Capítulo 34 (Sebastián)

454 24 0
                                    


Las semanas han pasado, Lucía está cada vez más recuperada, fue difícil al principio, pero poco a poco lo ha ido logrando.

Por supuesto, he mantenido mi actitud indiferente hacia ella, es parte de mi estrategia, no es sencillo porque la amo, pero también sé que tengo que ser duro con ella para que entienda que lo que hizo no es algo que se tome a la ligera.

Mi bella Lucía se encuentra cuál princesa en la torre, confinada en sus aposentos, sin posibilidad de libertad inmediata, otro de los privilegios que le tuve que quitar a causa de su imprudencia.

Sigue ofreciéndome disculpas, me pide ver a nuestra hija, cada vez falta menos tiempo para que se lo permita, aunque le sigo diciendo que falta mucho, mantendré esa privación emocional tanto como sea posible. Aún siento rabia por todo lo que pasó, por todo lo que su comportamiento generó.

Esta lección es de las más importantes que aprenderá, si todo sale bien, pronto estaremos conviviendo como una familia. La familia que Valentina necesita.

Cada día nuestra hermosa hija está más fuerte, dentro de poco la podré sacar de la incubadora y por fin tenerla en mis brazos. Estas semanas he tenido que estar más al pendiente del sistema de seguridad de la casa para vigilando todo desde lejos, no tengo pretexto para no asistir al trabajo, por eso tengo que estar al pendiente de todo desde ahí, es riesgoso, lo sé, pero es la opción más segura.

Tengo una enfermera que se encarga de monitorear el estado de salud de Valentina, es personal de mi confianza, me tranquiliza saber que alguien capacitado está al pendiente de mi hija. De Lucía me encargo solo yo, prefiero que no esté al tanto de que hay alguien más en la casa. Por eso la enfermera solo se limita a estar en ciertos lugares de la casa.

En cuanto a Diego, he tenido que hacer uso de toda la paciencia que existe en mí, su traición me dolió más de lo que creí. El atrevimiento que tuvo al darle a Lucía su número de contacto sin consultármelo primero es inaceptable, si me lo ocultó fue porque sus intenciones no eran buenas. Buscó actuar tras mis espaldas, aprovechando la ingenuidad de Lucía, que en ocasiones ve todas las acciones como bien intencionada, tanto que aún sigue disculpándolo.

Pero yo sé que su verdadero motivo fue hacer algo para separarnos, lo sé. Pero todo le salió mal, no volveré a bajar la guardia cuando se trate de él.

Mientras tanto tengo que ser hipócrita, mostrándome amistoso, a los enemigos hay que tenerlos bien cerca. Además, para mi siguiente movimiento lo necesito más cerca que nunca.

Ni él ni Lucía se esperan lo que vendrá para ellos, después de todo, ninguno de sus errores debe quedarse sin su castigo correspondiente.

Hoy el trabajo ha estado bastante pesado, no he tenido tiempo de checar las cámaras que tengo en la casa, pero estoy tranquilo en cuanto a eso, estoy seguro de que todo va bien, de no ser así ya me habría enterado.

En realidad, disfruto mucho los días como el de hoy; movidos, desafiantes, es revitalizante mantenerme en movimiento, con la mente alerta y activa.

Todo mi buen humor se desvanece cuando veo como se acerca Diego, con su sonrisa cargada de entusiasmo, que para mí no es más que la fachada en la que se esconde su hipocresía.

­¿Cómo ha ido tu día, amigo?, escuche que ha estado bastante movido, los compañeros de urgencias no han parado de quejarse.

Dice de forma divertida, enseguida tengo que recordarme ser amable y fingir con él, cada vez es más complicado hacerlo, pero me motiva saber que dentro de poco dejará de ser un problema en nuestras vidas.

—La palabra movido no le hace justicia, amigo, pero no por eso menos emocionante y motivador —le contesto mientras mis palabras esconde un significado que solo yo conozco.

Sonríe dándome la razón, lógicamente.

—Por cierto, ¿cómo ha estado tu esposa?, ¿cómo va el embarazo?

Su curiosidad es todo lo que en este momento necesito.

—Muy bien, ambas están de maravilla, tanto que decidieron ir a visitar a la única tía viva que tiene Lucía, como imaginarás es una persona mayor y la idea de ver a su única sobrina embarazada fue inevitable —le cuento fingiendo emoción.

—¿No se encuentra demasiado avanzado el embarazo como para un viaje así? —pregunta mientras la cara se le llena de preocupación.

¡Como lo odio!, el ginecólogo aquí soy yo, jamás habría permitido que Lucía viajara estando en el último trimestre de embarazo.

—En realidad tiene algunos meses que se fue con su tía, solo que no te había contado, la extraño, pero sé que necesitaba de la compañía de otra mujer, la he estado yendo a ver y hemos compartido fines de semana maravillosos, además ella quiere tener allá a nuestra hija, por eso fue lo más conveniente —le explico haciendo uso de la poca paciencia que me queda.

—¡Qué hermoso que decidiera algo así, de verdad me alegro mucho por ustedes, que emocionante saber que pronto serás papá!

Su efusión es nauseabunda. Nada de lo que dice es tolerable para mí.

—Así es amigo y tú serás como su tío, no lo olvides —le suelto mientras le doy unas palmadas en el hombro.

Él sonríe agradeciéndome, está a punto de preguntarme algo más cuando la llamada que he estado esperando los últimos minutos, llega. Contesto sin demora poniendo una cara de felicidad, misma que Diego enseguida interpreta y se aleja un poco dándome espacio para que hable, el idiota piensa que es Lucía, en realidad es uno de mis contactos al que le pedí el favor de que realizara la llamada.

Enseguida mi cara de felicidad se ve opacada por la de pánico, los siguientes minutos me limito a hablar exaltado, pidiendo explicación a la persona que se encuentra del otro lado de la llamada, en este caso la supuesta tía.

Cuando cuelgo me quedo unos minutos paralizado, a la espera de que Diego se acerque y pregunte qué ocurre, cosa que no tarda mucho en hacer.

Le explico cómo puedo la situación; le digo que Lucía se cayó de las escaleras de la casa de su tía, que fue llevada de emergencia al hospital más cercano y que debo irme de prisa para llegar y ver cómo está la situación realmente. Actúo tan bien que su rostro también se llena de pánico y de una emoción más que no había visto antes en su rostro: miedo. Me gusta cómo se siente verlo así.

Pero no puedo quedarme a disfrutarlo ni un poco más, debo seguir con el guion que he orquestado.

—¿Podrías comentarle al director mi situación?, necesito irme ahora mismo, no quiero perder más tiempo al buscarlo —le pido con desesperación.

No pienso darle oportunidad de que me pida acompañarme.

—Por supuesto amigo, cuenta con eso, verás que todo saldrá bien.

—Gracias por todo el apoyo amigo.

—No hay nada que agradecer, por favor mantenme informado de la situación.

Me dice el muy descarado.

Yo lo miro asintiendo, luego me despido de él y me marcho de prisa, sintiendo mi cuerpo lleno de euforia a causa de la primera victoria.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora