Capítulo 37 (Lucía)

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CAPÍTULO 37 (LUCIA)

La casa parece demasiado vacía sin Sebastián...

Sin mi pequeña hija.

La mayor parte del día he tratado de mantener ocupada mi mente, pero ya no puedo lograrlo, ¿por qué no llegan?, ¿estarán bien?

Temo que Sebastián no vuelva, que me castigue quitándome a mi hija y dejándome en esta soledad. Porque, aunque lograra escapar, sin mi hija ya nada tendría sentido. Mis manos comienzan a temblar, no quiero tener un ataque de ansiedad, pero son demasiadas emociones que procesar.

Me siento realmente agotada, a pesar de que Sebastián ha estado ayudándome con la bebé, los desvelos, los estragos de mi cirugía y las emociones encontradas, están pasándome la factura. Quiero cerrar los ojos y dormir, pero me resulta imposible. Necesito verlos. Saber que están a salvo.

El cúmulo de emociones que han estado reprimidas en mi pecho parecen aflorar de forma violenta. El nudo en mi garganta me oprime hasta el pecho. Las lágrimas parecen ser inevitables.

Me recuesto sobre el sofá y lloro, la herida me molesta un poco, pero en este momento intento no prestarle demasiada atención, mis deseos de desbordarme son más fuertes, no le doy batalla a la necesidad de llanto; la dejo ser. Sé que llorar libera, Por más irónico que resulte, no sé cuánto tiempo permanezco así, cuando me siento demasiado agotada, cierro los ojos, me arden, pero se siente bien permanecer un rato así.

Unas manos tibias acarician mi rostro. Abro los ojos lentamente. Frente a mí se encuentra Sebastián. Me sonríe como si su vida dependiera de ello. No aguanto la emoción y estoy a punto de lanzarme para abrazarlo, pero él me detiene indicándome que tengo una herida que cuidar. No puede evitar sacar su lado profesional.

―¡Estás aquí! —Le dijo de forma eufórica, levantándome con lentitud y haciéndole caso a su anterior recomendación.

―Como te lo prometí—Me responde solemne.

De pronto la imagen de mi hija viene a mi mente, ¿Dónde está ella?, por un momento me tenso.

—¿Valentina?―le pregunto mirando de un lado a otro.

—Está en la habitación, profundamente dormida.

No espero más, me dirijo a su encuentro. Efectivamente, nuestra hermosa hija descansa apaciblemente en su cuna. Respiro aliviado.

Pronto tengo a Sebastián tras de mí.

―Tranquila, ella está perfectamente bien—me dice rozándome la mano.

Giro para mirarlo.

―No vuelvas a irte tanto tiempo, no me dejen sola otra vez, por un momento pensé que no volverían —le digo de forma precipitada.

―Lo siento, no era mi intensión hacerte pasar un mal momento, te juro que volveré a ganarme tu confianza, sé que has estado llorando, no quiero que vuelvas a sufrir por mi causa —sé que tiene intención de abrazarme, no protesto, termino abrazándolo yo ―, no volverá a pasar, estaremos juntos siempre—dice mientras me estrecha.

Asiento mientras sollozo sobre su pecho. No puedo ocultar más tiempo mis sentimientos.

―Creo que te quiero —Le confieso. Por un momento creí que lo había pensado, pero al levantarme la mirada y encontrarme con la de Sebastián confirmo que lo dije en voz alta.

―No sabes cuánto he esperado para escuchar eso y aunque yo te amo, por ahora me basta con saber que me quieres, te prometo que todos los días trabajaré para conseguir tu amor —ahora es él quien me mira fijamente.

―Con el tiempo y con paciencia lo lograrás — le respondo.

Permanecemos abrazados, mientras admiramos, al fruto de una turbulenta historia, mientras observamos como el comienzo de una redención descansa de forma acompasada.

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Hoy valentina cumplió un año. El tiempo se pasa muy rápido. Aún no puedo creerlo. Es una hermosa bebé. Le está comenzando a crecer el cabello, cada vez más parecido al de Sebastián. Ha heredado mis ojos azules, Sebastián siempre presume de la belleza que encierran y junto con los hoyuelos, herencia de su padre, es preciosa. Ya no me siento sola como antes, ella es la mejor compañía, me mantiene muy ocupada y llena mis días de infinita alegría.

Estoy tan feliz de la familia que estamos formando. A pesar del pasado no cambiaría nada. Todo el sufrimiento ha quedado atrás. La llegada de Valentina poco a poco ha sanado mis heridas.

Sebastián dice que en cuanto nuestra hija esté un poco más grande nos mudaremos a otro lugar. Donde podamos iniciar de cero, donde nadie nos conozca y nos ponga en peligro.

Mientras tanto no debo salir porque es riesgoso. De Diego solo supe que le llegó una gran oportunidad de un hospital en Francia que, por supuesto, aceptó, no sin antes despedirse de mí a través de Sebastián. Me alegré mucho por él, es un buen hombre y se merece lo mejor. A pesar de que no he tenido noticias suyas, sé que debe estar muy bien y eso me saca una sonrisa cada que lo recuerdo.

Entre Sebastián y yo todo va de maravilla. Ahora dormimos en la misma habitación, aunque aún no tenemos una vida marital completa. Cada día temo menos a su contacto. Su paciencia parece infinita, es otro hombre, uno al que cada día estoy más cerca de amar. Pronto ya no habrá ninguna barrera entre nosotros. 

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