seguir, a eso de las cuatro de la mañana se levantó de la cama y se sentó en el balcón de su ventana, miró al cielo que lucía tan estrellado aún y no pudo evitar sentir la impetuosa necesidad de correr a mis brazos, seguía molesta claro estaba pero... Me amaba y él tenerme a tan solo unos metros de ella la estaba consumiendo por dentro, necesitaba tanto de mi como yo de ella.

Abrazo una almohadilla afelpada que adornada la cornisa donde estaba sentada, sonrió repentinamente y por primera vez se sintió feliz, feliz de tenerme cerca, feliz de haber escuchado la verdad salir de mis labios, aún así estaba un poco renuente aún a aceptar cualquier tipo de cercanía de mi parte, agotada ya por meditar sus ojos comenzaron a cerrarse, se puso de pie y camino a la cama, se recostó y se cubrió con las cobijas había frio, durmió tan plácidamente.

A la mañana siguiente desperté adolorido por la dureza del sofá en mi espalda, cerré los ojos mientras estiraba mis brazos y escuché el crujir de mis huesos reacomodandose en mi cuerpo, mire a mi alrededor y note que Serena seguía dormida, mire la hora las ocho de la mañana, me dirijo a la cocina y preparo café, se que ella adora el delicioso aroma y tengo la esperanza de que eso la despierte, pico fruta y exprimo unas naranjas para hacer zumo, después de unos minutos escucho sonar pasos por el piso de madera, la veo asomarse y sonrió para ella, noto las ojeras en sus bellos ojos y no sé qué decir.

Se acerca y se sienta en uno de los taburetes de la cocina, juega con sus dedos totalmente nerviosa, me acerco a ella y le entrego una taza de café caliente, se que le gusta, esboza una débil sonrisa y eso me cautiva de inmediato.

—Veo que no dormiste bien, si quieres puedes ir a descansar un par de horas más... —digo mientras apago la lumbre de la estufa.

—. Ella toma un sorbo de su café y deja lentamente la taza nuevamente en el pequeño plato blanco. —no, estoy bien, solo fue extraño dormir en otra cama, y tu ¿cómo dormiste?

—. Sonrió mientras sorbo un trago de mi zumo de naranja. —creo que sabes que dormí en el sofá, se que anoche me cubriste con la cobija lo cual te agradezco.

Noto que su nerviosismo aumenta mientras me acerco un poco más a ella.

—. ¿Que desayunaremos? —pregunta mirando los platos.

—. Fruta y jugo de naranja, tengo panecillos para que acompañes tu café. —saco un panecillo de la pequeña canasta frente a mi, le quitó la envoltura y se lo entrego en un platito pequeño.

—. Serena lo toma y lo parte a la mitad entregándome una a mi. —tenlo, es para los dos, gracias. —sonrie y yo también, por primera vez me siento increíble.

Terminamos de desayunar y se me ocurre pedirle ir a pescar, aunque con el miedo latente de que escape, se me ocurre espozarla a mi brazo, parece loco pero a grandes males medidas desesperadas, le digo la idea y ella aunque duda al principio acepta.

—. Extiende el brazo. —pido amablemente, ella me mira algo extrañada pero lo hace. —cierra los ojos. —pido y ella me obedece, comienzo a dudar de esto pues veo que es muy cooperativa, aún así no quiero correr ningún riesgo.

Saco un par de esposas y las coloco en su mano, al sentir la presión abre los ojos de inmediato y aunque no puede creer lo que ve, milagrosamente mantiene la calma, me esposo a mi mismo también y ahora no nos separaremos.

—. No tenía intenciones de escapar... —dice mientras me mira sonriendo.

—. Es mejor prevenir que lamentar ¿no crees? No quiero volver a perderte.

Caminamos al muelle que esta frente a la cabaña y subimos a un bote que está ahí, es algo difícil por las esposas pero después de varias maniobras al fin lo logramos, el día es perfecto, Serena se cubre con una sombrilla rosa y yo sostengo la caña de pescar, estamos sentándos lado a lado por las esposas en nuestras muñecas.

—. Esto es hermoso, ¿cuando debemos irnos? —pregunta mirando el lugar.

—. Rente la cabaña hasta el lunes, yo... Esperaba que te quedarás conmigo, hoy es domingo, aún tenemos tiempo para tratar de hablar.

—. Ya no quiero hablar más de lo que pasó, quiero disfrutar de este hermoso lugar, sabes... Por muy molesta que esté contigo aún, no puedo dejar de amarte así como así... Creo que debes saberlo.

Sus palabras son como agua en el desierto, me volteó hacia ella y la tomo de la barbilla, nuestros ojos se encuentran y nuestros labios añoran el toque de nuestra piel, mis manos arden por abrazarla, la distancia entre los dos se hace cada vez más corta, la respiración se acelera, cuando nuestros labios están a centímetros y apunto de tocarse, la caña comienza a moverse, pico...

—. Oh por Dios pico, pico... Darién jala la caña... —grita casi brincando en el bote.

Me volteó inmediatamente pero las esposas me estorban y sin darme cuenta por el ajetreado móvimiento nos caemos acostados en el bote, la caña cae al río y la pierdo junto con el pez que había picado, Serena sonríe histérica y yo también, estoy encima de ella, mi cuerpo sobre el suyo y la sombrilla flotando en el agua, la miro de arriba a abajo, retiro un mechón de cabello de su rostro y sin poder evitarlo más y antes de que algo más suceda la beso, la beso tan tierna y lentamente, sus manos suben a mi cuello juntando aún más mi cuerpo con el suyo, mi lengua se abre paso entre sus labios tocando la suya, la humedad se siente en los bordes del labio, mi corazón late cada vez más aprisa y le ruego a Dios que este momento perdure por siempre.

Tomo su cabeza y aprisionó su boca aún más con la mía, mis labios arden por el toque de su piel, mis entrañas son como fuego por el deseo que siento por ella, la amo, la amo más que a mi vida propia, ella es todo cuánto me hace feliz, nada puede ser mejor que esto, nada puede ser más bello que tenerla entre mis brazos como ahora lo hago.

Nos separamos por unos segundos aún con los ojos cerrados, intentando respirar con normalidad, sonreímos, la ayudó a levantarse y sentarse nuevamente a mi lado, ella recarga su rostro en mi hombro y suspira lentamente, guardamos silencio.

—. Te amo...

La escucho murmurar es como un susurro que me eriza la piel y me hace sonreír y recobrar el sentido de vivir nuevamente.

Aposte al AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora