─ ─ ─ ─ ─ ● V ɪ ʀ ɢ ᴇ ɴ

56 30 12
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


D I E G O

________

A la semana siguiente, llegamos muy temprano hasta la casa de Ángela. Después de tanta lluvia, el día pintaba con buen clima como para nadar en la alberca y relajarnos un poco. Al atardecer, las chicas pasaron un largo rato en la habitación de Ángela, y desde donde yo me encontraba, podía ver como se lanzaban almohadas y apilaban lo que parecían ser un montón de frazadas. Luego de que se sentaran de nuevo con nosotros, se la pasaron cuchicheando de manera misteriosa.

–Chicos. No queremos ser groseras, ni arruinarles su momento, pero tienen que irse –anunció Ángela.

– ¿Por qué? –preguntamos al unísono. Carlos ya estaba poniéndose de pie, luciendo como quien ya estaba al tanto de todo, pareciéndome siempre un traidor. Puesto que, no había manera de sacarle la verdad de lo que hablaba con Ángela, presintiendo que él debía de estar enterado de un montón de cosas que yo necesitaba saber.

–Tendremos una noche de chicas y bueno...–Titubeó

–Ya se tienen que largar –Completó Leila.

–Pues sí que son groseras al no invitarnos. Nos sentimos heridos –Dramatizó Lalo. Y antes de encontrar la manera de corrernos, nos enfrascamos en un montón de conversaciones y risas.

Pasado un buen rato, alguien tocó el timbre. Leila maldijo, revisando el reloj en su teléfono. Miró hacia Ángela con preocupación y ella se puso de pie enseguida, entrando a la casa. Mientras tanto, no le dimos importancia y continuamos comiendo un montón de comida chatarra y riéndonos casi por cualquier cosa.

Ángela volvió y se sentó a un lado de Leila, cuchicheando.

–¿Pero qué hiciste con las chicas?, ¿no se suponía que estaría aquí repleto de mujeres? –dijo Lalo, arrastrando sus palabras. Ángela apenas lo miró y continuó en lo suyo.

(♪)Una luz se encendió en la habitación de Ángela, y enseguida, la masa de humo negro de Sophía saltó a la vista. Me quedé seco, tragando saliva con nerviosismo. Ella se paseó por la habitación hasta que se encontró con mis ojos. Allí, la niebla se alteró como electricidad flotando sobre su piel. La desilusión se anidó sobre mis órganos, a la par en que decidí que lo mejor era irse, pues supuse que la verdadera razón detrás de la "noche de chicas" en realidad se debía a que Sophía estaría ahí. Me estaba dejando bien claro que no quería verme y solo estaba esperando a que me largara.

Un poco antes de que decidiera a ponerme de pie e irme, Sophía apareció en la terraza, enmarcada por la oscuridad del interior, luciendo mucho más espeluznante. Su hombro estaba apoyado en el marco de la ventana, dejando lucir su figura letal, acompañada de esa actitud tan cínica y a la misma vez contundente. Con esto tuve suficiente para que me entraran profundas ganas de salir corriendo y decirle que me rendía, que lo sentía muchísimo y que no volvería a molestarla nunca más. Dolió de solo pensarlo, pues sabía que plantarle cara y admitir la derrota, me consumiría.

LUCIÉRNAGA ROJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora