-DIECISIETE-

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Narrado por Adel.

Adel observó como aquel grandulón a quién ansiaba desaparecer, se aproximaba al pasillo y Valentina le seguía para qué saliera del lugar. Ya había averiguado a qué se dedicaba, era un hijo de papi y mami que solo ponía a funcionar su cuerpo para atraer chicas.

—No, no me iré, tengo que ver quien es el imbécil. —Había escupído Gabe con cierta arrogancia, sintiéndose dueño de Val, cuando realmente entre ellos solo hubo un rose. Solo eso. Ni una pisca más.

No iba a permitir que se aprovechara de ella. No tenía buenas intenciones. Podía ver que Val tampoco quería estar con Gabe. No luego de lo ocurrido entre ambos en la sala. Las primeras veces que tocó su cuello dejó las marcas en ellas. La vió por unos días llevar una bufanda espantosa y todo por su culpa. No pretendía lastimarla, pero lo estaba haciendo cada vez que la tocaba.

—¿Por qué haces esto? Solo son dos jóvenes divirtiendose.
Ahí estaba otra vez esa palabra. No quería diversión para ella. De pensarlo le molestaba.

—Mejor encargate de tu cuerpo y sal de aquí.—le ordenó a Lilo sin mirarlo. Este bufó.

—Solo querían besarse, ya deja de molestar al chico —le respondió Lilo.—tú no puedes impedirselo.

Aquello lo enfureció aún más. No era lo que ella quería, él podía percibirlo.

—Solo vete. Yo cuidaré de ella—La vista de Adel estaba sobre Gabe quién se paseaba por el pasillo y veía los cuadros en la pared. Había tomado uno de ellos para leerlos.

—No eres su ángel guardian. No compliques las cosas, recuerda que estas aquí por otra razón.—Le recordó Lilo quien solo quería lo mejor para ambos.

Se conocían desde siglos y Lilo sabía que no había razón alguna para que Adel se comportara en ese momento de esa manera. No podía meterse con esa chica, todas las que quisiera las podía tener a sus pies, pero menos ella. Pero conocía lo suficiente a Adel para saber que nada lo iba a hacer cambiar de parecer. Cuando quería algo lo lograba.

—Yo se lo que hago.—contestó. Lilo se alejó molesto. Buscaría a otros metodos asi fuera necesario contar de impedir una locura.

Se cruzó de brazos y sus músculos se tensaron debajo de aquella franela roja que se ajustaba a su fornido pecho. Su madíbula cuadrada se marcó mucho más y sus ojos se oscurecieron. Apretó sus labios con fuerza y contuvo el impulso de saltarle encima a Gabe quien ahora comenzaba a disculparse con Val en medio del pasillo.

Adel permanecía oculto en la oscuridad, al final del pasillo, dónde no podía ser visto por Val, mucho menos por Gabe.

—La...lamento como te hablé hace un momento. —tartamudeó—Siempre soy pacífico.—resaltó Gabe rascando su cabeza.

—No te preocupes—sonrío Val hacía él.— Ahora subamos qué necesito hablar con Francis.

—Ésta bien, salgamos de aquí—frotó sus brazos para luego poner una mano en la espalda de Val qué, antes de salir del pasillo miró al fondo como si estuviese siendo observada y realmente lo estaba siendo.

No quería que se marchara, quería seguir charlando con ella. Oír su voz, que tocase para él, mantenerla cerca, pero ella había sido clara, no soportaba ver una sombra negra, fea con alas rotas. No podía decirle en ese momento la verdad de lo que ocurría porque si lo hacía la alejaría aún más. Debía buscar una solución lo antes posible.

Ambos comenzarón a alejarse y Adel les siguió hasta la cocina. Odiaba la idea de que Val solo viese una parte de él, quería poder mostrarse tal cual y como era, pero no podía, nadie podía verlo fisicamente, solo los demonios que andaban con él, los brujos, vampiros y lobos, más no los humanos.

Solo necesitaba tiempo y se le estaba acabando. Debía solucionar aquella lo antes posible.

Sacó su télefono y marcó el número de Anderson, el dueño del bar las siete copas. Este hombre era ambicioso y había hecho un pacto con satanás, cada año sus negocios florecían en abundacia, su dinero se multuplicaba y tenía siempre buena salud, nadie sabía su edad exacta, pero ya llevaba más de cien años y así seguiría siendo si mantenía aquel acuerdo. Ya la fecha se aproximaba, debía conseguir la siguiente victima para la muerte que se prolongaba cada año en su bar. No podía ser cualquier persona, si no uno de aquellos qué los llamaban las luces negras y no siempre se conseguía uno de esos seres extraños. Él hasta ahora solo había visto uno y ya había muerto hacía un año.

Otra vez comenzaría las cazas.

***

AEDERLAN [Poder De Los Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora