―¿En serio lo crees necesario? —pregunta insistentemente Lucia.
Las últimas horas ha estado haciéndome la misma pregunta, pero en diferentes contextos. La conozco demasiado. Sé que está nerviosa, pero también sé que está intentando confiar en mí. La idea me proporciona felicidad. Eso es lo que siempre he querido de ella: su confianza.
―Si no fuera necesario no te lo habría pedido —la tomo por los hombros con delicadeza para que fije su mirada en la mía, si algo he aprendido es que todo ser humano tiene la necesidad de creer en algo y en ese momento necesito que crea en mí—, todo saldrá bien, en unas horas volveré con Valentina en brazos.
Me mira intentando descifrar mi mirada. Algo que jamás logrará ¡He estado en este negocio demasiado tiempo cariño!, La mentira es mi fuerte.
Finalmente, después de unos minutos se da por vencida y me entrega a la bebé. El miedo en sus ojos es demasiado perceptible. Esa mirada solo la había visto aquella vez que le hice tanto daño. Enseguida rechazo el recuerdo, eso quedo atrás.
—No olvides la pañalera, en ella encontrarás todo lo que necesitas... recuerda que debes alimentarla... ponerla después sobre tu hombro para que eructe ―comienza a decirme de forma precipitada.
―Lo sé cariño, estaremos muy bien.
Dicho esto, salgo con mi hija en dirección a mi auto. Por el espejo retrovisor miro como Lucía nos dice adiós con la mano, mientras su mirada refleja añoranza.
Pensar que las últimas semanas había tenido que fingir que iba al trabajo, no solo para que no descubriera las mentiras que había fraguado, sino también para que en el hospital mi historia fuera creíble, especialmente para Diego, pero todo lo estaba haciendo por ella, siempre por ella. Por nuestro amor y de ahora en adelante por nuestra nueva familia.
Antes de llegar al hospital, me detuve en una gasolinera para encargarme de que todo estuviera en orden. Sustituí mi ropa por una que fuera conforme a la ocasión: chaleco negro acompañado de camisa oscura y una corbata a juego. No me había rasurado la barba en algunos días, lo que combinado con las ojeras de las desveladas causadas por la reciente llegada de mi hija, me daban una apariencia cansada e incluso me atrevería a decir que también deprimida. También le compré un juego de ropa blanco a Valentina, para sustituir el traje color lila que le había puesto esta mañana Lucía.
El camino hacia el hospital estatal de la ciudad es tranquilo, Valentina está profundamente dormida en el asiento para bebés que se encuentra en la parte trasera del auto, es realmente hermoso admirarla cuando se encuentra en dicho estado. Cuando llego al estacionamiento exclusivo para el personal médico, me encuentro con algunos colegas. Todos me observan con cautela, me saludan de forma cortes. Sé que para sus adentros se estarán preguntando si todo con respecto al parto de mi esposa salió bien, pero más que nada porque llego un bebé en brazos. Sé que no se atreven a preguntarme, mi aspecto evita que se atrevan a indagar más, la única alternativa que tienen es esperar a que expanda el rumor de lo que ocurrió.
Estaba cruzando el área de enfermeras cuando vi a Diego, Se encontraba platicando de forma tranquila con la que supuse era un paciente. Aguarde en silencio a que la conversación terminara.
Sin embargo, Valentina se me adelanto. Comenzó a llorar entre mis brazos, lo que hizo que no solo las personas a mi alrededor me miraran, sino también él. Enseguida se disculpó con su paciente para abordarme, sin apartar la mirada de Valentina.
—¡Sebastián! He estado marcándote en los últimos días, estaba preocupado, no me avisaste nada —comenta.
―Han pasado demasiadas cosas, he tenido que hacer mucho en los últimos días.
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Estocolmo
General FictionADVERTENCIA: material solo acto para +18 o en compañia de un adulto. Queda prohibida la copia parcial o total de este material o se tomaran acciones legales. EL autor no se hace responsable por los actos de las personas que lean la siguiente histor...