Capítulo 35 (Lucía)

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Hace unas semanas que Sebastián sacó por primera vez a Valentina de la incubadora, tiene unos días que me ha dejado tomarla en brazos, al fin pude amamantarla, no fue sencillo, me dolió, pero no me importa, estoy dispuesta a todo por ella.

No me importa soportar cualquier incomodidad, es preferible este dolor al que me ocasiona el extractor de leche, porque al menos puedo verla a ella mientras come y eso me ayuda con la tristeza que de vez en cuando me ahoga.

No tengo permitido pasar tanto tiempo con Valentina, pero las horas que estoy a su lado son las mejores del día, todo es mejor que estar encerrada entre cuatro paredes. A veces pienso que perderé la razón, este castigo es el más duro de todos. Me acostumbré tanto a la libertad que estaba teniendo, que adaptarme a esta nueva realidad es muy difícil.

No sé cuándo Sebastián me levantará el castigo, sigue herido por lo que hice, sé que tiene muchas razones para estarlo, me merezco cada decisión que está tomando sobre mí.

Pero desde que nació mi hija solo quiero estar con ella, todo el tiempo, necesito cuidarla y compensar cada día la mala decisión que tomé y que hizo que viniera a este mundo de forma tan violenta.

Es tan hermosa, se merece lo mejor del mundo, no puedo creer que un ser tan perfecto haya salido de mí, es tan pequeña, huele tan bonito, no dejo de admirarla y de adorarla, no creí que existiera un amor como el que siento por ella.

No quiero alejarme nunca de su lado, pero no sé cómo cambiar mis decisiones del pasado, todos los días muero de miedo cuando Sebastián viene a verme, no sé en qué momento me pedirá que me marche de aquí, no estoy lista y nunca lo estaré. No quiero dejar a Valentina.

Como leyendo mis pensamientos unos golpes llaman a la puerta, es lógico quién es. Supongo que es un intento por hacerme sentir en privacidad, aunque ambos sabemos que él es quien toma las decisiones aquí.

No sé qué hace tan temprano en la aquí, nunca viene a esta hora, entro en pánico, algunas interrogantes se acumulan en mi cabeza: ¿Valentina, está bien?, ¿me pedirá que me vaya?, pasó alguna otra desgracia?

—Valentina está bien, no te preocupes —contesta, como de costumbre parece leer mis pensamientos. Su cara refleja más seriedad que la de costumbre.

Si valentina no es el problema, entonces significa que mi segundo miedo se cumplirá. Seguramente viene para hablar de mi partida, entro en pánico.

No me doy cuenta de que me desmayé, hasta que abro los ojos y me encuentro recostada en la cama, mientras Sebastián está colocando una intravenosa en mi vena.

Me quejo un poco, pero no me resisto, quizá eso me compré más tiempo con mi hija, las lágrimas caen de mis mejillas, un llanto silencioso se ha iniciado en mi rostro, me siento destrozada, quisiera que el líquido que Sebastián está poniendo en mi vena durara toda la vida.

Probablemente, cuando me vea mejor, me pedirá que abandone la casa, no digo nada, me siento indefensa ante la situación, una vez más él tiene el control de todo lo que gira a mi alrededor.

—Sé que es incómodo, pero te desmallaste porque estás muy débil, parece que no has comido bien y al estar amamantando tienes un mayor desgaste, entiendo que no te guste que te canalice, pero es necesario —se justifica, infiriendo que mis lágrimas son causadas por dolor físico.

—No lloro por ese motivo —le digo, tomando el poco valor que me queda.

—¿Te duele algún otro lugar?, ¿Tienes alguna molestia por la cirugía?, sabes que tienes que decirme ese tipo de cosas, ante todo en este momento soy tu médico.

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